A medida que contin�a recibiendo bendiciones del Se�or, su naturaleza pecaminosa comienza a despertar y es tentado a hacer mal uso del dinero de Dios. El dinero que le fue dado para bien, se convierte en una tentaci�n para mal, corrompiendo de esa manera su ministerio.

b. Ego�smo Revelado. Usted se preguntar�: "�C�mo puede saber respecto a si tendr� un problema con el poseer mucho dinero, sino hasta que lo tenga? Puedo decir lo que una persona har� con mil d�lares por lo que hace con un s�lo d�lar.

"El que es fiel en lo muy poco, tambi�n en lo m�s es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, tambi�n en lo m�s es injusto" (Lc 16:10). El c�mo usted emplea el poco dinero que posee; es un cuadro del c�mo emplear� grandes sumas de dinero.

En 1950, cuando me estaba preparando para ser un misionero, me mud� a un dormitorio comunal en el "campamento de preparaci�n de misioneros". (As� le llamaban al lugar). Est�bamos diecisiete en ese dormitorio.

El estudiante bajo entrenamiento que serv�a como cocinero esa semana, ten�a que comprar los alimentos o v�veres. Cada persona estaba supuesta a contribuir tres d�lares semanales al "fondo de alimentos". Esta contribuci�n proveer�a cincuenta d�lares a la semana para comprar v�veres que alimentar�an a diecisiete estudiantes.

Despu�s de las primeras tres semanas, solamente tres de nosotros de los diecisiete, continuamos contribuyendo fielmente para el fondo de v�veres. Todos los dem�s se inventaron excusas para no dar lo que se deber�a compartir. Esta fue una dura prueba para m� cuando lleg� mi semana de alimentar a los diecisiete con nueve d�lares que ten�a.

Durante ese a�o, se desat� un incendio muy serio en el bosque cerca del lugar donde estaba ubicada la escuela b�blica misionera y se les pidi� a los estudiantes que ayudaran a apagar el fuego. Fue un trabajo arduo y agotador, pero la paga fue buena. Los que participaron en tal tarea recibieron un salario de cuarenta d�lares por d�a.

Cuando el fuego fue extinguido, algunos de los alumnos en mi dormitorio, regresaron de un viaje de compras al pueblo con c�maras nuevas, armas y equipos de pesca nuevos. "Como misioneros, tenemos que tomar buenas fotograf�as, cazar y pescar para alimentarnos", razonaron ellos.

No obstante, �sabe una cosa? Cuando regresamos al dormitorio y a la rutina de nuestros estudios, nadie m�s pag� su cuota para el "fondo de v�veres" que los que sol�an hacerlo antes.

Solamente tres, de los diecisiete, perseveramos en nuestra determinaci�n de ser misioneros. Apuesto que usted sabe cu�les fueron esos tres. Aunque los dem�s estaban convencidos de que las razones por las cuales hab�an comprado sus c�maras, armas y equipos de pesca eran buenas, hab�an demostrado a todos que eran b�sicamente ego�stas de coraz�n, y una persona ego�sta jam�s podr� ser un buen predicador.

8. Tres Debilidades Que Vigilar
Tres debilidades usualmente nos dejan saber si tenemos un problema con el amor al dinero:

• ego�smo,
• mala administraci�n, y
• falta de diligencia en el ofrendar.

a. El Ego�smo. Hay muchos ministros en Am�rica que utilizan el dinero del Se�or para comprar autom�viles y casas lujosas, o para edificar catedrales religiosas muy costosas. Ellos dicen: "Lo usaremos para Su servicio".

Hacen exactamente lo que hicieron los estudiantes del dormitorio de la escuela donde se preparaban los misioneros. El hecho de comprar una c�mara nueva de cien d�lares, o un santuario de millones de d�lares, puede ser lo mismo, siendo la �nica diferencia la suma de dinero que se emplea en el art�culo.
El ministro que dice: "No existe nada demasiado bueno para el hombre de Dios", a medida que gasta el dinero de Dios en cosas innecesarias en su persona, lo que hace es justificar su ego�smo. Los misioneros en la escuela de entrenamiento prefirieron comprar c�maras m�s bien que donar dinero para el "fondo de alimentos".

