Cap�tulo 7
La Fiesta Del D�a De La Expiaci�n

Introducci�n

Debemos detenernos y estudiar el significado de la palabra expiaci�n. Esta viene de la ra�z Kaphar, que es definida por el diccionario hebreo como cubrir. El Rey David usa este concepto cuando escribi� los Salmos.

"Bienaventurado aquel cuya transgresi�n ha sido perdonada, y cubierto su pecado" (Sal 32:1).

"Perdonaste la iniquidad de tu pueblo; Todos los pecados de ellos cubriste" (Sal 85:2).

Adem�s, el diccionario hebreo sigue definiendo expiaci�n como: aplacar, apaciguar, perdonar, pacificar, reconciliar, etc.

La idea es reconciliar a los que antes eran enemigos. La sangre del sacrificio o paga por las transgresiones, las cuales, separaban las dos partes a ser reconciliadas. "…siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su hijo…" (Ro 5:10).

Los eventos de ese D�a de la Expiaci�n contienen percepciones fenomenales dentro de las cosas que Jes�s har�a "…para expiar los pecados del pueblo" (He 2:17).

Nunca podremos comprender totalmente nuestra gran salvaci�n hasta que nos familiaricemos �ntimamente con los detalles relativos al D�a de la Expiaci�n.

A. ASPECTO PASADO (HIST�RICO)
El D�a de la Expiaci�n era el 10 del s�ptimo mes del calendario religioso jud�o.

El D�a de la Expiaci�n segu�a un patr�n estricto de eventos. Era el �nico d�a del a�o en el cual el sumo sacerdote pod�a entrar al lugar sant�simo (He 9:7).

�ste, envolv�a gran peligro para el sumo sacerdote. La muerte ven�a como castigo a la violaci�n de estas normas divinas.

Dios mat� a los hijos de Aar�n en el Lugar Santo (la rec�mara anterior al Lugar Sant�simo) por quemar incienso extra�o que �l no hab�a ordenado (Lv 10:1).

Dios le dijo a Mois�s: "Di a Aar�n tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detr�s del velo, delante del propiciatorio que est� sobre el arca, para que no muera; porque yo aparecer� en la nube sobre el propiciatorio [asiento de la misericordia]" (Lv 16:2).

La frase asiento de la misericordia deber� ser traducida como trono de la misericordia. Dios estaba entronado entre el querub�n sobre el trono de la misericordia. El Salmo del Rey David confirma esto: "Pero t� eres santo, t� que habitas entre las alabanzas de Israel" (Sal 22:3).

1. La Provisi�n De Dios Por El Pecado
Esta entrada solemne hacia el Lugar Sant�simo, ocurr�a solamente una vez al a�o. El sumo sacerdote entraba dos veces, en este d�a santo, con la sangre de un sacrificio. Primero, entraba para hacer expiaci�n por sus propios pecados, y luego por los pecados del pueblo.

a. El Sumo Sacerdote. El sumo sacerdote tomaba la sangre de los toros y carneros para regarla sobre el asiento o trono de la misericordia.

"Por tanto… considerad al ap�stol y sumo sacerdote de nuestra profesi�n, Cristo Jes�s…

Porque no tenemos un gran sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo seg�n nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerqu�monos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (He 3:1; 4:15, 16).

�Qu� maravilloso es tener a Jes�s como nuestro Sumo Sacerdote!

b. El Trono De La Misericordia. El trono de la misericordia era la tapa de una caja cubierta de oro (del tama�o de un ata�d) llamada el Arca del Pacto.

Usted recordar� que "…el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba [1] una urna de oro que conten�a el man�, [2] la vara de Aar�n que reverdeci�, y [3] las tablas del pacto [sobre las cuales Dios hab�a escrito los Diez Mandamientos con Sus propios dedos]" (He 9:4).

En la tapa del Arca hab�a dos querubines de oro uno frente al otro, con sus alas extendidas hacia arriba y hacia adelante formando un dosel o pabell�n santo, bajo el cual, Dios Mismo aparec�a sobre este Trono de Misericordia.

c. La Sangre Salpicada. "…sin derramamiento de sangre no hay remisi�n de pecados" (He 9:22).

