Cap�tulo 3
Manteniendo La Victoria

Introducci�n

Jesucristo nos ha dado una victoria perfecta sobre el diablo y sus poderes demoniacos. Esa fue la parte que �l ten�a que realizar. Nuestra parte, es reforzar y mantener la victoria y vivir nuestras vidas como cristianos victoriosos. El prop�sito de este art�culo, es ayudarnos a realizar tales cosas.

Hemos visto lo importante que es saber qui�nes somos en Cristo Jes�s. Cuando recibimos al Se�or Jes�s en nuestros corazones, nacimos en la amada familia de Dios. Nuestros nombres fueron escritos en los registros reales del cielo.

A causa de esto, tenemos una autoridad divina que podemos ejercitar para controlar a nuestro enemigo (el diablo y los demonios) aqu� en la tierra. Esta es una verdad emocionante e importante que estaremos estudiando con m�s detalles.

A. AUTORIDAD DIVINA
Recuerden la historia de Lucas 10 acerca de los setenta disc�pulos a los que Dios envi� para predicar las buenas nuevas del reino. En el �ltimo cap�tulo, hablamos de lo emocionados que regresaron de su misi�n, en la cual, aun los demonios ten�an que obedecerles cuando hablaban en el nombre de Jes�s. El Se�or respondi� ante su informe con estas ins�litas pero muy importantes palabras:

"No es el poder que ten�is sobre los demonios lo que deber�a proporcionaros alegr�a, sino gozaos de que vuestros nombres est�n escritos en el cielo" (Lc 10:20, Versi�n Simplificada).

1. Relaci�n Nos Da Autoridad
La fuente de su autoridad no era meramente derivada de hablar el nombre de Jes�s, sino de su relaci�n con �l (como su Se�or).

No podemos poner nuestra fe en una "f�rmula m�gica" de palabras. Se necesita m�s que las palabras correctas para enfrentarnos y combatir con el diablo; se necesita una relaci�n correcta con el Dios Todopoderoso.

Cuando confesamos a Jes�s como nuestro Se�or y Salvador, nuestros nombres son registrados en el cielo. Se nos da la autoridad que pertenece a los hijos e hijas reales de Dios. Esta relaci�n con Cristo, es la fuente de nuestra autoridad sobre el enemigo.

El primog�nito de la Reina Isabel de Inglaterra, tiene mucha influencia y autoridad en el Reino de Gran Breta�a. Cuando la Reina le env�a a representarla, su parentesco con ella hace que las palabras de este hijo tengan una gran autoridad.

�Por qu�?

No s�lo porque dice: "Vengo en nombre de la Reina Isabel". Su autoridad es el resultado de su parentesco (es el heredero al trono), y no solamente de las palabras que �l diga.

Si yo me pusiera de pie en la C�mara del Parlamento Ingl�s y dijera: "Les hablo en nombre de la Reina Isabel", se burlar�an de m�. �Por qu�? Porque yo no tengo derecho de hablar en su nombre.

No tengo ninguna relaci�n con ella.

Por estas mismas razones, nuestras palabras habladas al diablo o a los demonios tienen poder solamente si nosotros estamos correctamente relacionados con Jes�s, quien triunf� sobre todos los poderes de la muerte y del infierno. Incluso los demonios saben si usted est� relacionado con Jes�s.

Hay una historia dram�tica en el libro de los Hechos que confirma y apoya este punto de vista. El Ap�stol Pablo ten�a gran �xito en liberar a la gente de los poderes diab�licos.

a. Los Siete Hijos De Esceva. Un jud�o llamado Esceva, ten�a siete hijos. �stos, decidieron utilizar el m�todo de Pablo para echar fuera los demonios usando el nombre del Se�or Jes�s. Cuando se acercaron a un hombre pose�do por los demonios, le dijeron estas palabras: "En el nombre de Jes�s, a quien Pablo predica, te ordeno que salgas".

El esp�ritu malo les contest�: "A Jes�s conozco y conozco a Pablo, pero �qui�nes sois vosotros?". Los demonios se enfurecieron con esta falsa utilizaci�n del nombre de Jes�s. Ellos, entonces, sacudieron al hombre pose�do con gran fuerza. �ste, atac� a los siete muchachos y los golpe� con fuerza. Ellos salieron corriendo de la casa desnudos y heridos (Hch 19:13-16).

Utilizaron las palabras correctas, pero no ten�an una relaci�n correcta con Dios. Sus nombres no estaban escritos en el cielo.

