Cap�tulo 4
Pasajes Problem�ticos Acerca De Las Mujeres En El Ministerio

A. EL DESIGNIO DE DIOS PARA EL HOMBRE Y LA MUJER
1. La Mujer Como Una Ayuda

Dios le dijo al hombre: "No es bueno que el hombre est� solo" (soltero).

Aparentemente, nunca fue el prop�sito de Dios que el hombre viviera solo. Desde el amanecer de la historia humana, el plan de Dios para el hombre incluy� una mujer o compa�era para que estuviera a su lado, para que compartieran mutuamente tanto el trabajo como la vida el uno con el otro, uno al lado del otro: una unidad bajo la direcci�n de Dios.

A eso es lo que llamamos compa�erismo. �ste implica cooperaci�n, unidad, adorar y orar juntos, servir juntos, ministrar juntos y juntos ganar almas.

"Har�le ayuda id�nea..."

Esto debe ense�ar a los hombres cristianos que sus esposas son sus "ayudas id�neas" en la vida, no sus esclavas o sus sirvientas, mas sus parejas, con quienes compartir y compa�eras.

"Entonces Jehov� Dios hizo caer sue�o profundo sobre Ad�n, y mientras �ste dorm�a, tom� una de sus costillas, y cerr� la carne en su lugar.

Y de la costilla que Jehov� Dios tom� del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Ad�n: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn 2:21-23).

"Esa es la manera en que un hombre debe sentirse acerca de su esposa; deber� amarla como a su propia carne" (Ef 5:28, 29).

"Dijo entonces Ad�n… ser� llamada Varona, porque del var�n fue tomada. Por tanto, dejar� el hombre a su padre y a su madre, y se unir� a su mujer, y ser�n una sola carne" (Gn 2:23, 24).

Esa es la voluntad de Dios para el hombre y la mujer. Es un compa�erismo amoroso. El matrimonio es el estado feliz de un hombre y una mujer, compartiendo juntos sus vidas en amor. Ese fue el prop�sito que Dios hab�a delineado para ellos.

2. La Mujer Como Una Compa�era Sexual
"Por tanto, dejar� el hombre… se unir� a su mujer, y ser�n una sola carne" (Gn 2:24).

Es contra la Ley b�blica que una mujer (u hombre) soltera tenga relaciones sexuales. Tiene que permanecer virgen hasta la ceremonia matrimonial. En los tiempos del Antiguo Testamento, si un hombre pod�a demostrar que la mujer no era virgen cuando se casaba, era llevada ante la puerta de la casa de su padre y los hombres de la ciudad la apedreaban hasta la muerte (Dt 22:20, 21).

En los tiempos del Nuevo Testamento, Jes�s mostr� misericordia a los que quebrantaban las leyes morales. �l los perdonaba y los restauraba con la siguiente amonestaci�n: "…Ni yo te condeno, vete y no peques m�s" (Jn 8:11).

No obstante, el sexo era una parte muy importante de la vida matrimonial. Dios hab�a ordenado que las relaciones sexuales fueran disfrutadas en el lugar apropiado y entre las personas casadas legalmente.

Los jud�os cre�an firmemente en esta doctrina, de tal manera que un hombre reci�n casado era libre de sus deberes militares durante todo un a�o a fin de que pudiera "...alegrar a la mujer que tom�" (Dt 24:5).

La �nica restricci�n era que el esposo y la esposa no tuvieran relaciones sexuales cuando ella estuviera en su per�odo de menstruaci�n (Lv 18:19).

El sexo deber�a ser disfrutado por la esposa, as� tambi�n como por el esposo. Dios le dijo a Eva: "...y tu deseo ser� para tu marido" (Gn 3:16).
Cantares de Salom�n presenta a la mujer de manera muy agresiva, quien besa a su marido y lo conduce al dormitorio. Ella le expresa su amor repetidas veces y le motiva para que disfruten de sus relaciones f�sicas (Cnt 1:2; 2:3-6; 8:10; 8:14).

En los tiempos del Nuevo Testamento, hubo un desacuerdo en la iglesia de Corinto acerca del papel del sexo. Algunas personas al parecer reten�an los valores hedon�sticos (cualquier cosa que se quisiera hacer sexualmente estaba correcto incluyendo la fornicaci�n, el adulterio, la prostituci�n y los actos homosexuales).

Otras personas pensaban que el sexo era algo malo y que uno deber�a abstenerse del mismo en cualquier forma, no tener relaciones f�sicas: ni siquiera con su propio esposo o esposa legal. (Lea 1 Corintios 7).

Pablo amonest� a los corintios respecto a que el adulterio y la homosexualidad eran pecados y que deber�an ser evitados (1 Co 6:9-11).

Pero dijo que los esposos y las esposas deben disfrutar del don del sexo que Dios les ha otorgado en mancomunidad. Pablo instruy� que:

"El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido… No os negu�is el uno al otro, a no ser por alg�n tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oraci�n; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satan�s a causa de vuestra incontinencia" (1 Co 7:3, 5).

3. El Matrimonio Ideal Se Perdi�
Ad�n y Eva estaban contentos y se amaban mutuamente. Eran una sola carne. Pero ese primer hombre y esa primera mujer desobedecieron a Dios, y su pecado trajo sobre ellos el castigo prescrito por Su ley: "El alma que pecare morir�…" (Ez 18:20).

