Cap�tulo 4
La Llave De La Autoridad Del Ministerio

Introducci�n

Hemos considerado tres importantes llaves de autoridad, denominadas:

• la autoridad de Cristo,
• la autoridad del creyente, y
• la autoridad de la Palabra de Dios.

�stas, representan nuestra autoridad para entrar a la provisi�n abundante de Dios para todos los creyentes, y nuestra autoridad sobre Satan�s y sus obras de las tinieblas. Podemos liberar a los cautivos de las obras del diablo.

Todos los creyentes en Cristo, tienen el privilegio de usar estas llaves de autoridad. Sin embargo, hay ciertos obreros o l�deres a quienes el Se�or llama y equipa para un ministerio espec�fico, tanto para la Iglesia como para los perdidos.

Un llamamiento a un don ministerial es m�s que ser un testigo personal. Es el ministerio de Cristo en y a trav�s de ciertos vasos escogidos. Jes�s, a trav�s de tales l�deres, contin�a edificando Su Iglesia y preparando un pueblo para el d�a en que vuelva por segunda vez.

Cada persona llamada de Dios a un don ministerial, tendr� que reconocer tarde o temprano lo siguiente: "Tengo que estar equipado con poder sobrenatural del cielo para cumplir mi comisi�n y el prop�sito de Dios en mi ministerio".

En la confrontaci�n de tal reto, el l�der de la Iglesia tiene dos alternativas: endurecer su coraz�n y cerrar sus o�dos ante el lamento de los oprimidos, o buscar la habilidad o capacitaci�n sobrenatural de Dios que necesita a fin de reproducir el ministerio de Cristo y salir a liberar a los cautivos de las prisiones del enemigo.

Tal reto vino a mi vida en 1955.

Hab�a estado viviendo algunos resultados animadores en el ministerio. Muchos testificaban de la realidad del poder sanador de Dios en sus vidas. Otros, fueron liberados de demonios que hab�an afligido sus cuerpos y atormentado sus mentes.

Con todo, a todas partes que �bamos, nos confront�bamos con almas cuyos problemas al parecer no ten�an soluci�n. Era evidente que carec�amos del poder necesario para su liberaci�n.

En aquellos d�as, en nuestra peque�a casa de alquiler ten�amos personas hosped�ndose con nosotros y ministr�ndoles a sus necesidades. Como consecuencia, no pude escapar del reto. Lo afront� d�a por d�a. Me encontraba con �l durante el tiempo de comer: cuando las personas cuyas vidas estaban atadas se sentaban conmigo en la misma mesa.

Fue para este tiempo, en 1955, que el Se�or provey� maravillosamente para la compra de una casa m�s c�moda; ten�amos m�s espacio en el cual conducir esta obra y extender nuestro ministerio.

Sin embargo, a pesar de las bendiciones de Dios y Su provisi�n milagrosa para la obra, continu� viviendo cada d�a bajo la presi�n de las necesidades de hombres y mujeres. Estaba continuamente consciente de la ineficiencia de mi ministerio.

Recordando ese tiempo, es evidente que por m�s de un a�o pas� el mismo tiempo (a la hora de la comida) en mi cuarto de estudio buscando al Se�or, que el que pas� en mi cama.

No era cuesti�n de contar las comidas que dej� de comer o las noches que pas� en oraci�n, sino la interrogativa de c�mo vivir con la carga. Era una carga que no buscaba, ni deseaba llevar; no obstante, era evidente que el Esp�ritu de Dios la hab�a puesto sobre mis hombros.

Era obvio para m� que uno no pod�a vivir en ese estado de presi�n indefinidamente. Mucho trabajo necesario ten�a que ser descuidado completamente. Las demandas puestas sobre m� por una obra divina que crec�a r�pidamente, ten�an que ser ignoradas deliberadamente.

Era evidente que �sta era otra crisis en mi ministerio. Dando una mirada retrospectiva a mi ministerio a trav�s de los a�os, veo claramente que el Se�or me estaba preparando para recibir otra llave de autoridad. �sta no era �nicamente para m� mismo, sino tambi�n para compartirla con otros en la obra del Se�or.

