Cap�tulo 7
"�Huid De La Fornicaci�n!"

Introducci�n

La oportunidad de servir a Dios como l�der, nunca ha sido tan grande como en el presente. Estamos en el umbral de la "cosecha de la und�cima hora", tiempo para el cual se alcanzar�n m�s almas para el reino de Dios que desde el D�a de Pentecost�s hasta el d�a de hoy.

Dios necesita hombres que est�n dispuestos a poner al lado las "ni�er�as" de este mundo. Jes�s ofrece el yugo de una vida disciplinada a los que quieran unirse a los rangos de Su poderoso ej�rcito.

Hay m�s hombres que fracasan una vez que llegan a la posici�n de l�deres que los que fracasan cuando est�n prepar�ndose para el liderato. Satan�s ha determinado destruir a toda persona que ocupe alguna posici�n de liderato en la vida cristiana y ha descubierto a un aliado en nuestra naturaleza carnal.

A medida que Dios prepara a los hombres y las mujeres para asumir posiciones de liderato victoriosamente, tambi�n los equipa para batallar contra Satan�s y conquistarlo.

A pesar de esto, muchos se rinden ante las tentaciones inmorales y son agregados a la lista de las p�rdidas espirituales en el reino. Mi prop�sito en este cap�tulo, es mostrar c�mo evadir esas tragedias innecesarias y explicar un principio crucial para la sobrevivencia de los hombres.

A. INMORALIDAD: LA RUINA DEL L�DER
La impureza moral siempre ha sido la ruina de muchos l�deres cristianos, pero nunca ha sido un problema tan com�n como lo es hoy. Los ataques del diablo contra la familia y las relaciones matrimoniales, jam�s hab�an sido tan fieros.

El mundo ense�a una moralidad que conduce al adulterio, la fornicaci�n y la homosexualidad. Pecados que han ocasionado la destrucci�n de grandes naciones y civilizaciones de siglos pasados, hoy son glorificados como los nuevos estilos liberales de la vida. En algunos pa�ses la literatura pornogr�fica est� a la venta en tantos lugares que aun los ni�os inocentes pueden comprarla.

Un torrente de impurezas morales ha descendido sobre la tierra. La profec�a de Pablo respecto a que los hombres perder�an sus afectos naturales en los d�as del fin, se ha cumplido.

La mayor�a de las personas en este mundo, se burlan de la santidad del matrimonio, favoreciendo la cohabitaci�n il�cita. Los hombres imp�os que trabajan en los medios de comunicaci�n presentan la inmoralidad sexual como algo normal. La historia y la Biblia, muestran lo contrario: un esposo y una esposa viviendo en fidelidad marital, es la �nica manera normal de vivir.

Todo esto aumenta la presi�n sobre el l�der cristiano. Debido a su posici�n, est� envuelto en situaciones que le exponen a las tentaciones sexuales y al fracaso. Las normas morales cada vez m�s deterioradas en este mundo, le hacen todav�a mucho m�s vulnerable.

1. Causas De La Inmoralidad
a. Inseguridad Personal.
Cuando un hombre cae en adulterio, ello a menudo es una indicaci�n de baja estima propia. La inseguridad personal (falta de fe y confianza en Dios) es la ra�z de la mayor�a de los fracasos que envuelven la sexualidad.

Algunos hombres consideran que tienen que demostrarse deseables ante el sexo opuesto y se envuelven en coqueteos con la inmoralidad. El Coqueteo a menudo conduce a la horrible ca�da en los pecados del adulterio y de la fornicaci�n.

Si estamos inseguros sobre qui�nes somos, o de nuestro llamado, caeremos en el orgullo y en el pecado de la b�squeda de prominencia. Tratamos de compensar la deficiencia que sentimos, haciendo uso de la jactancia de nosotros mismos y diciendo cosas que pensamos que nos dar�n una estatura m�s elevada ante los ojos de los dem�s. Otra clase de inseguridad que resulta en el fracaso sexual es:

b. Inseguridad Matrimonial. La vulnerabilidad moral, al igual que el orgullo, tienen sus ra�ces en la inseguridad personal, con la diferencia de que es s�lo una inseguridad en nuestras relaciones matrimoniales.