Fueron echados fuera del Jard�n del Ed�n porque no pod�an vivir en la presencia de Dios despu�s de haber pecado.

Se convirtieron en esclavos de Satan�s, a quien hab�an obedecido. "�No sab�is que si os somet�is a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedec�is, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?" (Ro 6:16). As� que, Ad�n y Eva ten�an un nuevo amo, y ah� fue donde comenz� el gran problema.

En el coraz�n del hombre y de la mujer la concupiscencia de la carne comenz� a tomar el lugar del amor. La codicia y el mal tomaron el lugar del bien; las pasiones pervertidas tomaron rienda suelta.

A medida que los siglos pasaban, debido a que el hombre ten�a un aspecto f�sico m�s grande y m�sculos m�s fuertes, el mal en su coraz�n le llev� a convertir a la mujer en su esclava.

En lugar de una ayuda id�nea, amorosa y compa�era que proteger y cuidar, �l la redujo a un medio f�sico inferior para la satisfacci�n de su propia concupiscencia o codicia.

4. La Restauraci�n Fue Provista
Debido a las consecuencias maleadas del pecado, gracias a Dios que �l provey� la restauraci�n para el estado ca�do del hombre y la mujer: el plan de redenci�n a trav�s del cual la mujer ha sido restaurada a su lugar correcto al lado del hombre.

Ese remedio fue la muerte y sacrificio de Jesucristo nuestro Se�or. �l vino para sufrir las consecuencias de todos nuestros pecados, los de las mujeres as� tambi�n como los de los hombres. �l vino para pagar el precio de rescate por todos nosotros y llevarnos nuevamente a la posici�n que hab�amos perdido ante Dios y entre los unos y los otros.

B. LA TRADICI�N DE LA IGLESIA
En Mateo 19:3-9, Jes�s estableci� Su norma para las relaciones del hombre y la mujer. Los jud�os del tiempo de Jes�s ten�an sus criterios, los cuales, hab�an sido reducidos por Mois�s y m�s tarde por las interpretaciones y ense�anzas del Talmud.

Jes�s dej� claro que esas tradiciones no cancelan o anulan el prop�sito de Dios para el hombre y la mujer. �l vino para establecer la intenci�n y prop�sito original de Dios. "Por la dureza de vuestro coraz�n Mois�s os permiti� repudiar a vuestras mujeres: mas al principio no fue as�".

1. Se Les Ha Prohibido A Las Mujeres Hablar
Los te�logos no han enfatizado el hecho de que la obra redentora de Cristo ten�a la intenci�n de restaurar el prop�sito original de Dios y de tomar a la mujer a su lugar original: al lado del hombre. As� que, a menudo les prohib�an a las mujeres que hablaran en la iglesia.

Han pasado casi 2,000 a�os desde que Jes�s restaur� el lugar de las mujeres; sin embargo, todav�a hoy, la tradici�n de la iglesia les proh�be predicar o ense�ar.

El respaldo de los te�logos para esta restricci�n, est� basada en algunas instrucciones pr�cticas apost�licas expuestas por Pablo para remediar ciertos abusos surgidos entre las recientes mujeres liberadas (y sin educaci�n).

Pablo simplemente estaba reforzando las normas b�sicas de la etiqueta y protocolo.

La libertad para que las mujeres oraran y profetizaran en las reuniones o cultos religiosos era tan nueva, que caus� algunos problemas dentro de las iglesias donde los jud�os y gentiles adoraban juntos.

No fue f�cil para los primeros jud�os cristianos aceptar esa nueva igualdad espiritual para las mujeres. La idea de que ellas tomaran parte en las ceremonias religiosas era muy remota, pues lo consideraban como un sacrilegio. Las mujeres no eran ni aun permitidas en la corte de adoraci�n en el templo jud�o.

Aquellos jud�os que se hab�an convertido a Cristo, permanec�an en las costumbres antiguas. Los creyentes jud�os todav�a permanec�an en las leyes del Antiguo Testamento como su fuente de alimento (lea la Secci�n: "Los 500 A�os Entre Los Testamentos").

Ellos continuaron la pr�ctica de la circuncisi�n, y a�n ten�an a maestros jud�os que entre los gentiles insist�an que deber�an ser circuncidados. Por consiguiente, las mujeres, al permit�rseles la libre expresi�n en la Iglesia, no fueron ciertamente la menor de sus molestias.

La tradici�n jud�a prohib�a que las mujeres hablaran en las sinagogas. Aunque no exist�a autoridad b�blica para respaldar tales normas, los jud�os creyentes todav�a insist�an sobre la permanencia a sus tradiciones religiosas.

2. Arreglos Especiales Para Los Asientos
Sus arreglos para los asientos en los lugares de adoraci�n, fue una aceptaci�n general de la tradici�n del templo jud�o. Siempre hab�a existido una �rea restringida para las mujeres, secci�n ubicada en la parte trasera de las sinagogas y limitada para las mujeres, donde sus cr�ticas y habladur�as no interrumpieran la adoraci�n sagrada.

Los hombres que siempre hab�an sido los instrumentos santos de Dios, ocupaban la secci�n principal donde pudieran ejercer la adoraci�n espiritual, conducir sus servicios o reuniones, debatir y discutir los asuntos diarios, asuntos de negocios, problemas y oficiar en sus ceremonias.