Las verdades eternas de la Palabra de Dios que fueron reveladas e impresas profundamente en mi esp�ritu durante aquellas horas y d�as empleados a solas con Dios, han venido a ser parte de mi ministerio desde entonces.

El espacio no me permite hacer una exposici�n detallada de todas estas joyas de la verdad. Tampoco es posible contar de las pruebas y tentaciones que tuve que pasar. No les puedo relatar acerca de los votos precipitados que le hice a Dios con la esperanza de que honrara el ministerio que me hab�a dado. Le supliqu� a Dios que hiciera de �ste una fuerza efectiva para Su gloria.

A. AUTORIDAD DIVINA DE LOS DONES MINISTERIALES
Siento mucho que el espacio no me permita contarles respecto al conflicto real que tuve con los poderes de las tinieblas y de las gloriosas victorias. Las ganamos por medio de la fe en la Palabra de Dios y por la unci�n del Esp�ritu Santo. No obstante, tengo una cosa que debo compartir y es la siguiente: la autoridad divina del ministerio.

No me estoy refiriendo a un ministerio profesional, ni tampoco a un ministerio auto nombrado o a una mera destreza en la oratoria o predicaci�n. Estoy hablando de la autoridad del ministerio que es nombrado por Cristo en Su Iglesia hoy.

Este concepto de la autoridad divina de cada ministro llamado por Dios, fue grabado intensamente sobre m� durante esas horas y d�as que pas� a solas con el Se�or.

Lo que sigue a continuaci�n, es un poco de esta revelaci�n de la autoridad con la que Dios ha revestido a los dones del ministerio. Estos, han sido impartidos a los verdaderos siervos de Dios en la Iglesia de Jesucristo.

No es una autoridad que ejerza autoridad sobre las vidas de las personas, ni autoridad de oficio en una organizaci�n, sino m�s bien la autoridad de Cristo sobre el diablo y todas sus obras. �sta es la autoridad requerida para hacer las obras de Jesucristo, para edificar la Iglesia, para perfeccionar a los santos y prepararlos para el d�a en que ser�n presentados al Se�or.

Es una autoridad que hace que el ministerio sea efectivo y productivo. Es una autoridad que hace fruct�fero a cada ministerio en su propia esfera.

1. Los Dones Ministeriales Otorgados Por Cristo
Estos ministerios otorgados por Cristo, aparecen enlistados (enumerados) en Efesios 4:11, y son los siguientes: "Y el mismo constituy� a unos, ap�stoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros".

Aqu� tenemos una lista completa de los dones ministeriales que Cristo otorg� sobre ciertos obreros en su Iglesia. Hay muchos otros dones que pueden ser recibidos por los l�deres. Algunos de �stos son para equiparlos.

No obstante, esta lista abarca los principales tipos de ministerios que se ramifican de Cristo Mismo para el beneficio de Su Iglesia.

Consider�moslos en mayor detalle:

a. Ap�stoles. El t�rmino significa "un mensajero especial", un pionero, uno que es llamado de Dios para restaurar algunas nuevas facetas de la verdad, para inspirar nueva visi�n, para establecer y supervisar las iglesias cristianas locales.

b. Profetas. Este ministerio comunica la mente de Dios a la Iglesia a fin de suplir las necesidades de ocasiones espec�ficas, ejercitando los dones de la palabra de ciencia y la palabra de conocimiento, y exhortando a la Iglesia con articulaciones inspiradas.

c. Evangelistas. Aqu�llos que reciben este don ministerial, son llamados a proclamar el evangelio de Cristo para llevar a las almas perdidas al conocimiento del Salvador y, por lo regular, su mensaje es confirmado con se�ales sobrenaturales.

d. Pastores Y Maestros. Estos dones ministeriales est�n tan �ntimamente vinculados que algunos los consideran como un s�lo don. Aunque sea un s�lo don o dos dones vinculados en uno, tales ministerios son efectivos en apacentar e instruir a las ovejas en las iglesias locales.