No hay misterio alguno respecto al porqu� un hombre o una mujer de Dios puede fracasar al caer en el pecado sexual. Esto sucede con regularidad y la mayor�a de las veces por las mismas razones. Pocos pecados son mencionados tan a menudo como �ste a trav�s de toda la Biblia.

Salom�n amonesta al "joven" para que tenga cuidado en sus relaciones con el sexo opuesto (masculino o femenino). Pablo exhorta acerca de la necesidad de tener unas relaciones sinceras y amorosas con su esposa, a fin de evitar caer en el pecado de la fornicaci�n (1 Co 7:1-7).

Sin embargo, hay ministros que pasan por alto escuchar estos consejos pr�cticos y caen precipitadamente en la trampa de Satan�s. La tragedia es que esto sucede en una �poca en la cual los campos del mundo est�n tan necesitados de obreros que se paren firmes y se esfuercen en recoger la gran cosecha de almas.

La voluntad de Dios para el hombre es que viva fielmente con una esposa. Cualquier violaci�n a Su orden en este respecto, es pecado. La Biblia nos ense�a que en tales relaciones hay gran gozo, felicidad y satisfacci�n como resultado de mantener unas relaciones matrimoniales apropiadas y legales. Dios design� desde el principio que el hombre y la mujer encontraran la paz emocional, el compa�erismo y satisfacci�n de sus anhelos en el v�nculo matrimonial.

En contraposici�n a tal v�nculo o uni�n legal, jam�s encontrar�n felicidad en el estado de fornicaci�n o adulterio. Ambos estados se caracterizan por el temor, la ansiedad, la culpabilidad, futilidad y desilusi�n. El v�nculo del amor involucrado por el pacto santo del matrimonio es lo que produce tal felicidad, la cual es negada al ad�ltero y al fornicario.

Debo recalcar que solamente unas relaciones matrimoniales debidamente mantenidas, son las que producen la felicidad. Aquellos matrimonios que est�n saturados de disputas y amarguras, jam�s podr�n experimentar la satisfacci�n verdadera. Satan�s tiende la trampa a los l�deres que dejan de prestar la debida atenci�n a las necesidades de una vida familiar segura.

B. EL PROP�SITO DE DIOS EN EL MATRIMONIO
Jes�s dijo: "No es bueno que el hombre est� solo; har�le ayuda id�nea para �l" (Gn 2:18).

1. Debemos Ser Ayuda Id�nea
Dios estableci� el matrimonio porque un hombre y una mujer no son completos el uno sin el otro. Cada uno necesita su ayuda id�nea a fin de que puedan sobrevivir ante los terribles asaltos del enemigo.

"Mejores son dos que uno… porque si cayeren, el uno levantar� a su compa�ero; no obstante, si el hombre cae cuando est� solo, estar� en problemas… Y uno solo puede ser atacado y derrotado, pero dos pueden resistir el ataque y conquistar…" (Ec 4:9, 12 parafraseado).

Esto describe lo que Dios hab�a propuesto que fuera el matrimonio, uno levantar�a al compa�ero que cae, ayud�ndose mutuamente.

Cuando Dios hizo a la mujer para el hombre, fue con el prop�sito de que fuera su ayuda id�nea. Desgraciadamente, en lugar de Eva ayudar a Ad�n a cumplir el prop�sito de Dios, lo que hizo fue ayudarle a fracasar.

El diablo hall� una ayuda en Eva. �l no habr�a podido destruir a Ad�n directamente; as� que, comenz� a trabajar a trav�s de la mujer, "su supuesta ayuda". Eva fue una ayuda, pero ayud� al diablo en su prop�sito maligno, en lugar de a Dios o a Ad�n.

Conoc� a un ministro hace algunos a�os atr�s, quien recibi� un llamamiento y una poderosa unci�n de parte de Dios sobre su vida. El Se�or le abri� muchas puertas a su ministerio que eran incre�bles.

Se planificar�an reuniones en pa�ses extranjeros para su ministerio, que estar�an destinadas a cambiar el curso de las vidas espirituales de millones de personas.

