3. Para Recibir Poder En Oraci�n.
En Hebreos 5:7 hay una declaraci�n extraordinaria: "Cristo… ofreciendo ruegos y s�plicas con gran clamor y l�grimas al que le pod�a librar de la muerte, fue o�do a causa de su temor reverente". Su santidad hizo que Sus oraciones fueran escuchadas y contestadas.

a. Andando Rectamente. Si deseamos tener poder a trav�s de la oraci�n, es vital que andemos en justicia en todo tiempo. La injusticia torna el rostro de Dios contra nosotros.

Si nuestra comuni�n con nuestra familia no es mantenida en su debido orden, ello puede impedir nuestro poder en la oraci�n. "Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso m�s fr�gil, y como coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo" (1 P 3:7).

Si queremos ser poderosos en la oraci�n, debemos recordar que hemos sido "hechos para nuestro Dios, reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra" (Ap 5:10).

La Biblia dice: "…Justicia y juicio son el cimiento de su trono" (Sal 97:2). "He aqu� que para justicia reinar� un rey…" (Is 32:1).

Estos vers�culos establecen tales principios claramente. El trono y cetro de autoridad de Dios, residen sobre los que andan con rectitud y viven vidas puras y santas delante de Dios. Solamente ejercemos la "unci�n de rey", a medida que nos "…limpiamos de toda contaminaci�n de carne y de esp�ritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Co 7:1).

"Por lo cual salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Se�or, y no toqu�is lo inmundo; y yo os recibir�" (2 Co 6:17).

Cornelio era un hombre justo, cuyas oraciones fueron contestadas. "Hab�a en Cesarea un hombre llamado Cornelio… piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hac�a muchas limosnas al pueblo, y que oraba a Dios simpre.

Este vio claramente en una visi�n, como a la hora novena del d�a, que un �ngel de Dios entraba donde �l estaba, y le dec�a… Tus oraciones y limosnas han subido para memoria delante de Dios" (Hch 10:1-4).

Note la conexi�n entre sus limosnas (obras de caridad-altruismo) y sus oraciones. Sus obras de justicia hicieron que Dios escuchara sus oraciones. "Porque los ojos del Se�or est�n sobre los justos, y sus o�dos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Se�or est� contra aquellos que hacen el mal" (1 P 3:12).

Las obras de justicia no compran los favores de Dios, pero s� llaman Su atenci�n cuando oramos. El comportamiento justo y �tico, en realidad son claves [llaves] hacia el poder en la oraci�n.

b. Comprom�tase Con La Justicia. No estoy ense�ando sobre una perfecci�n sin pecado: el estado de ir sobre y m�s all� del pecado. 1 Juan 1:8 nos dice: "Si decimos que no tenemos pecado, nos enga�amos a nosotros mismos, y la verdad no est� en nosotros". Todos fallamos de vez en cuando, pero nuestro compromiso b�sico o deseo de coraz�n es con la justicia.

Existe una gran diferencia entre la pr�ctica del pecado a sabiendas y el fallar que ocurre en un momento de debilidad.

Si estamos comprometidos con la justicia, tales fallas nos impulsan r�pidamente al arrepentimiento y pesar por nuestro pecado. Queremos estar "bien" con nuestro Padre Celestial tan pronto como podamos.

Una vez cuando estaba visitando un lugar donde criaban ovejas, expliqu� la diferencia entre la naturaleza de un cerdo y la de una oveja.

Cuando un cerdo encuentra un lugar pantanoso, se acuesta en �l y disfruta revolc�ndose en �l. Cada vez que puede, regresa a ese lugar lodoso porque para �l es una delicia estar metido en lo sucio. Si una oveja cae dentro de un lugar pantanoso, hace todo el esfuerzo posible para salir de tal lugar, y trata de evitar ese lugar en el futuro.

Despu�s del servicio o reuni�n, uno de los hombres me cont� respecto de una experiencia personal que hab�a tenido en su rancho. La v�lvula de cierre en uno de sus molinos de viento se atasc�. Como resultado, el exceso del agua se acumul� por sobre el tanque de almacenamiento e inund� la tierra de alrededor. Esto cre� un enorme pantano.