(En las iglesias en algunos pa�ses, Egipto como un ejemplo, todav�a sientan a las mujeres en una secci�n separada.)

En lo que a las mujeres se refer�a en la �poca de Pablo, eran consideradas generalmente un poco m�s que bienes muebles humanos, usualmente sin educaci�n, sin cultura y faltas de experiencia.

En la nueva revoluci�n cristiana, los jud�os varones que se convert�an, admit�an a rega�adientes el hecho de que las mujeres pudieran ser salvas.

Al considerar los prejuicios que ten�an contra las damas, resultaba ser una agon�a mental integrarlas al santuario, y estaba fuera de todo debate que esas "criaturas inferiores" pudieran hablar o ense�ar. La superioridad del hombre no pod�a tolerar ese grado de indignidad.

La nueva libertad descubierta por la mujer en Cristo, estaba en conflicto directo con el antiguo sistema jud�o, y el resultado fue la aceptaci�n general de una barrera distinta entre el var�n y la hembra entre aquellos cristianos primitivos.

3. La Necesidad Del Orden Y Dignidad
Para hacer la cuesti�n peor, las mujeres no eran usualmente educadas y tend�an a hacer ostentaci�n de su nueva libertad como cualquier pueblo oprimido o esclavizado que es puesto en libertad repentinamente.

Ellas siempre hab�an sido mantenidas fuera, en la corte de las Mujeres. Ahora pod�an entrar al interior del edificio donde pudieran ver y escuchar todas las cosas.

Esto era intrigante, encendiendo sus esp�ritus. Algunas eran elocuentes, otras tempestuosas y clamorosas, aun otras eran insaciablemente curiosas e inquisitivas.

Esta era una nueva dimensi�n. Pero su presencia y palabrer�a, eran ofensivas para los hombres jud�os que ya estaban extenuados hasta los l�mites con esa nueva libertad que permit�a a las mujeres la entrada dentro de las asambleas con los adoradores masculinos.

Cuando esas mujeres escuchaban discusiones en la iglesia, algunas de ellas no pod�an resistir dar aclamaciones o gritos a sus esposos solicit�ndoles explicaciones; tal vez alguna pod�a objetar a cierto asunto o entrar en la discusi�n o proponer una pregunta o aun dar una profec�a e interpretaci�n, y usualmente en una manera desordenada, gritando desde la secci�n de las mujeres para ser escuchadas de parte de los hombres.

Recuerde, esta agitaci�n fue la expresi�n de las primeras mujeres liberadas del mundo. Ellas no estaban entrenadas o disciplinadas en su nuevo papel de la libertad en Cristo. El sentarse dentro de la iglesia para ver y escuchar todo por primera vez, era una experiencia abrumadora. No hab�an aprendido a restringirse a s� mismas; as� que, hablaban sin pensar cualquier cosa que sent�an.

Pablo estaba tratando de establecer orden y dignidad en esta nueva libertad cristiana. Parec�a completamente inapropiado, para �l o aquellas mujeres, hacer ostentaci�n de su nueva libertad y gritar desde la parte de atr�s: "la Corte de las Mujeres". No era apropiado que ellas formularan preguntas y afirmaran su nueva libertad por medio de exponer profec�as o argumentar sobre puntos doctrinales. No era conforme a la costumbre el que las mujeres ense�aran a los hombres ideas que consideraran que les hubieran sido reveladas.

Los ni�os llorando y las mujeres dando clamores para llamar la atenci�n de los hombres, eran unas exhibiciones ignominiosas y un bochorno para los varones jud�os reci�n convertidos. Pablo sab�a que algo deber�a hacerse al respecto. Aquellas mujeres estaban explotando su nueva libertad y ten�an que ser ense�adas a bregar con su nuevo papel de emancipaci�n en Cristo.

Esta es la situaci�n del contexto en el cual Pablo expuso las instrucciones concernientes a la conducta de las mujeres en un servicio o reuni�n de la iglesia.

No era apropiado que aquellas mujeres en�rgicas y sin entrenar se levantaran para interrumpir una asamblea. Algunas de ellas eran lo suficientemente impulsivas, en su estado inconvencional, para tomar un asunto con los hombres en discusi�n p�blica, argumentar o persuadir la opini�n p�blica por medio de ense�ar su punto de vista abiertamente. Imagine el tumulto y agitaci�n que una mujer aldeana de fuertes convicciones podr�a causar en una situaci�n como esa.

Puedo entender esto porque he estado en muchos pa�ses donde las mujeres todav�a est�n encadenadas por las costumbres tribales, son vendidas y compradas como animales, pose�das y usadas por los hombres. En muchas �reas, a las mujeres se les proh�be participar en los ritos paganos o asistir a los sacrificios. Ellas son oprimidas y no tienen libertad de expresi�n.

En muchos pa�ses de hoy, cuando sus habitantes se convierten y tales mujeres descubren su nueva libertad en Cristo, les toma buen tiempo poder ajustarse a su nuevo papel como mujer libre en Cristo.