Aunque estos dones se complementan mutuamente, ambos son diferentes en su propia naturaleza y cada uno es otorgado divinamente por el Cristo viviente a trav�s del poder del Esp�ritu Santo.

Estos dones ministeriales representan el pleno ministerio del Mismo Cristo, a fin de que sus obras puedan ser continuadas y Su victoria, comprada a precio de sangre, pueda ser ejecutada sobre Satan�s y todo su poder del mal.

2. Los Dones Ministeriales Fueron Ganados Por Cristo
Estos dones ministeriales, fueron ganados para nosotros en el Calvario por Cristo. Esto es lo que leemos en Efesios 4:8-10: "Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llev� cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.

Y eso de que subi�, �qu� es, sino que tambi�n hab�a descendido primero a las partes m�s bajas de la tierra? El que descendi�, es el mismo que tambi�n subi� por encima de todos los cielos para llenarlo todo".

Fue por su muerte y sepultura, por Su invasi�n del dominio de Satan�s y por Su resurrecci�n de los muertos trayendo con �l las llaves de la muerte y del infierno, que Cristo gan� la victoria.

Ahora, �l comparte esa victoria con los hombres por medio de los dones ministeriales. �l distribuye esos dones entre los obreros a quienes ha llamado a Su servicio.

El vers�culo 8 es una cita del Salmo 68:18. Al examinar este vers�culo, nos proveer� de un mejor entendimiento de la verdad que se nos presenta.

Es un cuadro de un rey guerrero que, despu�s de haber ganado la batalla, regresa en una procesi�n victoriosa al monte de Si�n.

Viene arrastrando con su comitiva un ej�rcito de cautivos, algunos atados con cadenas, otros atados a las ruedas de los carros, todos mostrando evidencia del temor y condici�n miserable de su derrota. Una vez sentado sobre su trono de juez y conquistador, el rey guerrero llama hacia �l a todos los que compartieron los sufrimientos de la batalla, con quienes comparte los despojos arrebatados al enemigo en la conquista.

Todo esto es aplicado a nuestro Rey Guerrero, Jesucristo. Quien penetr� al interior del territorio enemigo del pecado, la enfermedad, la maldici�n de la muerte; Quien derram� Su sangre en sacrificio por el pecado, pero que resucit� al tercer d�a diciendo:

"Yo soy… el que vivo, y estuve muerto; mas he aqu� que vivo por los siglos de los siglos, am�n. Y tengo las llaves de la muerte y el Hades" (Ap 1:17, 18).

Los �ngeles del Cielo, absortos por los misterios de su obra redentora, se congregaron en millares para darle la bienvenida al Guerrero Victorioso de regreso al Trono Celestial.

Satan�s, sus huestes de demonios y todas sus obras destructoras, est�n atadas por las cuerdas de la autoridad que Cristo compr� a precio de sangre, y derrotados por Aqu�l Que logr� la victoria a tan gran precio.

�Pero, con qui�n comparte �l los frutos de tal victoria? No con los �ngeles, pues ellos no tuvieron parte en tal batalla. Lo conquistado es compartido solamente con los que han confesado p�blicamente que Jes�s es Su Se�or (Ro 10:9, 10). �l comparte lo conquistado con aquellos que pelearon la batalla con �l.

�Pero, nosotros no estuvimos all�! No tuvimos parte en Sus sufrimientos ni en Su victoria, excepto por la gracia de Dios, que nos coloc� en su Hijo. ��sta es la maravilla de la gracia divina!

Todo lo que Cristo hizo, no fue para S� Mismo, sino para nosotros.

�l muri� en nuestro lugar. �l fue sepultado en nuestro nombre y de igual manera resucit�.

La victoria que �l gan�, fue en nuestro beneficio. �l fue el representante de Dios en la tierra para ser nuestro sustituto a fin de derrotar a nuestro enemigo y ganar la victoria.

Por esa raz�n �l nos llama para que compartamos lo conquistado, para que nos sentemos con �l en la silla del Conquistador, para ser participantes de Su autoridad sobre el enemigo y todo su poder del mal.