2. Dos Aspectos Del Pecado
El D�a de la Expiaci�n fue dado para tratar con AMBOS aspectos del pecado:

Primero, hay una PENA (CASTIGO) por la cual se tiene que PAGAR. Segundo, tambi�n tenemos que tratar con la CULPA y la MEMORIA.

a. La Pena. La pena o castigo por el pecado es claro. "El alma que pecare, esa morir�…" (Ez 18:20).

Dios le dijo a Ad�n y a Eva: "Mas del �rbol de la ciencia del bien y del mal no comer�s; porque el d�a que de �l comieres, ciertamente morir�s" (Gn 2:17).

El Nuevo Testamento confirma esto: "Porque la paga del pecado es muerte…" (Ro 6:23).

Bajo el Antiguo Pacto [Testamento], en el D�a de la Expiaci�n, el sumo sacerdote "…har� traer Aar�n el becerro de la expiaci�n que es suyo, y har� la reconciliaci�n por s� y por su casa…" (Lv 16:6).

�l rociar�a la sangre del toro sobre el Trono de la Misericordia en el Lugar Sant�simo por s� mismo, ANTES de ofrecer el sacrificio por los pecados del pueblo.

"pero en la segunda parte, s�lo el sumo sacerdote una vez al a�o, no sin sangre, la cual ofrece por s� mismo [la primera vez que entraba en el D�a de la Expiaci�n] y por los pecados de ignorancia [la segunda vez que entraba en el D�a de la Expiaci�n]" (He 9:7).

Los detalles son encontrados en Lev�tico: "Tomar� luego de la sangre del becerro, y la rociar� con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcir� con su dedo siete veces de aquella sangre" (Lv 16:14).

Despu�s de la ofrenda por su propio pecado, el sumo sacerdote ofrec�a por los pecados del pueblo.

El sacrificio por el pueblo consist�a de dos carneros de un a�o de edad. Uno era sacrificado ante el altar de Dios. La sangre del cordero sacrificado pasaba al Lugar Sant�simo para ser derramada sobre el Trono de la Misericordia.

"Despu�s degollar� el macho cabr�o en expiaci�n por el pecado del pueblo, y llevar� la sangre detr�s del velo adentro, y har� de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcir� sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio" (Lv 16:15).

Esa sangre era la EVIDENCIA que Dios requer�a para que el CASTIGO por el pecado fuera PAGADO. Cuando Dios ve�a la sangre, sab�a que una vida hab�a sido sacrificada. El castigo hab�a sido pagado, y ahora pod�a ser (reconciliado) con el pecador.
"Porque la vida de la carne en la sangre est�, y yo os la he dado para hacer expiaci�n sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre har� expiaci�n de la persona" (Lv 17:11).

b. La Culpa Y Memoria. "�cu�nto m�s la sangre de Cristo, el cual mediante el Esp�ritu eterno se ofreci� a s� mismo sin mancha a Dios, limpiar� vuestras conciencias…" (He 9:14).

�Cu�nto necesitamos este milagro en nuestras vidas tambi�n! Es maravilloso saber que nuestros pecados pueden ser perdonados debido a que un sacrificio de sangre fue hecho para pagar por nuestros pecados.

Pero tambi�n necesitamos saber que nuestros pecados fueron olvidados a fin de no vivir bajo el pesado yugo de la culpa, vergüenza y condenaci�n que resulta del pecar.

Es dif�cil tener fe en Dios si tenemos una conciencia culpable. "Amados, si nuestro coraz�n no nos reprende, confianza tenemos en Dios" (1 Jn 3:21).

El plan de Dios de reconciliarnos con �l por medio del sacrificio expiatorio, provee la soluci�n al problema de una conciencia culpable.

Se requer�a un segundo carnero el D�a de la Expiaci�n para ense�arnos respecto a la soluci�n de Dios con relaci�n al segundo aspecto del pecado. La CULPA y MEMORIA del pecado tambi�n son aspectos con los cuales hay que tratar.