Pasaron varios d�as antes de que pudiera examinar todos sus molinos de viento. Cuando termin�, descubri� que una de sus ovejas hab�a ca�do en el pantano al tratar de beber agua de uno de sus tanques.

La oveja hab�a tratado con todas sus fuerzas para salir del pantano hasta que las fuerzas se le acabaron, y muri� tratando de salir fuera. El ranchero dijo: "Eso ilustra la diferencia entre una oveja y un cerdo, �verdad que s�?".

La verdad espiritual de esa ilustraci�n est� expuesta claramente en Hebreos 12:4: "Porque aun no hab�is resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado".

�Acaso es nuestro nivel de comprometimiento con la justicia tan grande que estamos dispuestos a morir antes que caer en la suciedad del pecado?

Si el impulso o motivaci�n b�sica en nuestra vida es no pecar sin importar el precio, no haremos una pr�ctica habitual del pecado. De seguro que actuaremos rectamente para ser justos.

S�, es posible que caigamos o fallemos, pero no permaneceremos en el pecado, ni en condenaci�n (dolor de culpabilidad). 1 Juan 1:9 nos dice con firmeza que siempre podemos confesar nuestro pecado.

Debido al sacrificio de Cristo por nosotros en la cruz, Dios es fiel y justo. "…para perdonar nuestro pecado, y para limpiarnos de toda injusticia". Tambi�n nos restaurar� el gozo de nuestra salvaci�n (Sal 51:11,12).

c. Mantener Equilibrio En Relaci�n Al Pecado. Cuatro veces Pablo nos exhorta y dice: "Fortaleceos [estad firmes] en el Se�or", en Efesios 6:10-14. Satan�s sabe que ser� imposible para nosotros estar firmes si estamos fuera de equilibrio espiritualmente.

Por consiguiente, siempre procurar� llevarnos hacia uno de los extremos. Sat�n tratar� de que adoptemos una actitud casual respecto al pecado o en ponernos bajo tan horrible estado de condenaci�n y culpa que hace que dejemos de seguir a Jes�s.

1) No Ignore El Pecado. En uno de los extremos, el enemigo desear�a que nosotros usemos la gracia de Dios como una excusa para nuestro pecado. Algunos se atreven a decir: "El Se�or entiende que no soy perfecto, y estoy seguro de que ignorar� o pasar� por alto mis faltas y pecados".

Dios ciertamente comprende, pero esa misma raz�n no ignora o pasa por alto el pecado; �l tiene que castigar el pecado. La pena o paga del pecado es muerte. �Quiere usted saber lo que Dios piensa del pecado? Contemple el Calvario. Ese escenario le dir� cu�nto detesta Dios la injusticia o maldad.

Las cosas que le sucedieron a Jes�s cuando fue crucificado, revelan cu�n airado estaba Dios contra el pecado.

"Pero fornicaci�n y toda inmundicia, o avaricia, ni se nombre entre vosotros, como conviene a santos… Porque… ning�n fornicario, o inmundo, o avaro, que es id�latra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios… porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia" (Ef 5:3-6).

Jes�s absorbi� toda la ira de Dios contra el pecador por nosotros los que creemos en �l. "Pues mucho m�s, estando ya justificados en su sangre, por �l seremos salvos de la ira" (Ro 5:9).

Ahora, no se atreva a tratar al pecado como algo casual. Examine el precio que Jes�s pag� para salvarnos de sus consecuencias. �Acaso desear�amos rebajar el valor de Su muerte por medio de vivir vidas desagradables ante �l?

Es mejor que no pasemos por alto o ignoremos el pecado. Es vital que lo confesemos y recibamos el perd�n y limpieza de toda injusticia o maldad.

2) No Viva En Condenaci�n. En el otro extremo, el diablo desear�a que nos sintamos condenados (culpables). Tratar�a aun de que vayamos tan lejos como el dudar de nuestra salvaci�n. �l no puede impedir que lleguemos al cielo, pero tratar� de hacer que nuestro viaje hacia all� sea tan penoso como le sea posible. Algunas personas viven bajo una constante nube de culpa y condenaci�n.