En las �reas subdesarrolladas, he visto la misma confusi�n que Pablo experiment�. Le he tenido que decir con toda sinceridad a las mujeres incultas de esas aldeas que guarden silencio, que esperen hasta que lleguen a sus casas para que discutan el asunto. Era inapropiado, para las mujeres, que se pararan p�blicamente a discutir un punto mientras estaban d�ndole de mamar a su ni�o con sus senos de fuera.

En algunas �reas de los musulmanes, las mujeres todav�a usan velos porque es una desgracia para ellas el que cualquier hombre, que no sea su esposo, la vea con la cara descubierta.

Muchas veces les he dicho a los musulmanes que traigan a sus esposas a los servicios o campa�as, lo cual, es una experiencia muy extra�a para ellas.

Las he visto emocionarse de tal manera, con relaci�n al mensaje del evangelio, que interrumpen nuestros cultos con sus discusiones en voz alta, exclamaciones espont�neas, formulaciones de preguntas a sus maridos solicitando explicaciones acerca de lo que he hablado, etc.

Esta es la situaci�n que Pablo afront�, y �l ten�a que buscar un remedio pr�ctico para salvar a la Iglesia de la divisi�n y vergüenza.

C. PASAJE PROBLEM�TICO # 1: SE LES PROHIBE HABLAR
Un pasaje usado para silenciar a las mujeres, es el hallado en 1 Corintios 14:34, 35: "Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que est�n sujetas, como tambi�n la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregaci�n". Si Pablo hubiera tenido la intenci�n de que esto fuera un mandato absoluto contra cualquier mujer para que no abriere su boca o utilizara su libre expresi�n en cualquier forma en un servicio en la iglesia, ser�a una contradicci�n clara contra las instrucciones del mismo Pablo en unos cap�tulos previos a este pasaje.

En el cap�tulo 11 de esta misma ep�stola, Pablo expone instrucciones claras sobre el modo y conducta con la cual las mujeres (y los hombres) deben orar y profetizar.

Despu�s de estas claras instrucciones concernientes a la participaci�n de las mujeres en los servicios de la iglesia, �acaso Pablo se vuelve para revocar o anular tales instrucciones y tapar la boca de todas las mujeres hasta el estado de que sean mudas en la iglesia? �Por supuesto que no! Eso no tiene sentido alguno.

1. Tres Palabras Explicadas
En el pasaje anterior, tres palabras necesitan ser explicadas si es que vamos a entender lo que Pablo estaba ense�ando a los corintios. Esas tres palabras son: mujeres, hablar y dijo.

a. Mujeres. El t�rmino mujeres en este pasaje viene de la palabra griega gune, que significa una esposa (no meramente cualquier mujer). Estas son instrucciones espec�ficas para las esposas.

b. Hablar. La palabra hablar viene de la ra�z griega laleo, que significa un discurso prolongado o desatinado; ponderar y llamar a alguien (que est� al otro lado de la sala) sin los modales debidos o respeto hacia los dem�s.

c. Decir. En contraste con la palabra laleo, la palabra decir viene de la ra�z griega lego, que significa "extender" (una idea o doctrina) en palabras usualmente arrogantes o sistem�ticas ("...como tambi�n la ley lo dice").

Lego es animado, pero laleo es desanimado.

Una traducci�n ampliada de los dos vers�culos anteriores (1 Co 14:34, 35), podr�a leerse como sigue: "Que vuestras mujeres se abstengan de hablar [laleo], evitando la interrupci�n de los servicios de la iglesia con sus discursos desatinados [palabrer�as] y saturadas de jactancias altaneras, llamando a los dem�s de manera irrespetuosa o sin consideraci�n hacia los dem�s en la iglesia, porque no les es permitido a ellas hablar [laleo: interrumpir con un discurso extenso o desatinado o llamando en voz alta a otros], sino que se les ordene que est�n bajo la obediencia, como tambi�n lo dice [lego: estableciendo (una idea o doctrina) en palabras de un discurso sistem�tico] la ley. Y si desean saber acerca de cualquier cosa, que pregunten a sus maridos en casa, porque es indecoroso que ellas hablen [laleo] en la iglesia".

2. El Comportamiento Ordenado Es Necesario
Estuve en Israel hace muchos a�os ministrando en una congregaci�n de habla �rabe. Cuando iba de lleno en el mensaje, una dama comenz� a gritarle a otra que estaba al otro lado del auditorio. Se hablaron a intervalos durante varios minutos. Tuve que detenerme y esperar. Le dije a mi int�rprete: "�De qu� est�n hablando?" "�Oh!", replic�, "ella le estaba preguntando a la otra acerca del precio de los huevos y de diferentes verduras en el mercado hoy. La otra dama le estaba contestando".

En ese momento interrump� a la dama y le ped� bondadosamente que se sentara y se callara. Luego le orden� a esa iglesia �rabe: "Vuestras mujeres callen en la iglesia. Si ustedes no se callan, les voy a pedir que se vayan. Est�n interrumpiendo el serm�n y mostrando falta de respeto a la Palabra de Dios y a los dem�s en el servicio".

Como resultado de esta experiencia, entend� perfectamente el problema que afront� Pablo en la iglesia de Corinto.

�l no estaba negando a las mujeres la libre expresi�n del ministerio en la oraci�n, profec�a, sanidad y otros ministerios.