El segundo carnero era llamado en hebreo Azazel, que literalmente significa el chivo despedido o el chivo que desaparec�a (lo que se conoce hoy tambi�n como el chivo expiatorio). Ese chivo que se pon�a en libertad, cargaba con todos los pecados de la naci�n y se marchaba hacia el desierto, haciendo desaparecer sus pecados de esa manera, y no volv�an a ser recordados o tra�dos a memoria. La CULPA y MEMORIA (recuerdo) del pecado se desvanec�an cuando el chivo se los llevaba consigo hacia el desierto.

"y pondr� Aar�n sus dos manos sobre la cabeza del macho cabr�o vivo, y confesar� sobre �l todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poni�ndolos as� sobre la cabeza del macho cabr�o, y lo enviar� al desierto por mano de un hombre destinado para esto.

Y aquel macho cabr�o llevar� sobre s� todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejar� ir el macho cabr�o por el desierto" (Lv 16:21, 22).

Esta met�fora fue usada por Juan el Bautista hace unos 1,400 a�os, despu�s que Dios hab�a iniciado el D�a de la Expiaci�n por primera vez. "El siguiente d�a vio Juan a Jes�s que ven�a a �l, y dijo: He aqu� el Cordero de Dios, que quita [carga o lleva] el pecado del mundo" (Jn 1:29).

3. Dos Corderos Ilustran La Redenci�n
Dios us� dos corderos porque se requer�an dos para ilustrar ambos aspectos de nuestra redenci�n.

a. El Primer Cordero Muere Por Los Pecados. Jes�s tuvo que morir por nuestros pecados a fin de que su sangre fuera presentada ante Su Padre en el trono Celestial. As� que, el primer cordero ten�a que morir para proveer la sangre que ser�a llevada al Lugar Sant�simo y rociada sobre el Trono de la Misericordia, y no podr�a ser usada para el segundo prop�sito.

b. El Segundo Cordero Cargaba Con El Pecado. El segundo cordero ilustra que adem�s Jes�s tuvo que llevar o cargar con todos nuestros pecados lejos, los cuales, no deber�amos recordar nunca m�s. Dios no s�lo perdona nuestros pecados, sino que tambi�n los olvida, �aleluya! "Y nunca m�s me acordar� de sus pecados y transgresiones" (He 10:17).

El cordero que se dejaba ir libre el d�a de la expiaci�n, ilustra c�mo Dios olvida nuestros pecados, lanz�ndolos lejos de Su memoria, y aun la sanidad de nuestra mente de las heridas m�s dolorosas causadas por el pecado. (Vea la Secci�n D6: La Sanidad Del Alma Herida, para m�s detalles).


B. JES�S VIENE A SER EL CUMPLIMIENTO
Para ilustrar el gran plan de Dios para RECONCILIAR a las personas con �l, tuvo que utilizar tres lecciones objetivas. [1] Aar�n, el sumo sacerdote; [2] El Cordero del Sacrificio que daba su sangre para expiar los pecados; [3] EL CHIVO EXPIATORIO que se libertaba el d�a de la expiaci�n, que cargaba con todos nuestros pecados hacia los desiertos lejanos para nunca m�s ser recordados.

Pero cuando Jes�s regres�, �l se convirti� en LOS TRES: EN UNO. Se convirti� en [1] nuestro Gran Sacerdote, [2] el que derramar�a Su sangre en paga por nuestros pecados y [3] el que se llevar�a nuestro pecado para nunca m�s ser recordado.

En el Antiguo Testamento no se pod�a entrar al Lugar Sant�simo, el lugar sagrado donde la presencia de Dios era una realidad, sin la sangre de la expiaci�n; y el sumo sacerdote s�lo pod�a entrar una vez al a�o.

1. El Velo Es Quitado
Cuando Jes�s muri� sobre la cruz, un gran cambio tom� lugar. "Mas Jes�s, dando una gran voz, expir�. Entonces el velo del templo se rasg� en dos, de arriba abajo" (Mr 15:37, 38).

Esta cortina era un tapiz que cubr�a el Lugar Sant�simo. �sta, separaba el Lugar Santo del Sant�simo.