El que es fiel en lo poco, tambi�n lo ser� en lo mucho, y el que es infiel en lo poco tambi�n ser� infiel en lo mucho.

�Quiere usted ver c�mo manejar� una suma grande de dinero si el Se�or le permitiera recibirlo? Todo lo que tiene que hacer es observar c�mo gasta lo que actualmente posee. Si es ego�sta con eso, lo ser� tambi�n con un mill�n de d�lares. A menos que se arrepienta, el dinero siempre ser� un problema para usted, a pesar de si la cantidad es mucha o poca.

b. Mala Administraci�n. Una segunda raz�n por la cual el amor al dinero hace caer a los ministros, es la negligencia en comprender que lo que poseen no es de ellos. Una caracter�stica de la Iglesia primitiva fue: "…ninguno dec�a ser suyo propio nada de lo que pose�a…" (Hch 4:32).

Lo que poseemos pertenece a Dios y nosotros s�lo somos administradores de Sus bienes. "Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel" (1 Co 4:2). Un d�a tendremos que dar cuentas a Dios por la manera en la cual hemos usado todo lo que �l nos ha entregado; no solamente el dinero, m�s tambi�n nuestros talentos, tiempo y relaciones con los dem�s. Todo estar� bajo el escrutinio de Su Palabra.

Cuando esto se apodere de nosotros como debiera, nuestras racionalizaciones y justificaciones sonar�n tan insustanciales para nosotros como sonar�an para el Se�or. No requiere mucho esfuerzo de nuestra parte convencernos de que Dios no quiere que empleemos el dinero de la manera en que nuestra naturaleza carnal y ego�sta desea utilizarlo.

Cuando entendemos que alg�n d�a vamos a tener que mirarle directo a Sus ojos que nos traspasar�n con su omnisciencia a fin que le demos cuenta, nuestras excusas comenzar�n a ser un poco flojas. Es muy f�cil para nosotros pensar en las cosas que queremos como las que necesitamos, hasta el punto de perder la habilidad de ver la diferencia. Oremos para que el Se�or nos ayude a mantener la perspectiva apropiada en este respecto.

c. Cuando No Ofrendamos A Dios. Finalmente, es evidente que amamos al dinero si fracasamos en aprender diligencia y disciplina en el asunto del ofrendar. Hay que comenzar a aprender la manera de ser caritativos desde muy temprano.

La fidelidad en el diezmar y ofrendar no es una opci�n en el reino de Dios. Si no est� diezmando, comience a hacerlo inmediatamente. El diez por ciento de todos sus ingresos netos pertenece a Dios. Sea diligente en esto, ya que el no hacerlo, es como robarle a Dios (Mal 3:8-10). �l no bendice a los "ladrones" en el ministerio.

A menudo pensamos: "Pero es que tengo tan poco dinero y tantas necesidades que no puedo diezmar". La verdad es que no podemos darnos el lujo de dejar de diezmar. La verdadera pregunta seg�n Malaqu�as 3:9 es: �Acaso deseo el 100% de mis ingresos con maldici�n, o el 90% con bendici�n?".

Una vez que hayamos comenzado a diezmar, necesitamos comenzar a dar ofrendas adicionales. Jes�s dijo: "Dad y se os dar�; medida buena, apretada, remecida y rebosando dar�n en vuestro regazo; porque con la misma medida con que med�s, os volver�n a medir" (Lc 6:38).

Jes�s estaba tratando con un principio muy importante en esta declaraci�n acerca del ofrendar.

Si usted ofrenda para la obra del Se�or por cucharaditas, Dios le bendecir� usando esa misma medida. Si ofrenda para la obra de Dios usando copas llenas, �l le bendecir� de la misma manera. "Porque con la misma medida con que med�s, grande o peque�a, os volver�n a medir".

Cuando visit� Papua, Nueva Guinea hace unos a�os atr�s, estaba retando a los misioneros y pastores nacionales para que ense�aran a su pueblo a ofrendar y a pagar sus diezmos. - "�Oh!" - dijeron - "Las personas son muy pobres para ofrendar".

Aunque Papua, Nueva Guinea no es uno de los pa�ses m�s ricos en el mundo, est� en mejores condiciones que la mayor�a. No observ� a nadie muri�ndose de hambre all� como he visto en muchos otros pa�ses. La gente estaba muy bien vestida, y se ve�an saludables.