2. Nombres Escritos En El Cielo
Es interesante notar, que los nombres de Jes�s y de Pablo eran conocidos por los demonios. Parece como si Dios tuviera una especie de bolet�n en el cielo, en el cual est�n anotados los nombres de los que son Sus hijos. Los poderes demoniacos comprueban este registro. Saben muy bien qui�n est� all� y qui�n no.

Si su nombre est� all�, y usted est� caminando en fe y obediencia, tiene la autoridad y el poder para resistir al diablo y hacer que huya.

Si su nombre est� escrito en el cielo, ser� conocido en el infierno.

S�, los nombres de los justos est�n escritos en el cielo. Pero los nombres de los inicuos tambi�n est�n registrados en alg�n lugar:

"Oh Se�or, esperanza de Israel, todos aquellos que se aparten de ti sufrir�n la desgracia y se avergonzar�n. Aquellos que te dejen, quedar�n escritos en la tierra. Se han apartado del Se�or, la fuente de aguas vivas" (Jer 17:13).

Nuestro nombre est� registrado en un sitio u otro. Es posible tener un nombre en la tierra y ser desconocido en el cielo. Al igual que cuando se escribe en la arena, nuestras vidas ser�n tambi�n una breve memoria que se desvanecer� r�pidamente con el tiempo. El poder y la posici�n terrenal, comparados con la eternidad, son los elementos temporales.

Como cristianos, podemos regocijarnos porque nuestros nombres est�n escritos para siempre en el libro de la vida del Cordero. Somos una parte del eterno prop�sito de Dios, y �l nos ha dado el poder de evangelizar esta tierra.

Nuestros nombres escritos en el cielo nos dan autoridad aqu� en la tierra. Los diablos lo saben, lo creen y tiemblan. Nosotros deber�amos conocerlo, creerlo y regocijarnos.

3. Fe Como De Ni�o
"Entonces Jes�s se regocij� en el Esp�ritu Santo y dijo: te doy gracias Padre, Se�or del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de aquellos que son sabios a los ojos del mundo. Y en su lugar se las has mostrado a los ni�itos – a aquellos que tienen una fe sencilla como la de los ni�os. S�, Padre, porque esto era lo que te complac�a" (Lc 10:21).

Jes�s tambi�n dijo en otro lugar: "Cualquiera que no reciba el reino de Dios como un ni�ito, no entrar� en �l" (Mr 10:15, Versi�n Simplificada).

En otras palabras, la llave para el poder y la autoridad del Reino, es una fe sencilla como la de los ni�os. Como hijos del Rey, tenemos dominio sobre el diablo y sus demonios. No porque seamos algo grande, sino porque estamos relacionados con alguien grande. Somos hijos de Dios. Por esto, no tenemos que ser personas que teman, sino gente de fe.

Dios se complace en utilizar a Sus hijos para derrotar al enemigo. Escogi� a un joven que era pastor para matar al gran gigante Goliat. Pablo nos dice que Dios ha escogido lo que el mundo llama pobre, d�bil y necio, para avergonzar a los ricos, poderosos y sabios (1 Co 1:25-30).

Esto significa que Dios puede derrotar al diablo a trav�s de cualquiera de Sus hijos, si ellos conocen qui�nes son en Cristo y act�an con la autoridad de Su nombre. Ciertamente, nuestro Padre Celestial encuentra un gran gozo y deleite en ver a Sus hijos e hijas colocando al diablo en su lugar.

B. EL ENGA�O: EL ARMA DEL DIABLO
Si el diablo y sus demonios han sido privados de su autoridad por la victoria de Cristo en la cruz, �por qu� existen tantos cristianos derrotados? La respuesta reside en una sola palabra: enga�o. El diablo nos miente o nos enga�a, haci�ndonos creer que una mentira es verdad; que algo es real cuando no lo es; que lo equivocado es correcto, y que lo correcto es equivocado.

Si creemos sus mentiras, ya ha ganado un lugar d�nde colocar el pie en nuestras vidas. Despu�s, se acomodar� tanto como se lo permitamos. No tiene derecho legal a hacerlo, pero lo har� si le dejamos que lo haga.

Jes�s dijo que el prop�sito de un ladr�n es matar, robar y destruir (Jn 10:10). Satan�s es un ladr�n. Busca robar y destruir aquello que no es legalmente suyo.

Tenemos el poder y la autoridad para detenerle en todas las ocasiones. Sin embargo, intentar� hacernos pensar que no podemos hacerlo. Buscar� aparentar y actuar como si estuviera al mando.

Quiere que pensemos y nos sintamos como si fu�ramos d�biles, v�ctimas desamparadas bajo su poder y control. Si puede enga�arnos, el diablo sabe que caeremos en el temor y que no le resistiremos con fe.