Cuando el velo se rasg� de arriba abajo, Dios estaba confirmando milagrosamente que el mundo se hab�a movido hacia una nueva dispensaci�n (era): una en la que un trono de juicio se hab�a convertido ahora en un Trono de Misericordia.

Una sala que era un lugar de muerte para todos los que entraban (excepto el sumo sacerdote una vez al a�o con la sangre), ahora se hab�a convertido en un lugar p�blico de vida y bendici�n para todos los que creyeran en Jes�s como Se�or y Salvador.

"Acerqu�monos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (He 4:16).

"As� que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Sant�simo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que �l nos abri� a trav�s del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerqu�monos con coraz�n sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura" (He 10:19-22).

2. El Sacrificio Final
Jes�s ha abierto el camino hacia el Trono de la Misericordia. Su sangre fue ofrecida una vez por todas debido a que Su vida eterna era suficiente para pagar por los pecados del mundo entero. �l no tiene que ofrecerse A S� Mismo de nuevo cada a�o como hac�an en el Antiguo Testamento. �l ha sido ofrecido por el pecado de una vez por todas, y para siempre.

"Porque la sangre de los toros y de los machos cabr�os no puede quitar los pecados.

Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo" (He 10:4, 5).

3. Nuestro Gran Sumo Sacerdote
Despu�s de morir por nuestros pecados sobre la cruz, �l vino a ser nuestro gran Sumo Sacerdote. �l tom� Su propia sangre para rociarla en el Lugar Sant�simo del Cielo, del cual, el Tabern�culo de Mois�s era una r�plica terrenal (y m�s tarde el templo en Jerusal�n).

�Recuerda usted cuando Jes�s le dijo a Mar�a en Juan 20:17, lo que sigue: "No me toques, porque aun no he subido a mi Padre…"? Jes�s ten�a que tomar Su sangre y rociarla en el Cielo a fin de exponer una prueba a Dios de que el precio por el pecado hab�a sido pagado. Y eso mismo fue lo que hizo.

"…estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el m�s amplio y m�s perfecto tabern�culo, no hecho de manos, es decir, no de esta creaci�n, y no por sangre de machos cabr�os ni de becerros, sino por su propia sangre…" (He 9:11, 12).
"A quien Dios puso como propiciaci�n [a Cristo] por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados" (Ro 3:25). �Qu� GRAN salvaci�n tenemos!

C. UN D�A DE AFLICCI�N DEL ALMA
Recibimos un gran entendimiento del Libro de Hebreos al estudiar el D�a de la Expiaci�n. Este antiguo proverbio es cierto: "El Nuevo Pacto estaba en el Antiguo: en contenido; El Antiguo Pacto est� en el Nuevo: explicado".

Pero hay otro aspecto del D�a de la Expiaci�n que es vital en la vida de cada creyente y en la Iglesia como un todo: Los d�as finales de la historia humana, antes del regreso de Cristo, se pondr�n cada vez m�s dif�ciles.

Esto fue pronosticado en las siguientes palabras en relaci�n con el D�a de la Expiaci�n: "…En el mes s�ptimo, a los diez d�as del mes, afligir�is vuestras almas…" (Lv 16:29).

Los mandamientos adicionales, concernientes al D�a de la Expiaci�n, pueden ser hallados en el cap�tulo 23 de Lev�tico.

"Porque toda persona que no se afligiere en este mismo d�a, ser� cortada de su pueblo. Y cualquiera persona que hiciere trabajo alguno en este d�a, yo destruir� a la tal persona de entre su pueblo" (Lv 23:29, 30). Isa�as describi� la manera en que el d�a ser�a observado unos siglos m�s tarde: …el ayuno que yo escog�, que de d�a aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza…" (Is 58:5).

Este era un d�a solemne de aflicci�n (ayuno) del alma. El t�rmino afligir usado en Lev�tico 16:29 es el t�rmino hebreo anah, el cual, expresa la idea de mirar hacia abajo o mirarse con desprecio a s� mismo. Otros significados son: abatirse, purificarse, tratar con el yo con rudeza, humillarse a s� mismo, etc.