�l estaba tratando de ense�arles buenos modales a mujeres gentiles no educadas, faltas de experiencia, y cuyo modo de comportarse era ofensivo a los miembros jud�os m�s cultos de la Iglesia, y cualquier otro visitante que pudiera estar en el servicio. "Si, pues, toda la iglesia se re�ne… y entran indoctos o incr�dulos, �no dir�n que est�is locos?" (1 Co 14:23).

Pablo estaba preocupado por la opini�n p�blica. La conducta apropiada y civilizada, era necesaria para realzar los servicios p�blicos de los corintios. Ellos eran tan incautos que hasta se emborrachaban durante la observaci�n de la Santa Cena (1 Co 11:20-26).

Estos problemas de falta de buenos modales, civismo, cortes�a com�n y decencia en el protocolo, eran temas importantes en la ense�anza de Pablo. �l no estaba dando su brazo a torcer en el asunto de permitir que las mujeres hablaran para interrumpir los servicios de la iglesia; no obstante, esto no significaba que estaba opuesto a que las mujeres participaran y hablaran en los servicios de la iglesia.

3. La Traducci�n De Una Mujer
Montgomery, es la �nica mujer que conozco que ha producido una traducci�n del Nuevo Testamento completo del griego al ingl�s. Ella da una traducci�n interesante del pasaje b�blico mencionado anteriormente.

Vers�culo 34, "Ustedes los corintios dicen: Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que est�n sujetas, como tambi�n la ley lo dice".

El punto de vista de Montgomery es que cuando Pablo escribi� los vers�culos 36 y 37, �l estaba retando la ense�anza de los corintios y orden�ndoles que no ense�aran eso. Pablo estaba retando el concepto de que las mujeres no hablaran mientras se conduc�an los servicios.

Vers�culo 36, "�Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o s�lo a vosotros ha llegado?" (�No implican estas preguntas que Pablo est� retando esta ense�anza?).

Vers�culo 37, "Si alguno se cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Se�or" (1 Co 14:34, 36, 37). En otras palabras, Pablo est� diciendo: "Haced lo que os mando; no os ense��is doctrinas falsas concernientes a las mujeres y su participaci�n en la iglesia". Mi creencia personal es que el texto griego sostiene la primera tesis que explica el t�rmino laleo: que es traducido hablar.

No obstante, la opini�n de Montgomery puede que tenga alguna validez. Ambas explicaciones derraman interesante luz sobre un pasaje que ha sido mal interpretado y aplicado equivocadamente en las iglesias.

D. PROBLEMAS B�BLICOS # 2: PROHIBIDO ENSE�AR
En otra carta, Pablo escribi�: "La mujer aprenda en silencio, con toda sujeci�n. Porque no permito a la mujer ense�ar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio" (1 Ti 2:11, 12).

1. Verdadero Significado
La palabra ense�ar es la clave para entender este pasaje b�blico en cuesti�n. La palabra griega es didaskaleo, que significa instruir o ense�ar doctrina.

a. Las Mujeres No Pod�an Establecer Doctrinas. Las mujeres no estaban autorizadas a establecer normas doctrinales. Esa era una funci�n manejada por el consejo apost�lico (lea Hechos 15).

"Y perseveraban en la doctrina de los ap�stoles, en la comuni�n unos con otros, en partimiento del pan y en las oraciones" (Hch 2:42).

El consejo apost�lico era el que establec�a las normas doctrinales, y las mujeres que ministraban ten�an que respetar las mismas, no ense�ando cosas contrarias a la sana doctrina. Tal regla no era s�lo para las mujeres, sino tambi�n para los hombres. "…Himeneo y Fileto… que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrecci�n ya se efectu�, y trastornan la fe de algunos" (2 Ti 2:17, 18). Esos dos hombres se apartaron de la doctrina de los ap�stoles y fueron condenados.

La profetisa de la iglesia de Tiatira hizo lo mismo (Ap 2:20). La iglesia fue reprendida por permitir ese distanciamiento de la doctrina de los ap�stoles.

Habiendo expuesto lo anterior, veamos c�mo una traducci�n extendida de este pasaje b�blico se leer�a. "Pero no permito que la mujer ense�e doctrina contraria a la ya establecida por los ap�stoles, y usurpar de esa manera la autoridad sobre ellos; sino permanecer calladas" (1 Ti 2:11, 12).

Es evidente que a Pablo le preocupaba que las mujeres que establec�an doctrinas podr�an conducir al enga�o, mientras que los hombres son menos prestos para ello.

"Y Ad�n no fue enga�ado, sino que la mujer, siendo enga�ada, incurri� en transgresi�n" (1 Ti 2:14).

b. Las Mujeres No Deber�an Tener Dominio "Sobre Los Hombres". Otra traducci�n de este vers�culo sostiene la interpretaci�n anterior.

"Pero no permito que la mujer tenga dominio sobre el hombre ni que usurpe la autoridad sobre el var�n…" (1 Ti 2:11, 12). Esta traducci�n es exacta si la coma (,) es dejada fuera del vers�culo (como en la Versi�n del Rey Jacobo). La cuesti�n reside en la expresi�n sobre el hombre (var�n), que significa ejercer autoridad (del griego exousia) sobre el hombre. Para mayor informaci�n sobre esto, lea 1 Corintios 11:1-5.