3. Los Dones Ministeriales Contienen La Autoridad De Cristo
Algunos han asumido que las palabras "...cautivaste la cautividad..." (Sal 68:18), significa que Cristo llev� las almas cautivas del Infierno (Hades) al Cielo cuando resucit�.

A pesar de si eso ocurri� en realidad o no, es dif�cil entenderlo de ese vers�culo. La traducci�n del Nuevo Testamento Ampliado de este vers�culo dice: "Por lo tanto, se dice que cuando �l ascendi� a las alturas, llev� la cautividad cautiva - llev� una comitiva de enemigos conquistados - y diste dones a los hombres".

El N.T.A., tiene esa nota al calce citada por el comentarista Mateo Henry: "�l conquist� a los que nos hab�an conquistado; tales como el pecado, el diablo y la muerte".

Esto es congruente con la alegor�a que se nos presenta en el Salmo 68 de donde este vers�culo es citado. Por consiguiente, aqu�llos a quienes los dones son otorgados, comparten la victoria de Cristo. Ellos, poseen Su autoridad delegada sobre todos los enemigos de la humanidad: el diablo, los demonios y todas sus obras perversas.

Es una autoridad para librar a los hombres del pecado y de las enfermedades. Jes�s confiere a los l�deres de la Iglesia esta autoridad para libertar a los cautivos en las prisiones de los poderes demoniacos, en las cuales est�n detenidos ilegalmente.

Es una llave para abrir las puertas de las prisiones y anunciar libertad a los que han sido esclavizados por el enemigo.

Es un gran privilegio poder anunciar las buenas nuevas de liberaci�n por toda la tierra.

El diablo aborrece y teme a un ministerio de autoridad.

Hoy es el tiempo en que todo poseedor de un don ministerial de Cristo, cada ap�stol, profeta, evangelista, pastor o maestro, reconozca la autoridad de su ministerio y vaya adelante como un embajador de nuestro Rey y Guerrero conquistador.

B. PROP�SITO DE LOS DONES MINISTERIALES
Esta autoridad no s�lo es disfrutada por los que poseen los dones ministeriales, sino que hasta cierto punto, �sta es tambi�n compartida por todos los santos de Dios.
Efesios 4:12 nos dice que los dones ministeriales de Cristo son para "…perfeccionar a los santos, para la obra del ministerio, para la edificaci�n del cuerpo de Cristo".

Las traducciones modernas han presentado un entendimiento m�s claro de este vers�culo. El vers�culo ha sido modificado para que se lea como sigue: "Para la perfecci�n de los santos, para la obra del ministerio...".

1. Reproducci�n Del Ministerio
Viene a ser claro que los dones del ministerio no son dados con el prop�sito de monopolizar el ministerio, sino m�s bien para la reproducci�n del ministerio.

Son para entrenar y equipar los miembros para ministrar al Se�or, entre unos y otros, y al mundo.

Los oficiales militares son escogidos y entrenados para que m�s tarde ellos puedan entrenar a otros soldados del ej�rcito. De esa misma manera, Dios ha seleccionado ciertas personas y les ha impartido fragmentos del ministerio sobrenatural de Cristo, a fin de que tales hombres puedan preparar y equipar a los santos de Dios para efectuar la obra del ministerio.

Por consiguiente, la autoridad de Cristo es canalizada a trav�s de los dones ministeriales al Cuerpo de Cristo en su aspecto total.

Hombres y mujeres de Dios, levant�monos con fe. Apoder�monos de este concepto de la autoridad de nuestro ministerio. Apoder�monos de la llave que nos ha sido ofrecida por el Mismo Cristo. Vayamos adelante ejecutando Su "victoria comprada con sangre" y llevemos liberaci�n a los cautivos en las prisiones de Satan�s.

�Qu� llave m�s maravillosa es la de la autoridad ofrecida a la Iglesia a trav�s de los dones ministeriales en Cristo! Nuestra oraci�n al cielo debe ser que Dios levante un ministerio poderoso en autoridad, que a su vez, pueda producir una Iglesia victoriosa.


.::2do Trimestre - .::SECCI�N B