El mismo patr�n se repet�a una y otra vez. Una semana antes de salir, su esposa comenzaba a "formarle un infierno" con relaci�n a su partida. Su actitud irritaba a sus hijos, quienes se un�an a ella en el ataque implacable contra el var�n de Dios hasta que se vio obligado a cancelar la cruzada.

Esto sucedi� tan consistentemente que la mayor�a de las personas comenzaron a perder la confianza en el amado hermano. Pensaron que no pod�an depender de �l. Lo clasificaron como un hombre incumplido de su palabra. No hac�a lo que promet�a.

Ellos no sab�an que el var�n de Dios estaba siendo neutralizado por una esposa que, como Eva, permiti� que Satan�s la usara para impedir la ejecuci�n del poderoso ministerio de su esposo. Estoy seguro que todav�a hay mucho terreno bajo el imperio de Satan�s que deber�a estar en manos de Cristo si tal ministro hubiera salido a conducir sus grandes cruzadas.

Me pregunto, cu�n a menudo los esposos han neutralizado el ministerio de sus esposas, y las esposas el de sus maridos por el hecho de negarse a ser las "ayudas id�neas" que Dios quiso que fueran, y por razones ego�stas se convirtieron en "ayudas" de Satan�s.

2. Debemos Compartir Responsabilidades
En su primera ep�stola, Pedro escribe extensamente acerca de las relaciones matrimoniales de los cristianos (1 P 3). Es de inter�s particular que cuando la Biblia trata con el matrimonio, casi siempre comienza con el papel que juega la esposa y su responsabilidad, y luego trata con el papel del esposo.

Sin duda esto se debe a que: "la mujer, siendo seducida, vino a ser envuelta en transgresi�n" (1 Ti 2:14).

Por consiguiente, existe la base para la idea de que la esposa tiene una responsabilidad de prioridad para actuar debidamente en el matrimonio. Si ella lo hace as�, esto puede asegurar un hogar m�s positivo y armonioso, en el cual, los prop�sitos de Dios tienen m�s posibilidad de que se cumplan. Si no lo hace, la voluntad del diablo prevalecer� como sucedi� con Eva. El diablo, obrando a trav�s de Eva, neutraliz� el llamamiento y ministerio de Ad�n, y lo hizo fracasar.

Ning�n hombre debe tomar lo anterior y usarlo como una excusa para hacer lo malo o ser negligente en cumplir con sus deberes en el matrimonio. El hombre tiene responsabilidades iguales o tal vez mayores que las de las mujeres. "Vosotros maridos, semejantemente, habitad con ellas seg�n ciencia, dando honor a la mujer como el sexo m�s fr�gil. Recuerden que ustedes y sus esposas son compa�eros para recibir la bendici�n de Dios, y si ustedes no las tratan como es vuestro deber, vuestras oraciones ser�n impedidas…

Estad… llenos de compasi�n mutuamente, am�ndoos de un solo coraz�n fraternalmente y de mentes sumisas. No pagu�is mal por mal. No maldig�is ni dig�is palabras ofensivas. Por el contrario, orad por la ayuda de Dios. Si sois buenos con los dem�s… Dios os bendecir� por ello" (1 P 3:7-9 parafraseado).

Tanto el esposo como la esposa, tienen que compartir responsabilidades a fin de mantener su mutuo amor y una atm�sfera de cari�o en el hogar. Ella, por medio de su esp�ritu de sumisi�n manso y pac�fico; �l, por medio de su responsabilidad de proveer las necesidades financieras, emocionales y pr�cticas de los miembros de la familia.

C. JUEGO EN MANOS DE SATAN�S
Cuando la armon�a de un matrimonio es interrumpida, la ayuda y el �nimo que el hombre deber�a recibir de su mujer son arrebatados. Los sentimientos de rechazo, inseguridad y fracaso, comienzan a evolucionar. Para ese punto, las partes que componen el matrimonio vienen a ser como un juego en manos de Satan�s. La siguiente situaci�n imaginaria muestra c�mo a menudo esto sucede:

1. Satan�s Prepara Su Trampa
Usted es un pastor y Dios lo comienza a bendecir. Su ministerio se extiende y crece. Eventualmente la necesidad de emplear m�s tiempo para mantenerse al d�a con las demandas de la iglesia, aumenta. Este problema usualmente emerge con m�s rapidez en aquellos de nosotros que no somos muy buenos en manejar nuestro tiempo y que no sabemos c�mo delegar responsabilidades.