Pablo nos ense�a en Romanos 6:8 que nuestra vida en el Esp�ritu puede llevarnos hasta el punto donde disfrutemos de un hermoso equilibrio. Somos salvos por gracia, no por las obras. No hay nada que podamos agregar a la fe en Cristo. Cuando Cristo clam� sobre la cruz: "Consumado es", �l quiso decir eso mismo, que el precio por nuestro pecado hab�a sido pagado completo. (Ro 8:1).

[Nota: Algunas Biblias incluyen en el Vers�culo 1 las palabras: "...los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Esp�ritu". Esta cl�usula no aparece en el texto original del griego. Los traductores la extrajeron del vers�culo 4. La declaraci�n es incondicional. "Ahora, pues, ninguna condenaci�n hay para los que est�n en Cristo Jes�s". A trav�s del precio que Jes�s pag� por nosotros, podemos estar firmes ante Dios sin temor.]

3) Somos Libres Para Vivir Como Debemos. Esto no significa que hayamos sido librados para pecar sin temor a ser castigados, o para ofender a otros. El perd�n no es libertad para vivir como queramos, sino que es libertad para vivir como debemos.

Dios no s�lo desea liberarnos de la "culpa" del pecado, sino tambi�n del "poder" o h�bito del pecado. La penalidad del pecado fue pagada por Jes�s, a fin de que la ligadura o poder del pecado fuera quebrantada a medida que ponemos nuestra confianza en �l como nuestro Libertador del pecado. "…y llamar�s su nombre Jes�s, porque �l salvar� a su pueblo de [no en] pecados" (Mt 1:21).

El pecado es siempre una posibilidad, pero nunca una necesidad. En otras palabras, podemos pecar pero no tenemos que hacerlo. Debido a Sat�n y a nuestra vieja naturaleza, el pecado es siempre una posibilidad. No obstante, debido a Jes�s y a nuestra nueva naturaleza, no es necesario pecar. "…porque mayor es el que est� en vosotros, [Jes�s] que el que est� en el mundo [Sat�n]" (1 Jn 4:4).

C. VISTIENDO TODA LA ARMADURA DE DIOS
La verdadera marca de un ap�stol es �sta: cuando todos a su alrededor hayan ca�do, �l seguir� firme sobre sus pies.

Pablo fue tal hombre. Es por esa raz�n que sus palabras llevan tal peso y poder: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios…" (Ef 6:12, 13).

Dios nos ha provisto de las armas y de la protecci�n que necesitamos para envolvernos en la guerra espiritual. "Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que pod�is resistir en el d�a malo" (Ef 6:13).

Pablo vivi�, predic� y plant� iglesias dentro de las ciudades del Imperio Romano, el cual, era uno muy perverso, dado excesivamente a la inmoralidad y a las impurezas. Sus habitantes estaban muy envueltos en la adoraci�n de �dolos, en la promiscuidad y pecados sexuales de toda suerte. Los hombres eran impulsados por el deseo ego�sta del poder, los placeres sensuales y la opulencia.

La mente y cuerpo eran tenidos en gran estima por los griegos, pero el esp�ritu del hombre recib�a muy poca atenci�n. La actitud de la �poca era imp�a (no ten�an temor a Dios) y rebelde (contra Dios).

Los hombres se hab�an rendido a los poderes demon�acos y a las influencias de su mundo perverso por todas partes.

1. La Mente: Campo De Batalla Espiritual
"…para que pod�is resistir en el d�a malo… ce�idos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia… tomad el escudo de la fe, con que pod�is apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvaci�n…" (Ef 6:13-17).

Tres piezas importantes de la armadura de Dios son las siguientes: "la coraza de justicia, el yelmo de la salvaci�n" y el "escudo de la fe". Estos, nos ayudan a proteger nuestra mente y emociones.

La mente es el campo de batalla tanto para las fuerzas del bien como para las del mal. Es como el umbral a trav�s del cual la revelaci�n y el enga�o penetran a nuestras vidas. Si no "vestimos toda la armadura de Dios", no podremos "estar firmes contra las asechanzas del diablo" (Ef 6:11).

No podemos descuidar nuestras defensas contra las mentiras y enga�os del diablo. El "yelmo de la salvaci�n" es para proteger nuestras mentes de tales ataques. La "coraza de justicia" y "el escudo de la fe" son para protegernos contra los dardos de fuego (de los pensamientos que Sat�n pone en nuestras mentes). El diablo procurar� disparar sus dardos de fuego de la duda, el temor, la envidia y otros pensamientos pecaminosos para que penetren dentro de nuestras mentes.