2. Las Mujeres Deber�n Compartir En El Ministerio
Para concluir este punto considere lo siguiente: A pesar de c�mo uno vea esto, es cierto que la idea de que las mujeres se sienten en los servicios o reuniones sin participar, es totalmente incongruente con el gran cuerpo de Escrituras ya discutidas, las cuales, muestran lo contrario.

Las mujeres deben compartir el ministerio de ganar almas. La oraci�n, la profec�a, los milagros y el testificar de Cristo, son para las mujeres tambi�n. No veo en la escritura diferencia entre los hombres y las mujeres en el ministerio, si ambos observan las fronteras doctrinales explicadas arriba.

Esto es importante porque las mujeres constituyen un enorme ej�rcito de ganadoras de almas para compartir el ministerio de evangelismo comisionado por Cristo.

En muchas organizaciones eclesi�sticas, a las mujeres se les proh�be hablar o ense�ar debido a ciertas declaraciones hechas por Pablo. Estas instrucciones pr�cticas fueron necesarias debido a circunstancias completamente ajenas para la mayor�a de las iglesias en nuestra generaci�n.

a. La Mujeres Como Maestras. Pablo escribi� a Tito instruy�ndole sobre el papel que las mujeres ten�an como maestras. Instruye a "Las ancianas asimismo sean… maestras del bien; que ense�en a las mujeres j�venes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada" (Tit 2:3-5).

Se debe notar que la palabra ense�ar usada en esta instrucci�n a las mujeres, es la misma palabra griega (didaktikos) usada cuando fueron se�aladas las caracter�sticas para los rangos de Obispo y Di�cono (lea 1 Timoteo 3:2; 2 Timoteo 2:24) quienes deben ser "aptos para ense�ar [didaktikos]".

E. MUJERES FUERA DE LOS SERVICIOS DE LA IGLESIA
Si su iglesia insiste en que el bozal primitivo deba ser puesto sobre las mujeres cristianas modernas "en las iglesias", no existe restricci�n b�blica sobre el ministerio de las mujeres cristianas FUERA DEL SANTUARIO, y es ah� donde el ministerio de ganar almas es m�s efectivo.

La esposa de un evangelista prominente pregunt� lo siguiente:

"�Por qu� deben las mujeres sentirse limitadas en su ministerio aun cuando sean silenciadas dentro de la iglesia?

El mensaje, testimonio y ministerio cristiano de las mujeres, se necesita un mill�n de veces m�s afuera del santuario que en el interior."

1. El Mundo Completo Es Nuestro Campo
"Las mujeres no necesitan sentirse despojadas cuando no se les permite hablar dentro de la iglesia. El ministerio y mensaje de las mujeres tiene m�s valor ALL� AFUERA: DONDE EST�N LOS PECADORES.

As� que, en lugar de quejarse acerca de las peque�as esquinas a las que estamos restringidas como mujeres, debemos levantar nuestros ojos y mirar a los campos de TODO EL MUNDO, donde la interpretaci�n tradicional de las restricciones de Pablo no se aplica."

2. �D�nde Est�n Los L�mites?
"Si nos sentimos obligados a obedecer las restricciones dentro de los cultos o servicios de la iglesia, �acaso no deber�amos sentirnos igualmente obligados a obedecer a Jesucristo fuera del santuario? �Acaso debemos otorgar mayor obediencia a la tradici�n que a Cristo?"

As� que, �d�nde nos proponemos establecer nuestras fronteras para las mujeres?

La tradici�n dice: "Est� bien que la mujer ense�e una clase de escuela dominical o en algunos grupos hasta ponerse de pie a testificar acerca de lo que Cristo ha hecho por ella. Otros permiten que las mujeres sean misioneras en pa�ses extranjeros o que ministren en una casa, pero nunca que predique o ense�e.

No obstante, debemos tener cuidado a fin de evitar dar comienzos a las contiendas o divisiones inconsistentemente. Por ejemplo: Si una mujer puede salir fuera de la iglesia y testificar, �podr�a ella incluir Escrituras en su testimonio? Si puede, �cu�ntas, antes de que considere que est� predicando?

Si ella le testifica a un pecador, imagine que se congregue un grupo a su alrededor. �Podr�a testificarle a diez o a cien o a mil? �En qu� punto su testimonio exceder�a los l�mites de una mujer? �Cu�ntos podr�an congregarse antes de que ella tenga que callarse y llamar a un hombre para que tome su lugar?

Si le testifica a un pecador en el metro o en una casa privada, �podr�a testificar a uno en la calle o en el parque o debajo de una carpa que ella decida levantar? �En qu� punto deber� ser prohibido su evangelismo personal?

Si ella testificara a lo largo de una senda, imagine que se congrega un grupo, �podr�a ella subirse a una pe�a, para que la puedan escuchar? Imagine que testifique desde una acera, �podr�a subirse sobre unos escalones y hablar en voz alta, a fin de que la audiencia le escuche?

Si es as�, �podr�a ella subirse sobre una caja o silla o plataforma? Precisamente, �cu�n alto podr�a ella hablar o cu�n alto podr�a ascender antes de que pueda cruzar los l�mites prohibidos para una mujer y penetrar dentro del dominio del hombre?
Si ella ora con un pecador, �podr�a orar con dos o diez o con cien a la vez? �Cu�nto es demasiado para una mujer?