Si el diablo no puede enga�arnos a lo grande, intentar� hacerlo con cosas m�s peque�as. Hace tiempo, un amigo m�o estaba tratando con un hombre pose�do por el demonio. Mientras procuraba echar el esp�ritu del mal fuera en el nombre de Jes�s, el diablo le reproch� con fuerza. "No puedes echarme fuera porque no has ayunado".

�Qu� har�a usted si un demonio le acusara de no ayunar? �Sentir�a que no est� lo suficientemente preparado para una situaci�n as�?

Esto, por supuesto, era un intento del diablo para que mi amigo colocara su fe m�s en el ayuno que en el Se�or.

Al principio, mi amigo se desmoraliz� porque se dio cuenta de que no hab�a ayunado anteriormente. Casi fue enga�ado para retroceder y dejar al hombre como estaba.

Despu�s, se dio cuenta de lo que el diablo estaba haciendo. Por lo tanto, le replic� con firmeza: "Eres un diablo mentiroso, no he ayunado, pero Jes�s s� lo ha hecho. Ahora sal en el nombre de Jes�s". Y el diablo lo hizo, inmediatamente.

1. Acusaci�n Y Condenaci�n
Las Escrituras nos dicen que tenemos que conocer los trucos y las t�cticas enga�osas del diablo (2 Co 2:11). As� que, �cu�les son los m�todos que el enemigo usa para debilitar nuestra fe a trav�s del miedo? El m�todo de la "acusaci�n" y el de la "condenaci�n".

Satan�s primero acusa, formula cargos a cualquier cristiano por alguna falta, fracaso o debilidad en su vida. La acusaci�n puede ser verdadera o falsa. En cualquiera de los casos, si la aceptamos, nos sentiremos culpables e inadecuados. Hemos sido llevados bajo el temor del juicio o de la condenaci�n.

a. Convicci�n Contra Condenaci�n.
Necesitamos tener la capacidad para discernir o conocer la diferencia entre:

1) La "convicci�n" del Esp�ritu Santo y

2) La "condenaci�n" del diablo.

El Esp�ritu Santo "nos convencer�" de pecado por medio de se�al�rnoslo claramente. Una vez que veamos nuestra culpa, nos arrepentiremos (nos apartaremos del pecado). El arrepentimiento verdadero, hace que nos sintamos adoloridos por haber pecado contra la ley y el amor de nuestro Padre Celestial.

El Esp�ritu nos llevar�, entonces, a confesar nuestro pecado y a recibir el perd�n de Dios. De esta manera somos restaurados al gozo de nuestra salvaci�n.

"Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y para limpiarnos de toda injusticia – malos pensamientos, palabras y acciones" (1 Jn 1:9).

"Contra ti s�lo contra ti he pecado y he hecho mal a tu vista… l�vame y ser� m�s blanco que la nieve… aparta tu rostro de mis pecados, b�rralos de tu vista… crea en m� un coraz�n limpio, oh Dios, y renueva un esp�ritu fuerte y justo dentro de m�… rest�urame el gozo de tu salvaci�n y dame un esp�ritu que desee hacer tu voluntad" (Sal 51:4, 7, 9, 10, 12, Versi�n Simplificada).

Satan�s, sin embargo, "nos acusar� y condenar�", tanto por nuestros pecados como por nuestra debilidad. A veces ni siquiera somos culpables de las cosas de las que nos acusa.

De cualquier manera su prop�sito es llevarnos hacia sentimientos de hundimiento y desesperaci�n. Desea que pensemos que Dios nos ha cortado de Su lado y que tenemos poca esperanza para el futuro. Si no nos puede llevar tan lejos, buscar� mantenernos bajo una inc�moda nube de desaprobaci�n divina. Su deseo, es hacerlo para debilitar nuestra fe, de manera que no nos sintamos lo suficientemente fuertes espiritualmente como para enfrentarnos con �l en la lucha.

Esto es lo que el Ap�stol Juan nos ense�a: "Si nuestros corazones no nos condenan, entonces tenemos fe para con Dios" (1 Jn 3:21). Si nuestro coraz�n se siente pesado por la condenaci�n, nuestra fe ser� d�bil o nos sentiremos sin fe. Sin fe, no lucharemos. Esto es lo que el diablo desea: un cristiano que no luche ni resista.

b. Acusaci�n falsa. El nombre "diablo" significa aquel que acusa o culpa falsamente a otro. Muchos cristianos son derrotados por la acusaci�n y la condenaci�n m�s que por cualquier otra cosa.