1. La Restauraci�n De La Sanidad Espiritual
�Por qu� llamar�a Dios a un tiempo de aflicci�n, en medio de lo que era una temporada por lo general de festividad?

Recuerde, esa era la temporada del recogimiento final de las cosechas abundantes, cuando las personas en ese tiempo ten�an m�s dinero, alimentos, vino y cosas materiales que disfrutar en la vida.

En tiempos de tales bendiciones y prosperidad, es f�cil olvidarse de Dios y sentirse autosuficiente. Una actitud tal es peligrosa y puede conducir hacia graves consecuencias.

Mois�s amonest� a los hijos de Israel acerca de esa tendencia. "Jehov� solo le gui�, Y con �l no hubo dios extra�o. Lo hizo subir sobre las alturas de la tierra, Y comi� los frutos del campo, E hizo que chupase miel de la pe�a, Y aceite del duro pedernal.

Mantequilla de vacas y leche de ovejas, con grosura de corderos, Y carneros de Bas�n; tambi�n machos cabr�os, con lo mejor del trigo; Y de la sangre de la uva bebiste vino.

Pero engord� Jesur�n [Israel], y tir� coces… Entonces abandon� al Dios que lo hizo" (Dt 32:12-15).

En tiempos como esos, en los que se descarriaban, el D�a de la Expiaci�n era un medio pr�ctico, por medio del cual, Dios esperaba hacer volver al pueblo a su cordura o sanidad espiritual.

2. Un Llamado Al Arrepentimiento
Jes�s us� siete iglesias, en Apocalipsis 2 y 3, para describir las siete etapas por las cuales la Iglesia pasar�a. La �ltima, describe a la Iglesia en los �ltimos d�as, poco antes de la Venida del Se�or. Esa iglesia cay� en la trampa descrita por Mois�s. Prosper� y se descarri� de los caminos de Dios.

Lo siguiente es lo que los laodicenses dijeron de ellos mismos: "…soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad…" (Ap 3:17).
Esta iglesia local fue atrapada por "…los afanes de este siglo, y el enga�o de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa" (M4 4:19). Adem�s, el panorama divino era bastante diferente de la autodecepci�n, en la cual, los miembros de la iglesia de Laodicea cayeron atrapados. Dios dijo: "…y no sabes que t� eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Ap 3:17).

Cuando tales problemas espirituales se desarrollan, Dios usualmente tiene un D�a de la Expiaci�n, un d�a para la aflicci�n del alma que �l ofrece a tales iglesias para su oportuna restauraci�n. Dios lo hace con la esperanza de que se arrepientan y escuchen el llamado prof�tico: "… es el tiempo de buscar a JEHOV�, hasta que venga y os ense�e justicia" (Os 10:12).

Para la iglesia que responda y se humille a s� misma como un todo delante del Se�or, �l le hace esta promesa: "y vendr�n los habitantes de una ciudad a otra, y dir�n: Vamos a implorar el favor de Jehov�, y a buscar a Jehov� de los ej�rcitos. Yo tambi�n ir�.

Y vendr�n muchos pueblos y fuertes naciones a buscar a Jehov� de los ej�rcitos en Jerusal�n, y a implorar el favor de Jehov�" (Zac 8:21, 22).

El avivamiento explotar�, y la gloria de Dios vendr� sobre la Iglesia. Cientos ser�n salvos, sanados y enviados fuera a realizar la obra de Dios.

David dijo: "Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra" (Sal 119:67). Un D�a de Expiaci�n es bueno para nosotros. Es vital que abracemos esos d�as a medida que vienen. �stos, nos mantienen muy cerca del coraz�n de Dios.

D. LA PRESENCIA SOBERANA DE DIOS
El D�a de la Expiaci�n tambi�n simboliza un tiempo de tribulaci�n poco antes de la venida del Se�or. Jes�s ense�� esto muy claramente: "Entonces habr� se�ales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes…

Desfalleciendo los hombres por el temor y la expectaci�n de las cosas que sobrevendr�n en la tierra; porque las potencias de los cielos ser�n conmovidas.

Entonces ver�n al Hijo del Hombre, que vendr� en una nube con poder y gran gloria" (Lc 21:25-27).