Les dije a los l�deres: "El problema no es la pobreza financiera, sino m�s bien la espiritual. Ellos son exactamente como ustedes; si ustedes como l�deres no tienen fe para dar, lo mismo sucede con la gente".

D. OFRENDAR: FUENTE DE LAS BENDICIONES DE DIOS
El ofrendar es cuesti�n de fe, no de lo que tenemos. Como ejemplo, el siguiente es un principio espiritual con el cual no estar� de acuerdo a menos que tenga fe:

Despu�s de que haya donado un d�lar en diezmo de sus diez d�lares que tuvo de ingreso, los nueve d�lares sobrantes con la bendici�n de Dios sobre ellos, satisfar�n mejor sus necesidades que los diez d�lares sin la bendici�n de Dios. (Regrese y vuelva a leerlo otra vez).

Ning�n maestro de matem�ticas en el mundo (a menos que sea un diezmador), estar�a de acuerdo con este principio. El entendimiento natural del hombre dice: "Diez d�lares rendir�n m�s que nueve d�lares". Esto es cierto, a menos que el milagro de multiplicaci�n de Dios descienda sobre los nueve d�lares sobrantes. (Eso mismo suceder� si diezma regularmente).

Cuando el ni�o, en la Biblia, le dio a Jes�s una ofrenda de fe en sus cinco panes y dos peces, era todo lo que ten�a (Jn 6:9). �Qu� le pas� al ni�o? �Acaso se qued� con hambre? �No!

Cuando Jes�s concluy� de bendecir su ofrenda, pudo alimentar una multitud de cinco mil hombres, adem�s del ni�o. Luego, Jes�s tom� otra ofrenda de los peces y el pan sobrante, y llen� doce cestas.

El ni�o dio apenas cinco panes y dos peces, y recibi� de vuelta doce cestas llenas de pan y pescado. As� es como Dios multiplica en bendiciones y riquezas a los que ofrendan voluntariamente.

Les expliqu� estos principios a los l�deres de la Iglesia en Nueva Guinea. Les ped� que si pod�a predicar sobre el tema del ofrendar en el servicio del domingo por la ma�ana despu�s de que la ofrenda fuera recogida. Ellos estuvieron de acuerdo. Tomaron la ofrenda el domingo por la ma�ana y se levantaron como doscientos d�lares por las doscientas personas que asistieron.

1. La Fe Y El Ofrendar
Me levant� y les expliqu� a las personas que Dios nos pide que demos porque �l quiere bendecirnos. �l no es pobre; tampoco necesita nuestro dinero, no obstante, necesitamos Sus bendiciones. "Empero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es menester que el que a Dios se allega, crea que le hay…" (He 11:6).

Nunca tendremos sus bendiciones sin fe. Dios nos pide que ofrendemos para ense�arnos sobre la fe. Se necesita fe para ofrendar. As� que cuando ofrendamos, estamos ejerciendo la fe. Esto agrada a Dios y por eso nos bendice.

Si usted no necesita las bendiciones de Dios o si no las quiere, entonces, no ofrende. Guarde su dinero para usted, y la maldici�n que acompa�a el no tener fe, ser� suya.

No obstante, usted puede dar de su dinero para la obra de Dios y ver c�mo "…el abre las ventanas de los cielos y vaciar� sobre vosotros bendici�n hasta que sobreabunde" (Mal 3:10).

a. Poni�ndola En Pr�ctica. Despu�s del mensaje, les pregunt� a las personas: "Si hubiera predicado sobre salvaci�n esta ma�ana, �qu� esperar�an que hiciera despu�s? Ellas respondieron: "Les habr�a dado la oportunidad a los pecadores para que se salvaran".

Les volv� a preguntar: �Si hubiera predicado sobre sanidad divina, �qu� esperar�an que hiciera despu�s?

Respondieron: "Orar�a por los enfermos y les dar�a la oportunidad de ser sanos".

Continu�: "Esta ma�ana prediqu� sobre el ofrendar, �qu� debo hacer?" Todos dijeron gritando: "�Recoger una ofrenda!" Y eso fue lo que hice.

Cuando terminamos de hacerlo y la contamos, el total ascendi� a Mil doscientos d�lares. Eso fue como seis veces m�s que la primera ofrenda que se levant�, y fue donada por "aquellos pobres ciudadanos de Nueva Guinea".