Cada d�a tiene m�s cosas que hacer y gradualmente se encuentra menos en su hogar. El tiempo que emplea en su hogar, no es tan tranquilo como sol�a ser. A menudo est� preocupado con las cosas que suceden en su ministerio o puede encontrarse pensando demasiado acerca de los planes para lanzar un evangelismo o ense�anza b�blica m�s pr�speros.

a. Orgullo En Su Ministerio. Est� sintiendo una nueva satisfacci�n por lo que est� sucediendo en su ministerio. Eso no es extra�o, puesto que Dios dise�� que el hombre hallara gran satisfacci�n personal a trav�s del trabajo que le llam� a realizar.

A medida que ve que Dios le usa m�s y m�s, obtiene m�s satisfacci�n personal del trabajo que nunca antes.

Ahora, este no es el caso en las mujeres. Aunque una mujer obtiene gran satisfacci�n de su trabajo, su mayor satisfacci�n viene del ser amada y cuidada por su esposo.

Mientras usted se envuelve m�s en su emocionante ministerio, algunos peligros serios comienzan a emerger. Hay tiempos en los que el emplear m�s tiempo en el trabajo es inevitable. Su responsabilidad como pastor o maestro lo requiere.

No obstante, el orgullo puede comenzar a jugar una parte muy sutil en este cambio en su horario. Puede que usted haya empezado a sentirse que es indispensable para el �xito de su ministerio; que la iglesia no puede avanzar sin su participaci�n. Si usted ha sido negligente en su obra de entrenar y equipar a otros para el ministerio (Ef 4:11), entonces el trabajo continuar� acumul�ndosele encima, y tendr� m�s de lo que un hombre pueda hacer.

Ah� es donde usted cruza una l�nea muy delicada, una muy dif�cil de discernir, donde un sentido justo de gratificaci�n de que Dios es quien le est� usando, se torna en orgullo. Es enga�ado para creer que es el recurso de su triunfo o �xito. Se enorgullece de estar tan ocupado, de su importancia propia y de su supuesta grandeza.

b. Menos Tiempo Para El Hogar. Mientras tanto, la situaci�n de su hogar comienza a cambiar. No solo est� empleando menos tiempo con su familia, sino que el tiempo que pasa con ella no es de la misma calidad de antes.

Tambi�n ha sido negligente en reconocer que su esposa no es tan feliz como lo era antes. Su comunicaci�n con ella ha venido a ser superficial. Cuando usted se cas� con ella, la amaba intensamente y se lo demostraba. Pero ahora ella siente que su posici�n es secundaria a otras partes de su vida.

Un d�a cuando lleg� a su hogar, encuentra a su esposa enojada, quej�ndose y haci�ndole demandas. Si es del tipo que todo lo calla, se retrae y se pone de mal humor. Ella desea m�s de su tiempo y de su atenci�n.

No ha entendido una cosa, que el ministerio y lugar en el liderato que una vez era su gozo mutuo, ahora es su rival y enemigo. Ella siente que tiene que competir con su ministerio, por su amor y por su consigna.

c. Rechazado Por Su Esposa. "�Ella comienza a rechazar la voluntad de Dios!" pensar� usted. Aunque trata de ser amable y cari�oso, desde ese punto en adelante, su matrimonio comienza a deteriorarse. Usted siente que su esposa es un adversario, haci�ndole requerimientos injustos y d�ndole resoluciones terminantes e injustas. "Tu ministerio, o yo", parece estar diciendo.

Una esposa sabia y comprensiva, reconocer�a lo que est� sucediendo. Ella tratar�a de respaldar a su marido y mostrarle su amor. Luego le explicar�a lo mucho que est� sufriendo, apelando ante su esposo para que trate de comprender su necesidad.

