Cap�tulo 2
Perdido Y Restaurado
Por Aimee Semple McPherson

Introducci�n
Por Ralph Mahoney

"No os acord�is de las cosas pasadas, ni traig�is a memoria las cosas antiguas. He aqu� que yo hago cosa nueva" (Is 43:18, 19).

Dios ha prometido hacer una cosa nueva en los �ltimos d�as. Estamos viviendo en el tiempo m�s emocionante de la historia de la Iglesia.

A medida que miramos hacia atr�s en la historia de la Iglesia, nos asombramos de la condici�n espiritual en la cual se encontraba durante los siglos pasados. Isa�as la describe con las siguientes palabras: "Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en �l cosa sana, sino herida, hinchaz�n y podrida llaga; no est�n curadas ni vendadas, ni suavizadas con aceite.

Vuestra tierra est� destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extra�os.

Y queda la hija de Si�n como enramada en vi�a, y como caba�a en melonar, como ciudad asolada" (Is 1:6-8).

Este lenguaje descriptivo expone con exactitud la condici�n de la Iglesia a trav�s de gran parte de su historia despu�s del primer siglo.

�Est� Dios haciendo algo nuevo? �Por supuesto que lo est�! En nuestra �poca, �l est� visitando a la Iglesia a fin de restaurarla a su belleza y gloria original. El salmista describe perfectamente la condici�n de la Iglesia por la cual Cristo regresar� pronto. "Toda gloriosa es la hija del rey en su morada; de brocado de oro es su vestido.

Con vestidos de bordados ser� llevada al rey; v�rgenes ir�n en pos de ella, compa�eras suyas ser�n tra�das a ti.

Ser�n tra�das con alegr�a y gozo; entrar�n en el palacio del rey" (Sal 45:13-15).

�Es usted uno que el Se�or ha escogido para dirigir Su reba�o y ser un ministro de justicia entre el pueblo de Dios? Si es as�, es importante que entienda esto: El Se�or est� haciendo una obra de restauraci�n en la Iglesia hoy por medio del derramamiento de Su Esp�ritu Santo.

Para ayudarle a comprender algo de la magnitud de la obra de Dios en la Iglesia en nuestra era, estamos incluyendo un mensaje expuesto bajo una gran unci�n prof�tica:

Este mensaje fue pronunciado en Londres, Inglaterra cuando una sierva de Nuestro Se�or, Aimee Semple McPherson, iba de camino hacia China como misionera.

A medida que el Esp�ritu del Se�or ven�a sobre ella en un auditorio con capacidad para 5 mil personas llamado el "Royal Albert Hall", comenz� a profetizar y a ver una visi�n. Lo que sigue es su propio testimonio relativo a lo que el Se�or le mostr�:

Ella vio la imagen de un reloj extenso, pero donde las horas deber�an estar, hab�an diez c�rculos, cada uno describiendo una etapa en la deterioraci�n y luego la eventual restauraci�n de la vida de Dios y sus bendiciones sobre la Iglesia (VEA LA ILUSTRACI�N siguiente), en casi m�s de 2 mil a�os de historia en la Iglesia.

Esta visi�n tiene su duplicado b�blico en la profec�a de Joel, donde describe la cosecha desperdiciada fr�volamente.

"Lo que qued� de la oruga comi� la langosta, y lo que qued� de la langosta comi� el pulg�n; y el revolt�n comi� lo que del pulg�n hab�a quedado" (Jl 1:4).

M�s tarde, Joel hace un llamado: "Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de JEHOV�, y digan: Perdona, OH JEHOV�, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad… �Por qu� han de decir entre los pueblos: D�nde est� su Dios?" (Jl 2:17).

Fuera de este tiempo de arrepentimiento y humillaci�n Dios extiende esta maravillosa promesa de restauraci�n:

"Tierra, no temas; al�grate y g�zate, porque JEHOV� har� grandes cosas…

Y os restituir� los a�os que comi� la langosta, el pulg�n, el revolt�n y la oruga, mi gran ej�rcito que envi� contra vosotros" (Jl 2:21, 25).

La siguiente, es la visi�n que el Se�or le dio a Aimee McPherson:

A. C�RCULO 1: PRIMER DERRAMAMIENTO DEL ESP�RITU SANTO
Este �rbol saludable lleno de frutos representa la introducci�n de la dispensaci�n del Esp�ritu Santo acompa�ado por poderosas se�ales y maravillas.