Les dije a los l�deres: "�Ven ustedes? La raz�n por la cual no ofrendan es porque est�n esperando que ustedes les ense�en la Palabra de Dios. ‘La fe viene por el o�r... la palabra de Dios' (Ro 10:17). Cuando su fe es exonerada, ellos ofrendar�n".

Repet� esa demostraci�n en una segunda iglesia en un �rea rural con los mismos resultados. Los misioneros y los l�deres nacionales, se asombraron de cu�n grandes eran las ofrendas cuando las personas ofrendaban con fe.

b. Doble Diezmo. Dios me ret� a diezmar el veinte por ciento en lugar del diez por ciento de mi ingreso personal cuando estaba recibiendo un salario de diez d�lares semanales (en la primera iglesia que fui pastor).

A trav�s de esa experiencia, aprend� los principios que compart� con usted. Dios cumpli� Su Palabra en mi vida. Me bendijo, bendijo a mi familia y mi ministerio con tantos milagros de provisi�n divina, que no pod�a contarlos todos.

2. La Medida De Nuestro Ofrendar
La m�s grande de todas las donantes en la Biblia, fue una viuda que ech� las �nicas dos blancas que ten�a (cerca de dos centavos). Jes�s la vio y dijo: "…esta pobre viuda ech� m�s que todos" (Lc 21:3). Dios mide nuestro ofrendar por lo que nos queda en el bolsillo, y no por lo que hemos echado en el plato de la ofrenda.

He visto muchos l�deres de iglesias alrededor del mundo que desean que sus miembros ofrenden para sostenerlos a ellos y a sus iglesias. Pero ellos mismos no diezman ni ofrendan.

Se quejan acerca del poco dinero que tienen todo el tiempo. �No es de sorprenderse del porqu�? Nunca tendr�n las bendiciones prometidas a los dadores, hasta que practiquen lo que predican.

La codicia puede dominarnos f�cilmente si no aprendemos este importante principio en la econom�a del reino: "�Dad y os ser� dado!"

Si retenemos nuestras vidas para nosotros mismos, de seguro que las perderemos (Lc 17:33). Si somos taca�os con nuestro dinero, tambi�n terminaremos perdi�ndolo todo. Si damos lo que tenemos, experimentaremos el aumento de Dios como nunca antes.

Muchos de nosotros tenemos muy poco porque no somos generosos con nuestros recursos. Jes�s dice: "Dad y os ser� dado". No hay otra mejor manera de superar la avaricia o la codicia que por medio de aprender a ser generosos con lo que tenemos.

3. Principios Del Reino
Nuestra actitud hacia el dinero es de suma importancia. Si somos fieles en aprender y observar algunos principios b�sicos de la econom�a del reino, comenzaremos a ver desaparecer nuestros problemas monetarios.

a. Todo Dinero Es De Dios. "De Jehov� es la tierra y su plenitud; el mundo y los que en �l habitan" (Sal 24:1; 50:12).

"M�a es la plata, y m�o el oro, dice Jehov� de los ej�rcitos" (Hag 2:8).
Aun el dinero que los pecadores poseen pertenece a Dios, y un d�a tendr�n que entregarlo al pueblo de �ste (Hag 2:8; Pr 13:22; 28:8). Dios hizo todas las cosas de valor y nunca ha renunciado a su posesi�n.

En este mundo ca�do y dominado por el pecado, la mayor�a de las riquezas son controladas por los pecadores. Esto es as� porque los sistemas del mundo est�n bajo el control de autoridades espirituales perversas. No obstante, un d�a Dios hablar� una palabra y todas las riquezas del mundo ser�n derramadas en el cofre del reino de Dios.

b. Dios Es Quien Nos Da El Dinero. El Se�or ha prometido cuidar de Sus hijos y suplir sus alimentos, ropas, hogares y las dem�s necesidades de la vida que necesiten. Trabajamos en nuestros trabajos para el servicio del Se�or. Dios provee nuestro ingreso al darnos nuestro trabajo.