Los "dardos de fuego" utilizados en la guerra de aquellos tiempos, eran flechas con sus puntas saturadas de brea o bet�n, las cuales eran encendidas antes de ser disparadas. Tales flechas encendidas, pod�an ser disparadas por sobre las murallas de las ciudades. Los techados de paja eran incendiados f�cilmente con esas flechas y toda la ciudad ard�a en fuego en poco tiempo.

a. Los Pensamientos, Son Los Dardos De Fuego De Sat�n. Un amigo m�o muy devoto estaba experimentando una terrible batalla contra pensamientos impuros. �l amaba al Se�or de veras, y su deseo por sobre todas las cosas era andar en santidad y justicia. Esa clase de cristianos santos a menudo son importunados de esa manera.

Sat�n no es un tonto; �l tiene sus "dardos de fuego" apuntados hacia aqu�llos que llevan puesto el cetro de justicia. Los tales representan una amenaza para su reino tenebroso.

Un d�a, mientras mi amigo estaba ayunando y orando acerca de su problema, el Se�or le revel� lo que estaba ocurriendo. El diablo le estaba enviando pensamientos impuros y luego le acusaba de pensar tales pensamientos.

El diablo le disparaba un dardo de fuego (pensamiento impuro) hacia su mente, con la esperanza de que mi amigo lo recibiera y lo abanicara hasta que se convirtiera en una llamarada de pensamientos impuros. (Podemos hacer tal cosa por medio de alimentar la idea en nuestra imaginaci�n: donde ponemos en acci�n nuestros pensamientos.)

Mi amigo rehus� hacerlo, pero Satan�s volv�a a disparar su pr�xima flecha o dardo de fuego, el de sentirse culpable, acusado y condenado. El dardo de fuego de condenaci�n (el que le hace sentirse culpable y desanimado) no es tan f�cil de apagar, pues creemos que lo merecemos.

El Se�or le mostr� a mi amigo que �l no deber�a sentirse culpable por los dardos que el diablo le disparaba, sino que ser�a responsable de lo que hiciera con ellos. Lo que deb�a hacer era rechazar los malos pensamientos, no retenerlos ni alimentarlos, ni sentirse condenado por ellos. Cualquiera de estas direcciones que tomara debilitar�an su vida espiritual y su tiempo.

b. Nuestra Defensa Contra Los Dardos De Fuego. Luego Dios le mostr� la defensa que ten�a en el yelmo de la salvaci�n, en el escudo de la fe y en la espada del Esp�ritu. Por fe, �l pod�a introducir r�pidamente a Jes�s en el campo de batalla. "Se�or, viste el pensamiento tambi�n, �verdad?... y no vamos a permitir que cumpla su fin. �Satan�s, qu�tate delante de nosotros!"

Tal reacci�n dar� por concluida la cuesti�n r�pidamente. No podemos rendirnos ante la tentaci�n ni sentirnos bajo condenaci�n. Lo m�s seguro es no darle cabida al pensamiento impuro ni sentirnos culpables por el dardo.

De esa manera, podemos continuar reteniendo el "cetro de justicia": la autoridad espiritual en oraci�n.

2. Jes�s: Nuestro Ejemplo
Podemos ver ese mismo principio en las tentaciones de Jes�s. �l fue tentado y probado en toda forma, as� como nosotros, pero sin pecado (He 4:15). Hay muchas lecciones que podemos aprender de Sus tentaciones. Estudiemos la historia juntos.

Jes�s fue guiado por el Esp�ritu al desierto: un �rea silvestre, �rida y rocosa de Judea.

All� pas� cuarenta d�as sin tomar alimentos. Al finalizar Su ayuno, el diablo se le present� para tentarle. Fue tentado tres veces para que desobedeciera la Palabra y voluntad de Su Padre Celestial.

a. �De Qu� Dependi� Jes�s? De Su humanidad, �l ten�a que depender de los mismos recursos con los cuales nosotros tenemos que vencer al mundo, la carne y al diablo. El no dependi� de Sus poderes divinos (Su naturaleza santa), sino totalmente del:

1) poder del Esp�ritu de Dios; y

2) del poder de la Palabra de Dios.