Lamentablemente, la esposa est� demasiado herida como para hacer uso de la raz�n. En lugar de ello, irrumpe en ira y rechazo, empeorando las cosas.

Justamente cuando llegaron al punto que ambos hab�an so�ado y su ministerio hab�a comenzado a prosperar, al parecer su esposa se vir� en su contra.

Es obvio que sus relaciones sexuales hab�an comenzado a deteriorarse. Ya no se siente seguro o necesitado en su hogar. Su casa ya no es el puerto que sol�a ser, ni tampoco un lugar donde reine la paz. Aunque esto causa gran dolor, usted trata de evadirlo por medio de lanzarse con todas las fuerzas que tiene dentro del ministerio.

Muy pronto descubre que aun la satisfacci�n que recibe de su trabajo en el ministerio, no le ayuda a sosegar el dolor de verse rechazado por su esposa. Su inseguridad aumenta y comienza a sentirse infeliz acerca de su situaci�n en general, y Satan�s coloca su �ltima trampa.

A medida que la situaci�n en su hogar empeora, algo en su subconciencia ha empezado a suceder. El rechazo de su esposa ha herido su orgullo, pero usted encuentra dif�cil ver que usted mismo fue quien ayud� a crear todo ese laberinto. No puede reconocer que la culpa de todo el problema es suya. Como resultado, usted le echa la culpa a la indisposici�n de su esposa al no tratar de entenderle.

Tal vez crea que ella no le ama como antes. Est� herido. Necesita reafirmaci�n. Puede que sienta inconscientemente la necesidad de reconfirmar su virilidad (masculinidad), demostrando que el rechazo de su esposa, como lo ve usted, no ha cancelado su masculinidad.

2. La Trampa Funciona
Como l�der de la Iglesia, usted efect�a muchas sesiones de asesoramiento. Durante ese lapso de tiempo en tal ministerio, las personas comparten muchos problemas �ntimos con usted. La mayor�a de ellas son mujeres.

a. Consejer�a. �Una tarde tr�gica, sucedi� lo inevitable! Usted ha estado aconsejando a una joven casada en su congregaci�n varias ocasiones. Aunque ella es una de las personas m�s espirituales en la iglesia, ha estado sufriendo durante mucho tiempo como resultado de un matrimonio prematuro con un esposo incr�dulo y alcoh�lico.

Ella procur� su asesoramiento marital porque necesitaba ayuda para anclar su fe y crecer en madurez a pesar de la situaci�n insoportable de su hogar. Su asesoramiento le ha tra�do mucha paz y ayuda.

Usted tiene una relaci�n de confianza, probablemente le ha compartido algo de sus problemas.

En sus conversaciones con ella, ha descubierto que es una persona muy comprensiva... a�n m�s que su esposa.

b. Lo Inesperado Pasa. Quiz�s la condici�n de su hogar fue particularmente desagradable durante los �ltimos d�as, y ha estado sintiendo el dolor del rechazo de su esposa m�s intensamente que nunca. Por alguna raz�n esa sesi�n de asesoramiento ha sido emocionalmente m�s afectuosa que lo acostumbrado. Cualquiera que fuera la raz�n, sucede lo inesperado. Tal vez un roce inadvertido o una mirada afectuosa comunica un mensaje que no era el intencionado; esto inflam� sus emociones.

Usted ya estaba debilitado debido a las circunstancias de su hogar. Su defensa est� abatida y se siente solo, sin protecci�n. Satan�s mueve el resorte de su trampa y repentinamente ambos se encuentran abraz�ndose. Esta viene a ser la primera de una serie de entrevistas ad�lteras. �Ya cay� en la trampa del pecado sexual!

c. Puede Pasarle A Cualquiera. Esta es una ilustraci�n imaginaria, pero ha sido extra�da de las experiencias que he visto en los pastores y l�deres de iglesias que han sacrificado toda una vida de trabajo en el altar pagano de unas relaciones sexuales il�citas. Aunque los detalles puede que no sean exactamente iguales, los principios son ciertos. Esto le puede suceder a cualquiera que se descuide.