Dios nos da dinero a fin de que tengamos suficiente para donar para Su causa y prop�sitos sobre la tierra. Debemos usar el dinero que �l nos da con la sabidur�a de mayordomos prudentes. Sin embargo, a veces hacemos todo lo contrario. �l quiere que usemos el dinero y amemos las personas, pero lo que hacemos es amar el dinero y usar a las personas.

�Puede usted imaginar lo que suceder�a si todos comenzamos a someternos a la direcci�n del Se�or con relaci�n a la manera en que usamos el dinero que �l pone en nuestras manos?

Si todos nosotros los cristianos trabajamos fuerte y ganamos dinero a fin de practicar la generosidad entre unos y otros, de cierto que no habr�a escasez entre el pueblo de Dios en cualquier parte del mundo.

c. Ya Sea Dios O Nuestro Dinero, Determinar�n El C�mo Vivamos Y Ministremos. Hay muchos grandes l�deres en la Iglesia, quienes deciden d�nde ense�ar�n y a qui�nes predicar�n, si la cantidad de dinero por sus servicios es apropiada.

A eso es lo que Jes�s llam� "asalariado" en el cap�tulo 10 de Juan. Un "asalariado" hace su trabajo por paga o salario. No tiene inter�s ni amor por el bienestar de las ovejas que cuida. Solamente se interesa en recibir su paga.

No hay nada tan falto de �tica. Nada es m�s corrupto que tales t�cticas, y est�n propagadas por todas partes.

Tales pr�cticas, identifican r�pidamente a los "asalariados" y a los "arrendadores", y ambos tomar�n la marca de la bestia. "…ninguno que pudiese comprar [emplear] o vender [asalariado], sino el que tuviera la se�al… de la bestia" (Ap 13:17).

"Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio… y que no hab�an adorado la bestia… y que no recibieron la se�al… y vivieron y reinaron con Cristo mil a�os" (Ap 20:4).

1) No Asalariados. No habr� amos o arrendadores, ni jornaleros o asalariados en esa compa��a de gobernadores santos. Esos "mercaderes" religiosos, ser�n parte de los muertos que resucitar�n cuando los santos hayan concluido los mil a�os de reinado con Cristo en la tierra. Resucitar�n para ese tiempo, para rendir cuentas ante el Rey de reyes: "quien juzgar� a vivos y a muertos".

Pablo pregunt�: "�Qui�n est� calificado para predicar el evangelio?" �l contest� su pregunta con las siguientes palabras:

"Solamente aquellos quienes, como nosotros mismos, son hombres de integridad enviados por Dios, hablando con el poder de Cristo.

"Nosotros no somos como aquellos vagabundos, y hay muchos de ellos, cuya idea de esparcir el evangelio es obtener buenas ganancias del mismo".

Son muchos los que desean hacer de la Palabra de Dios un "negocio".

Zacar�as profetiz� acerca de un d�a glorioso en el cual "... toda olla en Jerusal�n y en Jud� santidad a Jehov� de los Ej�rcitos: y todos los que sacrificaren [vinieren a adorar], vendr�n y tomar�n de ellas gratuitamente, y cocer�n en ellas: y no habr� m�s traficantes de avaros [cananeos] en la casa de Jehov� de los ej�rcitos en aquel tiempo" (Zac 14:21).

Los sacerdotes corruptos en el tiempo de Zacar�as, hac�an "tratos" con los negociantes locales para vender animales "oficialmente santificados" y ollas de hervir en las cuales preparar los sacrificios que ser�an ofrecidos en el Templo. Los sacerdotes corruptos recib�an un "porcentaje" de cada venta.

Fue contra aquellos negociantes corruptos que Zacar�as (y cinco siglos m�s tarde, Jes�s) emple� un lenguaje censurador.

En ning�n otro tiempo Jes�s mostr� tanta ira como lo hizo contra aquellos que "compraban y vend�an en el Templo". Tom� un l�tigo y los ech� a todos fuera. Luego declar�: "… mi casa, casa de oraci�n ser� llamada… mas vosotros la hab�is hecho cueva de ladrones" (Mr 11:17).

Al comienzo y al final de Su ministerio, Jes�s limpi� el Templo por medio de echar fuera a los "mercaderes". Creo que eso es prof�tico de la era de la Iglesia, el Se�or trat� muy �speramente con este tipo de personas (Anan�as y Safira, Hechos 5). Espero ver Sus juicios caer sobre los "mercaderes" en estos �ltimos d�as de la conclusi�n de la era de la Iglesia.