El D�a de Pentecost�s, como es descrito en Hechos 2, unas 3 mil almas fueron salvas.

Poco tiempo despu�s, Pedro y Juan salieron para el templo a orar. Pasaron al lado de un cojo que ped�a limosna a la entrada del templo llamado la Hermosa.

Pedro le respondi�:

"No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, lev�ntate y anda" (Hch 3:6).

El cojo fue sanado instant�neamente y sigui� hacia el templo caminando, saltando y alabando a Dios.

En Hechos 5:16, vemos a las multitudes trayendo enfermos y atormentados por esp�ritus inmundos de las ciudades adyacentes a Jerusal�n, y todos fueron sanados. Los enfermos eran tra�dos a las calles de Jerusal�n y puestos en camas y lechos. Si la sombra de Pedro pasaba y los tocaba, eran sanados.

Por las manos de los ap�stoles eran obradas Se�ales y maravillas en todas partes, conforme a la Palabra de Aqu�l que hab�a dicho: "…mayores har�, porque yo voy al Padre" (Jn 14:12).

1. Pleno Poder Pentecostal
Mientras que el �rbol visto en el C�rculo Uno se mantuvo erecto en su perfecci�n, la Iglesia se mantuvo ardiendo en el Pleno Poder y Gloria Pentecostal del Esp�ritu Santo. Las palabras de Jes�s fueron cumplidas en hechos y en verdad.

Aquellos hombres comunes que hab�an sido pescadores humildes, fueron revestidos con poder de lo alto. El Pedro, una vez t�mido, quien hab�a temblado ante la acusaci�n de una ni�a cuando le preguntaban si conoc�a a Jes�s, ya no lo era. Hombres y mujeres sin letras fueron transformados en llamas de fuego para proclamar el evangelio (Hch 4:13).

El derramamiento del Esp�ritu Santo no fue para los jud�os exclusivamente, sino tambi�n para los gentiles. En Hechos 10, vemos a Pedro predicando a Jes�s a los gentiles. "Mientras aun hablaba Pedro… el Esp�ritu Santo cay� sobre todos los que o�an el discurso. Y los fieles de la circuncisi�n que hab�an venido con Pedro se quedaron at�nitos de que tambi�n sobre los gentiles se derramase el don del Esp�ritu Santo. Porque los o�an que hablaban en lenguas y que magnificaban a Dios" (Hch 10:44-46).

En aquellos maravillosos d�as de la lluvia temprana (la lluvia primaveral): el derramamiento del Esp�ritu Santo, vemos a Saulo de camino hacia Damasco a perseguir a los cristianos. El poder del Esp�ritu

Iglesia Perfecta

descendi� sobre �l y cay� fulminado a tierra. Luego, escuch� la voz compasiva del Se�or que le dec�a: "Saulo, Saulo, �por qu� me persigues?".

M�s adelante lo encontramos no s�lo convertido y bautizado en el Esp�ritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas (1 Co 14:18), sino tambi�n predicando la salvaci�n y el Bautismo en el Esp�ritu Santo.

En Hechos 19, Pablo visit� La Primera Iglesia Bautista de �feso. Les pregunt� si hab�an recibido el Esp�ritu Santo desde que creyeron. Ellos le respondieron que no. Ni siquiera hab�an escuchado que exist�a el Esp�ritu Santo. "Y habi�ndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Esp�ritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban" (Hch 19:6).

Esta maravillosa manifestaci�n de hablar en otras lenguas acompa�aba el bautismo del Esp�ritu Santo sobre los creyentes por todas partes.

2. Un �rbol Con Frutos Perfectos
Cada don y fruto del Esp�ritu era manifestado libremente en la Iglesia primitiva. Los nueve dones y nueve frutos del Esp�ritu, pend�an como 18 manzanas perfectas sobre las ramas de un �rbol perfecto.

"Porque a �ste es dada por el Esp�ritu palabra de sabidur�a; a otro palabra de ciencia seg�n el mismo Esp�ritu; y a otro, fe por el mismo Esp�ritu y a otro, dones de sanidades por el mismo Esp�ritu.