1. Una Batalla Se Intensifica
La �poca en la cual hemos entrado, es una de guerra espiritual contra la humanidad. La humanidad est� destinada a ser redimida o condenada, y una batalla es librada con vehemencia por cada vida, por cada familia, por cada pueblo, por cada naci�n.

La Iglesia de Jesucristo necesita, desesperadamente, experimentar la autoridad de Dios a fin de que ganemos la batalla contra nuestras propias circunstancias personales y, tambi�n, contra los problemas m�s serios de los hombres.

Lo que cada creyente desea es que, de alguna manera, pueda superar sus problemas con la autoridad de Jes�s. No s�lo necesitamos autoridad, sino tambi�n la gran sabidur�a de Dios. Necesitamos ENTENDER NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS y, luego, recibir AUTORIDAD SOBRE ELLAS.

El acceso al trono y presencia de Dios es lo que necesitamos. Toda la sabidur�a y autoridad que necesitamos est�n disponibles en el Trono de la Misericordia, pues es all� donde est� Cristo sentado en Su trono. �l reina desde ese trono.

Si podemos experimentar Su presencia desde tal trono sobre nuestras vidas, de seguro que recibiremos autoridad y sabidur�a.

2. Sentados Con Cristo En El Trono
Efesios 2:4-10, ense�a que hemos sido resucitados juntamente con Cristo y sentados con �l en su trono Celestial.

Este pasaje acent�a que este maravilloso privilegio vino a trav�s de la gracia o misericordia de Dios.

La misericordia de Dios no es una pena sentimental. Recibimos la misericordia de Dios porque la sangre de Jesucristo fue derramada por nosotros a gran precio. Y ahora �l implora por nuestra causa ante el trono.

En el cap�tulo 2 de Efesios, Pablo nos informa nuestro gran privilegio de ser entronados con Cristo. Dios quiere que nosotros creamos de todo coraz�n en la veracidad de esta informaci�n. �l desea que permitamos que el Esp�ritu Santo nos comunique esta realidad.

Recuerde, el D�a de la Expiaci�n era el d�a m�s santo y de reposo para Israel; ninguna obra se pod�a hacer en ese d�a.

Es bueno entender que no tenemos acceso a este glorioso lugar de autoridad y sabidur�a por las obras que hagamos, ni por las cualidades personales que tengamos.

Entramos a �l a trav�s de la gracia de Dios, la cual, es poderosa para alcanzarnos por medio de la sangre que Jesucristo derram� a nuestro favor.

Sin esa sangre, estar�amos fuera del alcance de la gracia de Dios y prohibidos del Lugar Sant�simo. Somos invitados a entrar intr�pidamente. Esta es una confianza o seguridad santa, no una contingencia irresponsable.

El panorama que recibimos de nuestras circunstancias, es completamente diferente de la presencia que tengamos de Dios desde Su trono. Es desde tal posici�n donde podemos mirar con fe y confianza a nuestros problemas y tribulaciones.

Para comprender nuestro acceso y lugar en la presencia de Dios es esencial recibir el quebrantamiento, humildad y aflicci�n del alma tan necesarios para el nacimiento de un avivamiento.

3. Buscando al Se�or
Si usted siente que est� en tierra de sequedad y desierto, busque al Se�or. Observe un D�a de Expiaci�n y v�ale venir y cumplir Su palabra o promesa.

"Los que sembraron con l�grimas, con regocijo segar�n" (Sal 126:5). "Ir� andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volver� a venir con regocijo, trayendo sus gavillas" (Sal 126:6).

"Porque yo derramar� aguas sobre el sequedal, y r�os sobre la tierra �rida; mi Esp�ritu derramar� sobre tu generaci�n, y mi bendici�n sobre tus renuevos" (Is 44:3). "Buscad a Jehov� mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que est� cercano" (Is 55:6). "Y me buscar�is y me hallar�is, porque me buscar�is de todo vuestro coraz�n" (Jer 29:13). "Buscad a Jehov� todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su JUICIO; buscad justicia, buscad mansedumbre; quiz� ser�is guardados en el d�a del enojo de Jehov�" (Sof 2:3).


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