As� que, l�deres, �ESTAD ALERTAS! "�Empero Dios, disimulando los tiempos de esta ignorancia, ahora denuncia a todos los hombres en todos los lugares que se arrepientan!" (Hch 17:30).

Pastores y evangelistas nacionales, no vendan sus dones a nadie, sin importar el dinero que les ofrezcan. Un hombre genuino de Dios le dir� a los "arrendadores": "Tu dinero perezca contigo, que piensas que el don de Dios se gane por dinero" (Hch 8:20).

2) Buscad Primeramente El Reino. Por supuesto que Dios cuidar� de los Suyos. Si usted "busca primeramente el reino de Dios y su justicia, todas las dem�s cosas [que usted necesita], le ser�n a�adidas" (Mt 6:33).

El jornalero es digno de su salario (paga), pero nunca deber� ser un "asalariado". Un verdadero pastor, da su vida por las ovejas. Un asalariado ve el lobo (al que le emple�) que viene, y se olvida de las ovejas (lea Juan 10:12,13).

Esto no est� limitado a los l�deres de las iglesias. Muchos cristianos que no son l�deres, escogen donde vivir y qu� hacer con sus vidas seg�n la cantidad de dinero que les ofrecen. Ellos no "buscan primeramente el reino de Dios y su justicia", ni la voluntad de Dios en tales asuntos.

Seg�n Jes�s, esa es la manera en que los incr�dulos viven. Tal cosa es un pecado. Si usted est� viviendo de esa manera, de seguro que estar� errando la voluntad de Dios.

4. Dios Se Complace En Prosperar
Jes�s dijo que si buscamos el reino de Dios primero, �l agregar� todas las dem�s cosas. Puede que �l nos pruebe por un tiempo, pero de seguro que bendecir� a los que pongan Su reino y Su justicia en primer lugar en sus vidas.

La voluntad de Dios es que prosperemos en todas las dimensiones de nuestras vidas (3 Jn 2). No obstante, a menudo evitamos que tal prosperidad tome lugar en nuestras finanzas, debido a que violamos los principios b�sicos requeridos en la administraci�n de nuestro dinero.

Una de las razones por las que algunos son pobres y est�n necesitados se debe a su negligencia de no ofrendar para la obra de Dios. Temen que si hacen donaciones para la difusi�n del evangelio, les ir� peor. La verdadera liberaci�n financiera viene �nicamente cuando administramos el dinero de la manera que agrada a Dios.

a. Principios Financieros Del Reino. Por otro lado, los pastores en algunos de los pa�ses m�s pobres del mundo, est�n experimentando las bendiciones de Dios sobre sus habitantes con dinero. �Por qu�? Porque ellos practican los principios de las finanzas del reino como aparecen bosquejados anteriormente: por medio de ofrendar sacrificada y alegremente.
La manera de hacer que esto suceda, es comenzando a diezmar primero que nada a la tesorer�a de la iglesia local, ofrendando para los fondos misioneros y para otras organizaciones y obras en otros pa�ses. Cambie sus oraciones de unas ego�stas y dirigidas a s� mismo, por oraciones en beneficio de otras personas. �Acaso no es a esto a lo que Santiago se refiere cuando dice: "Ped�s, y no recib�s, porque ped�s mal, para gastar en vuestros deleites" (Stg 4:3)?

Dios no contestar� nuestras oraciones, por m�s dinero, si es para emplearlo en nuestras propias personas. �l s�lo exonerar� mayores recursos sobre nosotros, cuando conoce que nos hemos arrepentido de nuestro ego�smo y hemos comenzado a ser dadores alegres.

E. CONCLUSI�N
La codicia es idolatr�a cuando somos impulsados por la avaricia y, de esa manera, comenzamos a servir a nuestros intereses personales primero. Al hacerlo, estaremos obedeciendo los dictados de nuestro ego�smo carnal, m�s bien que los impulsos del Esp�ritu de Dios.

La codicia, es una manera sutil de poner algo en nuestras vidas que toma el lugar de Dios. Colocamos nuestros propios intereses en primer lugar y los de Dios en segundo lugar. De esa manera, nos convertimos en siervos de Mamm�n. Tenemos que afrontar esta realidad francamente: Somos avaros hasta el grado de permitir que el amor al dinero nos controle.