A otro, el hacer milagros; a otro, profec�a; a otro, discernimiento de esp�ritus; a otro, diversos g�neros de lenguas; y a otro, interpretaci�n de lenguas" (1 Co 12:8-10). Los enfermos eran sanados; poderosos milagros eran obrados; y cuando otras lenguas eran habladas en los servicios y asambleas, alguien expon�a las interpretaciones (1 Co 14:27).

Cada uno de los nueve frutos, estaba operando en la Iglesia: Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe, Mansedumbre y Templanza.

As� que, tenemos el cuadro perfecto visualizado en el "C�rculo 1" de la gr�fica. As� concluye la era de la historia de la Iglesia primitiva. El �rbol arraiga sus ra�ces y las afirma en la fe de Jes�s; cada parte, rama, hoja y fruto crece con fortaleza y arraigo perfecto.

B. C�RCULO 2: LA ORUGA EN ACCI�N
"Lo que qued� de la oruga comi�…" (Jl 1:4).

�Qu� d�as gloriosos de amor armonioso y unidad disfrut� la Iglesia primitiva! Fueron d�as cuando nadie llam� lo que pose�a como lo suyo propio. Fueron d�as cuando los hijos del Se�or ten�an todas las cosas en com�n.

Fueron d�as en los cuales fueron azotados y puestos en prisi�n; d�as en los cuales las cadenas de las prisiones eran rotas; d�as en los que maravillas y se�ales eran obradas poderosamente. �Cu�n a menudo deseamos que tales obras milagrosas hubieran continuado!

Estas mentes limitadas que tenemos, perciben �nicamente con debilidad eventos del pasado; siendo totalmente incapaces de penetrar las profundidades de los misterios ocultos para el futuro.

No obstante, a diferencia de nosotros, la gran mente y ojo del Dios Todopoderoso consideran el futuro tan claramente como el pasado.

Delante de Sus ojos ardientes como el fuego y la gloria de Su presencia, las tinieblas se tornan en claridad, y las neblinas m�s densas son envueltas como en un rollo.

1. Las Amonestaciones De Dios
As� que, contemplando hacia adelante con ojo infalible, Dios vio y profetiz�, a trav�s del profeta Joel, que la Iglesia no siempre retendr�a ese glorioso estado de poder.
Joel vio que la oruga y el revolt�n iban a robar, a mutilar y a destruir ese �rbol perfecto junto con sus dones y frutos. �l vio que la Iglesia o el �rbol iba a perder gradualmente m�s y m�s hasta que fuera dejado desolado, infruct�fero y destruido (Jl 1:7).

Joel no s�lo vio esto, sino que Jes�s tambi�n lo vio, y envi� a Su siervo Juan para que amonestara a la Iglesia.

"Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de d�nde has ca�do, y arrepi�ntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendr� pronto a ti, y quitar� tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (Ap 2:4, 5).

Las primeras obras mencionadas aqu�, se refieren a las obras sobrenaturales hechas por la Iglesia. La palabra griega es ergon. Este t�rmino es usado por Jes�s repetidamente en referencia a los milagros que �l hizo (vea a Juan 5:20, 36; 6:28; 10:25).

�l us� esta palabra cuando prometi�: "De cierto, de cierto os digo: El que en m� cree, las obras [sobrenaturales] que yo hago, �l las har� tambi�n; y aun mayores har�, porque yo voy al Padre" (Jn 14:12).

Jes�s estaba llamando claramente a la Iglesia de vuelta a la unci�n, bendici�n y poder en el cual tuvo su origen.

2. El Fruto Perfecto Es Destruido
La Iglesia no prest� atenci�n a este llamado. La apostas�a (reincidencia) y destrucci�n del �rbol perfecto, no ocurri� en un d�a. Fue un deterioro gradual logrado d�a por d�a y de etapa en etapa.

Un d�a apareci� la oruga comiendo y destruyendo hasta que al pasar los a�os, los Dones y Frutos del Esp�ritu comenzaron a desaparecer de la vista.

No muchos enfermos fueron sanados como antes; no muchos milagros fueron obrados. La fe fue disminuyendo. Cuando alguien hablaba en lenguas en los servicios o asambleas, no hab�a int�rpretes. La profec�a no era tan frecuente como sol�a serlo.

Los frutos del amor desinteresado, gozo y paz, tambi�n fueron atacados por la oruga, la cual, aument� en obstinaci�n cada d�a m�s.