Si ella puede testificar, �podr�a ense�ar o predicar? �Cu�l es la diferencia? �Qui�n est� dispuesto a dividir estas diferencias entre testificar, predicar, ense�ar, evangelizar, o hablar, a fin de que las mujeres conozcan si deben obedecer a Jesucristo FUERA DEL SANTUARIO tanto como deber�an obedecer la tradici�n DENTRO del santuario?

�Acaso deber� el ej�rcito de mujeres cristianas de cultura, educaci�n y calificadas, continuar en silencio en el evangelismo debido a las dos instrucciones expuestas por Pablo a un grupo de mujeres sin cultura, sin educaci�n, quienes hablaban a sus maridos gritando desde la parte de atr�s de la asamblea acerca de asuntos que para ese tiempo no estaban entrenadas para discutir?

�Acaso deben las mujeres cristianas modernas ser restringidas por las costumbres arcaicas?

Para m�, parece irracional atar a un ej�rcito de mujeres cristianas. Es evidente que estamos condenando las almas perdidas al infierno por medio de restringir a las mujeres del ministerio mundial del evangelismo. El poner bozal a su testimonio din�mico para Cristo, cuando este siglo est� decayendo tan r�pidamente, es una tragedia.

3. An�melas A Ir
Miles de mujeres cristianas firmes, se alegrar�an de marchar adelante a conquistar pueblos para Dios, si no fuera porque est�n ligadas por estas ataduras. �C�mo podemos nosotros los hombres cristianos responder entonces ante la sangre inocente de los millones de almas perdidas, quienes podr�an ser salvas a trav�s del evangelismo de valerosas mujeres de Dios, si fueran animadas a salir adelante?

No puedo evitar hacerme la siguiente pregunta: "�En qu� medida ser�a un pecado el que las mujeres cristianas salieran fuera del edificio de la iglesia a evangelizar y ganar almas, cientos o aun miles de seres eternos, aun cuando las �rdenes de Pablo a esas mujeres sin cultura y alborotadoras, sean aplicadas a las mujeres modernas y educadas de este siglo?

Prefiero retar a las mujeres a lanzar sus redes de pesca para Cristo de la misma manera en que organizan y operan sus asuntos de negocios.

Y si es un pecado delante de Dios para ellas ganar o pescar muchas almas, entonces, dejemos que su pecado sea cargado a mi cuenta. Y creo que hay muchos otros l�deres cristianos que se sienten de igual manera.

Por tanto, un�monos en oraci�n por un ej�rcito de mujeres o damas espirituales que barran el mundo para Jes�s.

4. Jes�s Escogi� Una Mujer
Una de las Escrituras m�s significativas en el Nuevo Testamento es la registrada en Juan 20:18. La traducci�n de la "Biblia Viviente" dice: "Mar�a Magdalena encontr� los disc�pulos y les dijo: ‘He visto al Se�or'. Luego ella les dio su mensaje".

No s� por qu� los hombres no estuvieron all� la ma�ana en que nuestro Se�or resucit�. Ellos hab�an escuchado Sus palabras. �l les hab�a dicho que resucitar�a. Pero estaban demasiado temerosos y demasiado esc�pticos.

Pero Mar�a Magdalena estaba all�. Ella vio al Se�or y �l la llam� por su nombre. Ella tuvo una visita con el Se�or Resucitado.

Jes�s escogi� a una mujer para que fuera la primera en proclamar la resurrecci�n. Mar�a Magdalena predic� el primer serm�n anunciando que Cristo resucit�.

El mensaje de la resurrecci�n es el fundamento del cristianismo. "Y si Cristo no resucit�, vuestra fe es vana; aun est�is en vuestros pecados" (1 Co 15:17).

Romanos 10:9-10 vincula la salvaci�n de cada persona con la creencia de "que Dios hab�a levantado a Jes�s de los muertos" y con la confesi�n de tal hecho ante el mundo.

La RESURRECCI�N es el mensaje m�s grande de la Iglesia, y Jes�s orden� a una mujer para que fuera la primera en llevar ese mensaje. �l dijo: "Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Jn 20:17).

Considere esto detenidamente: Jes�s envi� una mujer a proclamar el mensaje m�s grande de la Iglesia A LOS AP�STOLES MISMOS.

�Acaso podemos prohibir a las mujeres hacer lo que Jes�s le dijo a una mujer que hiciera?

�Acaso debemos fijar l�mites en el testimonio de una mujer acerca de Cristo, cuando �l escogi� a una mujer para que llevara el primer mensaje de la Iglesia despu�s de Su resurrecci�n, el mensaje m�s vital y poderoso en el cristianismo: que "CRISTO RESUCIT�"?

�Deber�amos atrevernos a sofocar a las mujeres cristianas o limitar el n�mero de personas a quienes puedan testificar, cuando Cristo us� a una mujer para proclamar el mensaje fundamental en el cristianismo para los mismos ap�stoles l�deres de la Iglesia? Mar�a Magdalena fue la "que les llev� el Mensaje de Cristo".

5. Si Yo Fuera Una Mujer
�Pueden las mujeres cristianas continuar en silencio, cuando tantas mujeres en la Biblia fueron mensajeras para Dios?