El m�todo de ataque de Satan�s es bien conocido a la mayor�a de nosotros, aunque puede que no sepamos lo que hay detr�s de �l. De hecho, seremos v�ctimas de un doble enga�o si no podemos reconocer ni al mentiroso ni a sus mentiras.

Por ejemplo, en una u otra ocasi�n todos hemos hablado a alguien con m�s dureza o m�s brusquedad de la que deber�amos haberlo hecho. Incluso, aunque hayamos confesado r�pidamente nuestra falta al Se�or, el diablo buscar� todav�a colocarnos bajo una nube de condenaci�n. Nos recordar� y acusar� una y otra vez por el hecho de haber mostrado una conducta que no es cristiana.

Nos arrepentimos del mismo pecado repetidamente, pero parece que no podemos liberarnos de nuestro sentimiento de culpa. Destroza nuestra vida de oraci�n y obstaculiza nuestra adoraci�n. Nos roba nuestra paz y gozo y debilita nuestra fe. Tenemos miedo de entrar en la lucha espiritual por nosotros mismos o en defensa de otros. Satan�s ser� muy r�pido en decirnos que estamos a su merced porque hemos fracasado en nuestro camino cristiano. �Le suena familiar?

2. Pensamientos Malignos y Mentirosos
Otra manera en la que el diablo nos ataca, es disparando malos pensamientos como "dardos de fuego" en nuestras mentes. Incluso pueden venir en alg�n tiempo especial como durante la oraci�n, la adoraci�n o en la santa comuni�n.

Si el enemigo puede tentarnos a desarrollar el pensamiento en malas palabras o acciones, lo har�. No obstante, si somos r�pidos en resistir la tentaci�n, tratar� de utilizar otra t�ctica: la de la condenaci�n. Nos acusar� de tener una mente mala y un coraz�n impuro. Nos dir� que otros cristianos nunca han tenido pensamientos as�.
Incluso, puede ir tan lejos como para decirnos que estamos en peligro de perder lo que tenemos con Dios. Llevar� su obra de condenaci�n tan lejos, en la l�nea de nuestra vida, como pueda hacerlo.

Si aceptamos estas mentiras del diablo, nos dejar� desamparados, sin esperanza y sin fe. Los dardos de fuego del diablo habr�n producido las llamas de la duda y el temor.

Despu�s, cuando afrontemos un problema espiritual, no tendremos la fe para ir a Dios o para resistir al diablo. As� que lo aceptaremos, lo dejaremos y lo evitaremos. No es de extra�ar que Pedro diga:

"Estad Despiertos, y en guardia, porque vuestro adversario, el diablo, merodea alrededor como un le�n rugiente buscando a quien devorar y destruir" (1 P 5:8).

C. NUESTRA DEFENSA CONTRA EL DIABLO
1. Tres Principios B�sicos
�C�mo podemos tratar con el problema de condenaci�n? �C�mo podemos enfrentarnos con las mentiras y las acusaciones de nuestro enga�ador, el diablo? La respuesta implica tres verdades o principios b�sicos.

a. P�ngase de acuerdo con su adversario inmediatamente

b. La respuesta "S�, Pero"

c. Vu�lvase hacia Jes�s como su refugio.

2. Los Principios En Detalle
Estudiemos estas tres verdades de manera m�s detallada. Juntas forman una fuerte defensa contra los ataques de nuestro adversario (enemigo), el diablo.

a. P�ngase De Acuerdo Inmediatamente Con Su Adversario. Fue Jes�s el que dijo: "P�ngase de acuerdo con su adversario inmediatamente…" (Mt 5:25). Estaba hablando de un enemigo que busca acusar a alguien delante de un tribunal de la ley.

Por supuesto que nuestro "adversario" es el diablo. Siempre busca acusarnos no solamente en nuestra cara, sino tambi�n delante del trono de Dios.

Al principio, puede parecer err�neo estar de acuerdo con un enemigo as�. Sin embargo, si sus acusaciones son verdaderas, no vamos a ganar nada intentando defendernos. Si realmente ca�mos o fracasamos ante los ojos del Se�or, no nos har� ning�n bien negar este hecho.

Nuestra autoridad sobre el diablo no est� basada en nuestra santidad o en nuestras buenas obras. A veces pecamos y caemos del prop�sito santo de Dios para nuestras vidas en Cristo.

Jes�s no dijo que discuti�ramos con el diablo y nos defendi�ramos. Dijo que nos pusi�ramos de acuerdo con �l y que lo hici�ramos inmediatamente. �Qu� quiso decir con eso y c�mo funciona? Consideremos un posible ejemplo.

b. La Respuesta "S�, Pero". El diablo acaba de acusarle de tener un mal pensamiento. Usted responde diciendo, "S�, diablo, tienes raz�n, y yo estaba equivocado. PERO...". Ahora viene la respuesta que derrotar� completamente al diablo: "S�, tienes raz�n, PERO la sangre de Jesucristo me ha limpiado de todo pecado."