Gradualmente las 18 manzanas comenzaron a desaparecer del �rbol firme y derecho. La Iglesia se hab�a mantenido erguida con los dones y el fruto por muchos a�os despu�s del D�a de Pentecost�s.

Este estado de infructuosidad en realidad fue una condici�n digna de lamentaci�n, pero la tragedia de todo ello es que la devastaci�n no se detuvo con el estrago causado por la oruga.

Otros a�os y otros insectos da�inos continuaron la obra destructora en el lugar donde la hab�a dejado la oruga, hasta que "lo que qued� de la oruga comi� la langosta…" (Jl 1:4).

C. CIRCULO 3: LA LANGOSTA EN ACCI�N
"…lo que qued� de la oruga comi� la langosta…" (Jl 1:4).

Por supuesto que la obra de la langosta es contra las hojas.

Barriendo a trav�s de vastos territorios del pa�s despoja y deja est�ril todo lo que toca.

1. El Revestir Del Esp�ritu Santo Es Perdido
De esa manera no s�lo se perdieron de vista los dones y frutos del Esp�ritu de parte de la mayor�a de los creyentes, sino que el revestir personal del Esp�ritu Santo acompa�ado por el hablar en otras lenguas, tambi�n se perdi� de vista en grandes medidas.

La oraci�n ferviente y los servicios de alabanzas comenzaron a desaparecer. La formalidad y el sectarismo tomaron sus lugares.
As� como la humildad, la santidad y las manifestaciones del Esp�ritu Santo desaparecieron; las persecuciones y vituperaciones, tambi�n se desvanecieron.

A medida que los servicios del orden anticuado fueron cambiando en servicios m�s dignificados de una forma m�s ortodoxa, el Esp�ritu Santo, como una paloma noble, fue contristado y apagado hasta que retir� silenciosamente Sus manifestaciones obradoras de maravillas. El gozo y la alegr�a se detuvieron. "�No fue arrebatado el alimento de delante de nuestros ojos, la alegr�a y el placer de la casa de nuestro Dios?" (Jl 1:16).

Debido a que ello significaba un sacrificio demasiado grande, negaci�n de s� mismo, b�squeda y espera, y humillaci�n en el polvo delante de Dios, el Bautismo en el Esp�ritu Santo no fue recibido como lo fue en los tiempos antiguos.

2. Profesores, No Poseedores
Luego, vinieron hombres que profesaron estar llenos con el Esp�ritu Santo de una manera nueva, en otras palabras, sin el sello de la Biblia de hablar en otras lenguas. Esto simplific� las cuestiones grandemente y el profesor ya no necesitaba ser un poseedor.

As� que, el Bautismo en el Esp�ritu Santo fue perdido de vista por muchos, aunque siempre hab�a un remanente: unos pocos santos fieles llenos del Esp�ritu a trav�s de quienes el Se�or se manifestaba de manera sobrenatural.

Fue un d�a triste cuando el �rbol fue despojado de las hojas y la langosta hab�a concluido su obra destructora, pero d�as aun m�s tristes vendr�an seg�n lo que nos dice Joel:

"…y lo que qued� de la langosta comi� el pulg�n…" (Jl 1:4).

D. C�RCULO 4: LA OBRA DEL PULG�N
"Lo que qued� de la oruga comi� la langosta, y lo que qued� de la langosta comi� el pulg�n…" (Jl 1:4). Despu�s que el fruto y las hojas hab�an sido destruidas, el pulg�n hizo su inmediata aparici�n y comenz� su obra destructora contra las ramas y partes tiernas del �rbol.

1. La Santidad Se Pierde
Este insecto destructivo, es una alegor�a de aquellos que se apartan de la santidad como vocaci�n temerosa de Dios. Ya dejaron de vivir por sobre el mundo y el pecado. Ya no caminan por la senda estrecha, la cual, hab�a sido disfrutada por tanto tiempo por los hijos de Dios.

Como la savia, la vida del �rbol, fue consumida y las ramas se pudrieron cada vez m�s, las cosas que eran pecaminosas antes, ahora dejaban de serlo.

Los santos pecadores que acostumbraban ser excluidos fuera de las puertas de la Iglesia, ahora se reclinaban muy contentos en bancos acojinados de extrema comodidad o cantando en el coro.