�l tuvo la victoria sobre cada tentaci�n y sali� completamente victorioso. Es muy posible que Jes�s le contara la historia completa a Sus disc�pulos. �l quer�a que ellos, y nosotros, conocieran la manera de ganar sus batallas contra el diablo.

b. �Jes�s Gan� La Batalla Con La Palabra! No sabemos si las tentaciones vinieron a trav�s de las palabras o de los pensamientos. Pero de cualquier manera que vinieran, era la mente de Jes�s lo que Sat�n quer�a invadir.

Las palabras eran reales; las tentaciones eran reales; el diablo era real. Cada poderoso ataque era rechazado por Jes�s con dos palabras diminutas, pero todopoderosas: "Escrito est�..." �l venci� al diablo con la Palabra: la espada del Esp�ritu. �Y nosotros tambi�n podemos hacerlo!

Jes�s comenz� Su estudio de la Palabra de Dios cuando apenas era un ni�o. Estoy seguro de que el Esp�ritu Santo le ayud� a "...guardar la palabra en su coraz�n" (Sal 119:11). La Palabra le guardar�a en obediencia a la voluntad del Padre.

Cuando solamente ten�a doce a�os de edad, los doctores de la ley jud�a que estaban en el Templo se asombraron grandemente de Su sabidur�a y conocimientos de la Palabra (Lc 2:46, 47).

Con el pasar del tiempo continu� siendo la Palabra de Dios, la que �l articulaba con poder y autoridad. Las personas se asombraban y escuchaban con gran admiraci�n. Era la Palabra de Dios en el poder del Esp�ritu lo que hac�a que los demonios temblaran y huyeran aterrados (Lc 4:32-36).

�Oh, nosotros tambi�n necesitamos guardar los dichos (la Palabra) de Dios en nuestros corazones y mentes! �sta, viene a ser como un dep�sito divino, del cual podemos extraer poder para resistir los poderes de las tinieblas. Qu� lecci�n tan importante debemos aprender de esta parte de la vida terrenal de nuestro Se�or.

3. La Palabra De Dios: Nuestra Espada Espiritual.
Hace unos cuantos a�os atr�s, tuve el privilegio de sentarme a los pies del ministerio de un amado anciano y padre en el Se�or. Su padre anim� a mi amigo anciano a memorizar la Santa Palabra de Dios cuando apenas era un ni�o.

Para la edad de doce a�os, ya se hab�a memorizado todas las Ep�stolas de Pablo. A la edad de veinte, ya se hab�a memorizado todo el Nuevo Testamento. Cuando lleg� a la edad de los cuarenta, se hab�a memorizado grandes porciones del Antiguo Testamento.

�l hizo todo eso por medio de memorizarse cinco vers�culos por d�a. En un a�o ya se hab�a memorizado 1,800 vers�culos. El libro m�s extenso del Nuevo Testamento es Lucas; tiene 1,151 vers�culos. El Nuevo Testamento completo tiene 7,597 vers�culos y el antiguo Testamento tiene 22,485.

Este hermano anciano tuvo un tremendo impacto en mi vida. Fue uno de mis maestros en el instituto de entrenamiento para misioneros donde yo estudiaba. Por supuesto que �l esperaba que nosotros tambi�n memoriz�ramos las Escrituras.

Descubr� despu�s de un breve a�o que me hab�a memorizado extensas porciones de las Escrituras del Nuevo Testamento. Tal reserva de verdades vino a ser un dep�sito rico, del cual, el Esp�ritu Santo pod�a extraer durante los tiempos de necesidad y reto. Era una defensa firme contra los ataques del enemigo.

Jes�s nos dice en Juan 14:26 "…el Esp�ritu Santo… os… recordar� todo lo que yo os he dicho".

a. Memorizando La Palabra. El Esp�ritu Santo s�lo puede traer a nuestra memoria lo que hemos almacenado en nuestros corazones, es decir, lo que hayamos le�do y memorizado de la Biblia. �l no puede traernos a la mente algo que jam�s hemos aprendido. El saber esto, deber� motivarnos a memorizar la Palabra de Dios.