Usted no puede descansar sobre el terreno de su propia justicia intentando negar su fracaso. Sabe que ha fracasado, y el diablo tambi�n lo sabe. Si intenta discutir con �l sobre ese punto, usted habr� perdido antes de empezar. No, el terreno para nuestra fe no es nuestra bondad, sino la justicia de Cristo con la que estamos revestidos.

c. Vu�lvase a Jes�s. �Qu� haremos entonces cuando el enemigo busque hacernos retroceder disparando sus grandes ca�ones de acusaci�n y condenaci�n? R�pidamente nos pondremos de acuerdo con �l y nos volveremos inmediatamente hacia Jes�s en busca de refugio. �l es nuestra fortaleza para estar a salvo.

Cuando intentamos enfrentarnos con el enemigo sobre la base de nuestra santidad o justicia, somos desviados de nuestro refugio en Cristo. En el momento en que lo hagamos, seremos derrotados.

Fuera de Jes�s no tenemos defensa. En Cristo Jes�s, sin embargo, no solamente estamos sanos y salvos, sino que tambi�n tenemos la seguridad de una victoria perfecta.

1) No Hay Condenaci�n En Cristo. S�, la condenaci�n es un arma poderosa en las manos de Satan�s. �l es muy astuto en su utilizaci�n. Puede, incluso, acercarse a nosotros como un "�ngel de luz" (2 Co 11:14). Cuando lo haga, buscar� enga�arnos para que pensemos que nuestro sentimiento de condenaci�n procede de Dios.

Como ya hemos dicho anteriormente, Dios nos convence de pecado. El prop�sito, sin embargo, es llevarnos al arrepentimiento y al perd�n. Despu�s de que nos hemos arrepentido y hecho restituci�n (si es que nuestro pecado fue contra alguien m�s), cualquier sentimiento restante de culpa no procede de Dios, es la condenaci�n del diablo.

Dios nunca nos condenar� cuando pequemos o caigamos, si nos arrepentimos y confesamos nuestro pecado a Jes�s (1 Jn 1:9).

�l reprender� firmemente y corregir� nuestras vidas, pero siempre lo har� con amor. Su correcci�n, nunca acarrear� ning�n tipo de rechazo. Nos corrige, S�, Pero no nos rechaza. Hemos sido aceptados para siempre en la justicia de Cristo.

"�Qui�n se atrever� a acusarnos cuando Dios nos ha escogido para S� Mismo? �Lo har� Dios? No. �l es el que nos ha perdonado y nos ha dado una posici�n correcta con respecto a El mismo.

�Qui�n nos condenar� entonces?�Lo har� Cristo? No. �l es aquel que muri� por nosotros y que fue levantado a la diestra de Dios donde intercede por nosotros…

Por lo tanto, no hay condenaci�n para aquellos que est�n en Cristo Jes�s" (Ro 8:33, 34; Ro 8:1).

Satan�s es la fuente de nuestra condenaci�n. �l encontrar� una debilidad en nuestra vida y la traer� delante de nosotros una y otra vez. La utilizar� para amartillar nuestros corazones con sentimientos de culpa, temor, duda y desesperaci�n.

A trav�s de sus mentiras, intentar� apartarnos de nuestro refugio en Cristo: de nuestra justicia en �l. Si tiene �xito, sabe que no le resistiremos ni nos opondremos a �l en fe.

Esta es la raz�n por la que tenemos que conocer lo que ha sido ense�ado anteriormente. De otra manera, no seremos cristianos vencedores y felices.

2) Justos En Cristo. A trav�s de su muerte en la cruz, hemos sido salvados de la culpa y del castigo de nuestros pecados. Permanecemos delante de Dios JUSTIFICADOS (que significa justo como si yo nunca hubiera pecado).

M�s que eso, tambi�n hemos sido "santificados": hechos santos y justos en Cristo. Cuando Dios nos mira, no ve nuestros pecados, debilidades o fracasos, sino la justicia de Su Hijo. Somos aceptados en �l, y se nos ha dado la bondad de Su vida.

No s�lo permanecemos sin temor en Cristo delante de un Dios Santo, sino que tambi�n podemos permanecer con valor delante de todo esp�ritu malo. Nuestra posici�n justa en Cristo, es el terreno de nuestra victoria sobre el diablo.


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