El amor al dinero es la ra�z de todos los males. Si permitimos que nuestro dinero nos diga lo que tenemos que hacer, rehusaremos escuchar y dar la primac�a a Dios en nuestras vidas. Si Dios no es quien debe ense�arnos c�mo manejar el dinero, entonces Satan�s lo har�.

La econom�a de este mundo est� basada sobre la codicia. La mayor�a de las guerras, si no todas, han sido peleadas por la avaricia de las naciones. La mayor�a de los cr�menes son el resultado de un hombre que satisface su codicia a expensas de otro.

La mayor�a de los grupos de la poblaci�n de este mundo, est�n divididos conforme su enfoque a la econom�a. Pero los cristianos pueden ser libres del control que pueda tener el mundo sobre sus finanzas a medida que son fieles en su caminar seg�n los principios financieros de Dios. Repas�moslos brevemente:

1. �Decida Servir A Dios Y No A Mamm�n!
Jes�s lo hizo bien claro cuando dijo: "No pod�is servir a Dios y a Mamm�n [las riquezas]". Tiene que escoger el uno o el otro. Tiene que decidir de una vez por todas que no le va a permitir a las finanzas que controlen cualquier decisi�n que usted haga. Haga de sus finanzas una cuesti�n de oraci�n, tanto como lo haga con cualquier otra parte de su vida y ministerio.

2. �Trate Rudamente Con Cualquier Sentimiento De Amor Que Pueda Sentir Hacia El Dinero En Su Vida!
"Porque el amor al dinero es la ra�z de todos los males" (1 Ti 6:10). El mal estar� presente en su vida, dependiendo del grado del amor que tenga hacia el dinero. Cuando ama al dinero, estar� abriendo la puerta de su personalidad hacia la actividad del poder demon�aco que yace detr�s de la misma. Pablo amonesta al joven Timoteo a "huir de estas cosas, Oh hombre de Dios" (1 Ti 6:11).

3. �Determ�nese A Vivir Seg�n Los Principios De Las Finanzas De Dios!
La liberaci�n financiera s�lo puede ser experimentada por los que obedecen al Hijo, �quien nos hace verdaderamente libres! Comience a andar en el poder del reino por medio de seguir los principios de Dios firmemente:

�Ofrende! "Dad, y se os dar�". Haga la decisi�n firme de romper la maldici�n de la pobreza por medio de pagar sus diezmos, a pesar de si cree que puede o no puede.

El diez por ciento de sus ingresos pertenecen a Dios, y si es negligente en pagarlos, el "devorador" vendr� y se los arrebatar� con intereses sobre la cantidad robada.

Las ofrendas voluntarias son otra parte importante del dar que Dios quiere que usted practique. Sea generoso con otros y Dios lo ser� con usted.

4. �No Sea Un Asalariado!

Obedezca al Se�or, tome las �rdenes de �l y no las de los "arrendadores" que le corromper�n junto con su ministerio. No fracase en su fe. �l es fiel. �l suplir� todas sus necesidades.

De ninguna manera permita que ofertas de dinero determinen el c�mo vivir� o ministrar�. �No sea un asalariado! Sea un sirviente de Dios, no un sirviente del dinero. �Solamente podemos estar al servicio de Dios, no del dinero! No podemos servir a Dios y a Mamm�n. �A qui�n servir�, a Jes�s o a Mamm�n? Deber� hacer su selecci�n, pues no podr� servir a ambos.

Ore esta oraci�n
Se�or Jes�s, te doy gracias porque T� eres fiel y has prometido darme todas las cosas que necesito en la vida y para vivir en santidad. Muchas gracias por mostrarme que al servir al dinero, es como si le estuviera sirviendo a Satan�s.

Afirmo ahora mismo que solamente T� eres mi Dios. Escojo confiar en ti para todas mis necesidades. Yo s� que T� proveer�s todas ellas si Te sirvo con mi dinero.

Se�or, conf�o en Ti para la fortaleza y gracia que voy a necesitar para cumplir este compromiso de hacer la voluntad de Dios. Muchas gracias por estos pasos hacia la liberaci�n financiera genuina. En el nombre de Jes�s. �Am�n!


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