Entiendo que la idea de aprenderse porciones b�blicas tan extensas, a veces puede desanimarnos m�s bien que motivarnos. Si esa tarea parece ser demasiado, uno puede comenzar leyendo la Biblia completa una vez al a�o.

Esto requiere leer solo cinco cap�tulos por d�a. (Quiz�s el Nuevo Testamento puede ser le�do completo m�s a menudo.) Entre m�s leamos respecto a las verdades fundamentales de la fe, m�s las retendremos en nuestras mentes, y cuando confrontemos las tentaciones del diablo, podremos hacer uso efectivo de la espada del Esp�ritu. Nuestra mejor defensa es utilizar la misma expresi�n que Jes�s us� cuando le dijo al diablo: "Escrito est�...".

b. Podemos Ser Ganadores. Hay muchos creyentes que todav�a no est�n seguros de sus relaciones con Dios, ni siquiera est�n seguros de su salvaci�n. Esa es la raz�n por la cual hay muchos debilitados e inestables en nuestras congregaciones. Son blanco f�cil de los dardos de la duda y el temor que Sat�n les dispara.

Por consiguiente, pong�monos firmemente sobre nuestras cabezas el yelmo de la salvaci�n y ajustemos los cinturones del escudo de nuestra fe, tomando la espada del Esp�ritu: la Palabra de Dios, con gran confianza.

Tengamos nuestros pies calzados con el apresto del Evangelio, siempre preparados para predicarlo y llevar la paz de Dios a un mundo lleno de turbulencias. De esa manera, estaremos arraigados firmemente para rechazar cualquier ataque del diablo, levantando la espada del Esp�ritu de Dios, que es Su Palabra. Con nuestro clamor o grito de guerra: "Escrito est�...", el enemigo se volver� y huir�. "...resistid al diablo, y de vosotros huir�" (Stg 4:7).

"Y ellos le han vencido [a Sat�n] por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio [confesi�n]..." (Ap 12:11). �Podemos ser vencedores todo el tiempo!

D. GUERREROS DE LA ORACI�N
Pablo estaba bien familiarizado con la naturaleza de este conflicto espiritual. En 1 Corintios 15:32, �l nos cuenta sobre c�mo "...batall� contra fieras" en Efeso. Con tal expresi�n, se est� refiriendo a los poderes del maligno y a los esp�ritus diab�licos que se opon�an a su predicaci�n del evangelio.

1. Los Esp�ritus Demon�acos Son Reales
He ministrado en m�s de 100 regiones del mundo. La mayor�a de ellas han sido naciones paganas (dadas a la idolatr�a). Muchas veces pod�a sentir la cobertura de las tinieblas y la sensaci�n de los poderes del mal. Las obras de arte de los templos paganos exhib�an bestias horribles y demon�acas semejantes a criaturas. Estas simbolizaban los seres espirituales demon�acos que muchos de los artistas hab�an visto.

No son �nicamente los cristianos quienes tienen visiones y ven dentro de las dimensiones del esp�ritu. Los que sirven al diablo tambi�n pueden ver dentro de su mundo de los esp�ritus.

En lugar de ver visiones de Dios y de los santos �ngeles, ven visiones de los poderes del diablo y sus demonios. Ellos son muy reales, como lo pueden testificar aquellos que han viajado por esas partes del mundo.

Los esp�ritus del mal tal vez no se revelen a s� mismos en algunos lugares del mundo, pero son igual de malos y poderosos en su invisibilidad. Algunas veces pueden ser a�n m�s peligrosos en su forma oculta, ya que las gentes no se percatan de su presencia. No tenemos que ir por los alrededores buscando los demonios, sino que necesitamos estar conscientes de que estamos en una guerra espiritual. Si lo estamos, entonces siempre estaremos preparados y en guardia.

2. Satan�s Ataca La Oraci�n
�D�nde batallamos contra el enemigo la mayor�a de las veces? �D�nde concentra �l su ataque contra nosotros? El conflicto m�s intenso lo tenemos en la batalla de la ORACI�N.

Por supuesto que somos confrontados por el enemigo cada vez que procuramos adelantar el Reino de Dios. Pero entre todas las cosas que hacemos, el ministerio de la oraci�n intercesora es a lo que m�s se opone Sat�n.