Los cristianos bajaron las elevadas normas de santidad a Dios, las cuales, por mucho tiempo hab�an respaldado. Ahora estaban tiradas como trapos en el camino polvoriento. R�pidamente en la misma ruta del pulg�n, sigui� su obra destructora el revolt�n, y leemos que "…el revolt�n comi� lo que del pulg�n hab�a quedado" (Jl 1:4).

E. C�RCULO 5: LA OBRA DEL REVOLT�N
"Lo que qued� de la oruga comi� la langosta, y lo que qued� de la langosta comi� el pulg�n; y el revolt�n comi� lo que del pulg�n hab�a quedado" (Jl 1:4).

Ahora estamos aproxim�ndonos al extremo inferior del c�rculo extenso. El �rbol perfecto ya no lo es. Ha sido desnudado de sus frutos y de sus hojas; sus ramas fueron consumidas y su corteza despellejada.

No pas� mucho tiempo hasta que su tronco y las ra�ces comenzaron a podrirse y el revolt�n hizo su nido en las cavidades consumidas y podridas del �rbol.

Ning�n �rbol puede sobrevivir sin las hojas, por medio de las cuales respira, y sus ramas y tallos, a trav�s de los cuales la savia y la vida corren por sus venas.

Para un creyente vivir sin el Esp�ritu Santo, el aliento de vida, o sin la vida santa de Jes�s corriendo a trav�s de sus venas, es como vivir una vida miserable y est�ril.

1. La Justificaci�n Por La Fe Se Ha Perdido
Y ahora en el C�rculo 5 vemos el �rbol descrito en la condici�n m�s lamentable: sin los frutos, sin las hojas, sin las ramas, con el tronco podrido y deca�do, siendo usado como nido por la langosta.

En otras palabras, los dones y frutos del Esp�ritu Santo ya no est�n en operaci�n, la separaci�n y santidad se han ido, la justificaci�n por la fe tambi�n se ha perdido.

Los �ngeles tal vez miren la condici�n de la Iglesia y lloren. La Iglesia una vez Noble, el �rbol perfecto que una vez se hab�a levantado aderezado con poder y la gloria del Esp�ritu Santo, hoy no tiene nada excepto un nombre, ni siquiera un remanente de su esplendor pasado, a medida que entr� a la EDAD OSCURA.

"…Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y est�s muerto" (Ap 3:1).

F. C�RCULO 6: LA EDAD OSCURA
No es de asombrarse porqu� le llaman la Edad Oscura, �Ah! Ciertamente es oscura la noche sin Jes�s. �l es la Luz del mundo.

Cuando la Iglesia perdi� la visi�n de la justificaci�n por la fe, cuando perdi� de vista el sacrificio expiatorio a trav�s de la sangre de Jes�s, hubo un eclipse total.

El rostro del sol de justicia se oscureci�, y los a�os que siguieron son conocidos como la Edad Oscura.

1. Por Las Obras, No Por La Fe
Los hombres y mujeres que andan a ciegas por las densas tinieblas de este mundo, tratan de ganar la entrada al Cielo a trav�s de las penitencias, de encerrarse dentro de calabozos, caminar descalzos por sobre carbones encendidos al rojo vivo, infligi�ndose torturas innominadas sobre s� mismos y entre unos y otros. Ciegos e ignorantes, por medio de alguna obra tratan de pagar la deuda que ya fue pagada en la cruenta Cruz del Calvario. Han perdido de vista completamente el hecho de que:

"Jes�s pag� la deuda completa, todo se lo debemos a �l, el pecado ha dejado una mancha roja, pero �l la lav� hasta quedar blanca como la nieve"

Ellos se olvidaron de Aqu�l que prometi�: "…si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve ser�n emblanquecidos; si fueren rojos como el carmes�, vendr�n a ser como blanca lana" (Is 1:18).

La gran flecha que ven en la gr�fica ha estado torn�ndose hacia abajo firmemente cada vez m�s, penosamente e implacablemente hacia abajo hasta que al parecer nunca lograr�a llegar al fondo. Pero ahora lleg� al fondo: La Iglesia visible como instituci�n hab�a perdido todo; el �rbol estaba muerto.

Los �ngeles pueden haber llorado; los mortales posiblemente se apretaran las manos y sus almas les fallaron dentro de ellos en total desesperaci�n.