La v�ctima de esta trampa cruel y demon�aca puede que trate de justificarse a s� misma al culpar a su esposa, a la aconsejada o a un sinn�mero de otros factores.

Si es sabio, lo que har� es arrepentirse y poner la culpa en el lugar que pertenece: en sus deseos carnales desenfrenados. Como ocurri� en este caso, las concesiones morales usualmente son el resultado de la inseguridad en sus propias relaciones maritales. Esta inseguridad casi siempre viene como resultado del descuido de su esposa y familia.

D. SU RELACION M�S IMPORTANTE
Las relaciones m�s importantes que un pastor tiene adem�s de las que tiene con el Se�or, son las de su esposa. "Por tanto, dejar� el hombre a su padre y a su madre, y se unir� a su mujer, y ser�n una sola carne" (Gn 2:24). Si Dios ha escogido que un hombre tenga una sola esposa de por vida, entonces su primera responsabilidad es esa esposa. No es la voluntad de Dios que algo interfiera con esas relaciones.

El mismo Dios que le ha llamado al ministerio, le dio la esposa que tiene y le ordena que la ame (Ef 5:25). �l ordena que su afecto por su esposa sea m�s fuerte que cualquier otra cosa, excepto su amor por �l.

�Entienda esto! No hay diferencia alguna para su esposa si su trabajo y otra mujer le roban su amor. En ambos casos, ella pierde su amor y consigna de cualquier manera, y su dolor es el mismo.

1. Amad A Vuestras Esposas, As� Como Cristo Am� La Iglesia
Dios no s�lo nos ordena que amemos a nuestras esposas, sino que tambi�n nos dice el c�mo: "Maridos, amad a vuestras mujeres, as� como Cristo am� a la iglesia, y se entreg� a s� mismo por ella… Para present�rsela gloriosa para s�, una iglesia que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante…

As� tambi�n los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a s� mismo se ama. Porque ninguno aborreci� jam�s a su propia carne, antes la sustenta y la cuida como tambi�n Cristo a la iglesia…

Por esto dejar� el hombre a su padre y a su madre, y se allegar� a su mujer, y ser�n dos en una carne" (Ef 5:25-31).

La orden o mandato original de Dios al hombre, fue que dejara a su padre y madre, a fin de entregarse de lleno al cuidado de su esposa. Cuando un hombre y una mujer aprenden a entregarse al mutuo cuidado de s� mismos, de seguro que habr� plena satisfacci�n en sus relaciones maritales, unas que nunca encontrar� en alg�n otro lugar.

Esto significa que usted y yo, como l�deres de la Iglesia, primero tenemos que rendir nuestras vidas en beneficio de nuestras esposas. El dedicar nuestras vidas al ministerio, a nuestro reba�o o a cualquier otra cosa a expensas de nuestra familia, de seguro que viola el mandato de Dios. Esto abrir� una puerta a trav�s de la cual Satan�s entrar� para tratar de destruirnos.

a. Mantenga Su Pacto. Cuando usted se cas�, prometi� que amar�a y cuidar�a a su esposa fielmente por el resto de su vida. Si usted viola este pacto y pasa por alto sus prioridades, herir� los sentimientos de su esposa y har� que se amargue en contra suya. Esto lo conducir� hacia su posible rechazo y a la tentaci�n de que su orgullo o virilidad sean heridos.

No obstante, si cumple con su compromiso hacia su esposa, descubrir� que puede edificar un matrimonio consistente, y a la vez protegerse contra las estrategias de Satan�s para atraparle en el pecado de adulterio.

Dios no desea que mimemos ni consintamos los caprichos carnales de nuestras esposas. Tanto el esposo como la esposa son llamados a ayudarse mutuamente para crecer en la gracia y madurez cristiana. No obstante, necesitamos ser muy diligentes en el asunto de que al no mimar a nuestras esposas, vayamos a olvidar nuestro voto de amarlas y estimarlas.

b. Edifique Sobre Fundamento S�lido. Su esposa no es la �nica que se beneficiar� cuando la ame de la manera en que Cristo am� a la Iglesia. Usted se beneficiar� tambi�n.


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