El prop�sito principal de vestir toda la armadura de Dios (Ef 6:11-17), es para estar listos y preparados para la oraci�n. Despu�s que vestimos la armadura, entonces estamos listos para comenzar a "orar en todo tiempo con toda oraci�n y s�plica en el Esp�ritu…" (Ef 6:18).

CUANDO ORAMOS, somos perturbados por Sat�n. Es en el campo de batalla de la oraci�n donde podemos esperar que �l ataque con ah�nco y resista con toda su fiereza.

3. �Recuerde Su Armadura!
El orar en el Esp�ritu (otras lenguas) nos llevar� al interior de la dimensi�n espiritual, donde la confrontaci�n con los poderes de las tinieblas es m�s fiera. Esa es la raz�n por la cual es importante que entremos a la batalla con toda la armadura espiritual que Dios nos ha dado. Podemos ser heridos y derrotados si olvidamos vestir dicha armadura.

Es verdad que siempre nos movemos en fe, no en temor. No obstante, la fe tiene que ser dirigida hacia aquellos que conocemos. Dios no quiere que "...ignoremos sus maquinaciones [sin conocimiento de los m�todos que el diablo usa]" (2 Co 2:11).

4. Hay Poder En La Oraci�n
Durante los pasados 40 a�os, he visto las victorias que Dios puede traer a trav�s del poder y autoridad de la oraci�n. �Han tenido un tremendo impacto sobre mi vida!

Hace unos a�os, el diablo trat� de debilitarme y destruirme con la plaga del c�lera. Las vacunas que hab�a recibido no me hab�an provisto de la protecci�n que necesitaba. En el curso natural de la enfermedad, pod�a esperar morir en dos o cuatro horas.

Coloqu� mi vida y ministerio en manos del Se�or, sometiendo todas las cosas a Su voluntad. No me estaba rindiendo a una actitud d�bil y sin fe, sino que confes� firmemente que se hiciera la completa voluntad y prop�sito de Dios.

Si mi tiempo de partida de este mundo hab�a llegado, estaba listo para esa hora. "Porque para m� el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Fil 1:21). Si Dios me necesitaba todav�a, entonces se encargar�a de sanarme, y volver�a a salir hacia otras regiones a ministrar el evangelio. Decid� firmemente que no retroceder�a, sino que seguir�a con una fe determinada contra el Enemigo. La armadura de Dios ser�a mi defensa.

Una vez m�s, experiment� el poder de la oraci�n y la autoridad de los guerreros de oraci�n de Dios. El diablo fue derrotado y mi vida fue librada de la muerte. Ahora puede ver el porqu� la oraci�n es para m� algo m�s que un mero t�pico sobre el cual predicar; ciertamente es mi misma vida.

Ven, amado guerrero de la oraci�n, viste tu armadura, toma la espada y derrota al Enemigo con la autoridad de la Palabra de Dios y el poder de vivir p�amente.
Si lo hace, sabr� que: "…Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino" (He 1:8).

"�No es m�s bien el ayuno que yo escog�, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresi�n, y dejar ir libres a los quebrantados, y que romp�is todo yugo? �No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?

Entonces nacer� tu luz como el alba, y tu salvaci�n se dejar� ver pronto; e ir� tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehov� ser� tu retaguardia. Entonces invocar�s, y te oir� Jehov�; clamar�s, y dir� �l: Heme aqu�" (Is 58:6-9).

a. �Est� Exento De Poder En La Oraci�n? Si has estado leyendo este art�culo y se ha dado cuenta de que no ha estado viviendo rectamente, �por qu� no se detiene ahora y responde a la siguiente invitaci�n del Se�or? "Deje el imp�o su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vu�lvase a Jehov�, el cual tendr� de �l misericordia, y al Dios nuestro, el cual ser� amplio en perdonar" (Is 55:7).

Su oraci�n de arrepentimiento, el reconocimiento de sus transgresiones ante el Se�or, su restituci�n hacia las personas que les haya hecho alg�n mal; todos son pasos que le ayudar�n a restaurar su comuni�n con Dios.

Entonces recibir� poder en la oraci�n. Podr� disfrutar a plenitud de la siguiente promesa b�blica en su vida: "Y antes de que clamen, responder� yo; mientras aun hablan, yo habr� o�do" (Is 65:24).


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