2. La Restauraci�n Prometida
Pero DIOS, �Aleluya!, poniendo los ojos en el futuro, habl� a trav�s del Profeta diciendo:

"Y os restituir� los a�os que comi� la langosta, el pulg�n, el revolt�n y la oruga; mi gran ej�rcito que envi� contra vosotros" (Jl 2:25).

Oh mi amado, �puedes verlo? �Entonces da aclamaciones en voz alta y al�bale! �TODO! �Considere esto! TODO lo que se hab�a perdido ser� restaurado.

�Aleluya! Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios.

Por supuesto que la Iglesia no ha perdido todo esto de una vez. La restauraci�n vino de la misma manera en que se perdi�, l�nea sobre l�nea, precepto sobre precepto, un poquito all� y otro poquito all�, hasta que hoy estamos pr�ximos a ver la restauraci�n completa.

Jes�s viene pronto para levantar Su Iglesia perfecta, Su Comprometida, Su �rbol cargado de buenos frutos y llev�rsela con �l; tal �rbol ser� trasplantado de la tierra hacia el cielo, donde florecer� y producir� frutos perpetuamente cerca del gran R�o de la Vida.

No, Dios no le restaur� a la Iglesia todo lo que hab�a perdido de una sola vez. �l estaba dispuesto a hacer tal cosa, pero ella no ten�a la luz para ese tiempo.

Por lo tanto, lo �ltimo que se hab�a perdido fue lo primero en ser restaurado. Ten�an la reputaci�n de una Iglesia viva y activa, pero estaban muertos. Por lo tanto, ten�an que arrepentirse y hacer las primeras obras de nuevo antes de dar cualquier otro paso m�s alto (Ap 3:1).

G. C�RCULO 7: LOS A�OS DEL REVOLT�N SER�N RESTAURADOS
"Y os restituir� los a�os que comi�… el revolt�n…" (Jl 2:25).

Justamente antes de que la flecha comenzara a ascender y la obra de restauraci�n comenzara, vemos la escena de la ruina representada por Joel en toda su majestuosidad.

En el cap�tulo 1 y vers�culos 9, 10, 17, 18, 20, leemos: "Desapareci� de la casa de Jehov� la ofrenda y la libaci�n… El campo est� asolado… El grano se pudri� debajo de los terrones, los graneros fueron asolados… �C�mo gimieron las bestias! �Cu�n turbados anduvieron los hatos de los bueyes… tambi�n fueron asolados los reba�os de las ovejas… se secaron los arroyos de las aguas, y fuego consumi� las praderas del desierto".

1. La Justificaci�n Por La Fe Es Restaurada
Entonces un d�a en medio de toda esa desolaci�n, Dios comenz� a moverse. El sonido de sus pasos fue escuchado. En el C�rculo 7 vemos las ra�ces del �rbol hundi�ndose muy profundo de nuevo en la tierra y la justificaci�n por la fe es restaurada.

Esta es la manera en que todo sucedi�: Un d�a Mart�n Lutero (1483-1546) estaba subiendo los escalones de la catedral inclinado sobre sus rodillas por encima de cristales rotos, como penitencia por sus pecados.

A medida que iba abri�ndose camino, penosa y laboriosamente por los escalones hacia arriba, con la sangre corriendo de sus manos y rodillas por causa de las cortaduras de los vidrios rotos, escuch� una voz del Cielo que dec�a:

"Mart�n Lutero, el justo por la fe vivir�."

Con tales palabras, una gran luz descendi� del cielo disipando las tinieblas y dudas e ilumin� el alma de Lutero. �sta le revel� la obra consumada en el Calvario y que la sangre es la �nica que puede redimir el pecado.

"Nada bueno tengo yo,
Que tu gracia pueda reclamar,
Lavar� mis vestiduras sucias,
En la sangre del Cordero,
Sacrificado por m� en el Calvario."

Los d�as que siguieron fueron d�as singulares, d�as hist�ricos y cargados de sacrificios personales y sufrimientos. El Se�or hab�a hablado y prometido que todos los a�os que hab�an sido destruidos ser�an restaurados.

Fuera de los mares de los dolores de parto (trabajos) y del sufrimiento que siguieron a la predicaci�n de la justificaci�n por la fe, naci� un peque�o cuerpo de peregrinos lavados en la sangre y probados por el fuego, dispuestos a padecer persecuciones por amor a Su nombre.


.::2do Trimestre - .::SECCI�N C