�Acaso las mujeres cristianas usaron las palabras de Pablo como una excusa para hacer poco o nada en el ministerio de evangelismo? �Es ello una conveniencia para su propia carencia de consagraci�n y �nimo para ganar almas?

�Est�n las mujeres cristianas dispuestas a aceptar tantos l�mites en el ministerio de Dios del Evangelismo, cuando las damas del mundo est�n sosteniendo su influencia y efectividad en los negocios, ciencia, medicina, pol�tica y gobierno?

Si yo fuera una mujer, desear�a obedecer a Jesucristo fuera de la iglesia por lo menos tanto como obedecer�a la tradici�n dentro de la Iglesia.

Si yo fuera una mujer, desear�a ser considerada una cristiana, una creyente, una seguidora de Cristo, una trabajadora del evangelismo personal para �l, una mensajera de la resurrecci�n, una ganadora de almas.

Si yo fuera una mujer, desear�a realizar la obra de una cristiana. Desear�a dar a entender a todos que Cristo vive en m�, que �l sirve a trav�s de mi persona, que habla a trav�s de mi vida, que ama y ministra a trav�s de m�, que mi cuerpo es Su cuerpo, que �l puede continuar Su ministerio A TRAV�S DE M�, que as� "como Dios envi� a Cristo al mundo, de la misma manera me env�a al mundo" (Jn 17:18; 20:21 parafraseado).

Si yo fuera una mujer, quisiera hacer las cosas que Cristo le dijo a los creyentes que hicieran, aun cuando tuviera que sufrir persecuci�n por hacerlo. Mi Se�or sufri� por m�. Estar�a dispuesto a sufrir por �l.

Si fuera una mujer, desear�a ser una de las personas sabias que "escuch� los dichos de Cristo y los HIZO" (Mt 7:24), edificando mi ministerio de ganar almas sobre la roca de la fe y la acci�n.

Si yo fuera una mujer llena del Esp�ritu Santo (Hch 1:8), querr�a ser un testigo de Cristo "tanto en Jerusal�n, en toda Judea, en Samaria y en todos los confines de la tierra".

Si yo fuera una mujer, me regocijar�a porque el profeta Joel dijo: "Derramar� de mi esp�ritu sobre TODA carne; y vuestros hijos y VUESTRAS HIJAS profetizar�n" (Jl 2:28), y debido a que el Ap�stol Pedro predic� que "sobre mis siervos y SOBRE MIS SIERVAS en aquellos d�as derramar� de mi Esp�ritu, y profetizar�n" (Hch 2:18).

Estar�a tan contento de que la palabra hebrea usada por Joel signifique:

"Hablar o cantar por inspiraci�n; predecir o dar un discurso"; y que la palabra griega usada por Pedro signifique: "Hablar bajo la inspiraci�n divina; ejercer un oficio prof�tico; un orador inspirado".

Si yo fuera una mujer, me regocijar�a de que Jes�s nunca tuviera acepci�n de personas, ni hiciera diferencia alguna entre los sexos. Estar�a impresionado por las diferentes mujeres que estuvieron asociadas con Su vida y ministerio.

Quisiera ser la m�s vil de las mujeres de Samaria, quien tan pronto como crey� en �l, dej� el c�ntaro de agua y sali� corriendo hacia la ciudad para evangelizarla para Jes�s. Juan 4: "…salieron de la ciudad, y vinieron a �l… y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en �l…" por el testimonio de UNA MUJER (vs 30, 39).

6. Ministerio Ilimitado
Las mujeres tienen un papel divinamente privilegiado en la vida. Ellas cargan con muchas de las responsabilidades del hogar adem�s de tener que estar sujetas a sus maridos en el Se�or. Tambi�n ejercen una influencia incomparable sobre sus maridos y la familia como un todo.

Alguien ha dicho: "La mano que mece la cuna, es la mano que gobierna al mundo".

La maternidad es una santidad privilegiada de vida que excede las remuneraciones y alegr�as de cualquier cosa que un hombre pueda experimentar alguna vez.

La gracia natural e influencia de una mujer es excelente y remuneradora por sobre cualquier virtud.

Las mujeres tienen un ministerio ilimitado si ellas desean hacer lo que Jes�s dijo que hicieran: que testificaran, que ganaran almas, que evangelizaran; su campo es EL MUNDO.

Que ninguna mujer se preocupe por las restricciones impuestas sobre su ministerio en las peque�as esquinas de nuestro mundo llamadas los edificios de la Iglesia, cuando no hay l�mites impuestos sobre nosotros FUERA DEL SANTUARIO.

El ministerio que Jes�s deposit� sobre Sus seguidores cuando �l se fue al cielo, puede ser ejercido �nicamente fuera de las iglesias. Afortunadamente para las mujeres, no hay tradiciones o escrituras que proh�ban su ministerio all� afuera.

As� que, el mensaje de esta secci�n es dirigido a las mujeres al igual que a los hombres: a que salgan afuera donde est�n los pecadores, SALIR A LA ACCI�N FUERA DEL SANTUARIO, a las avenidas y encrucijadas saturadas de transe�ntes de la sociedad; fuera en los paseos p�blicos, cinemas, parques, en las tiendas, en las casas, en las casas movibles, debajo de los �rboles, en los teatros y a contarle a todo el mundo: "He visto al Se�or, luego ELLA LES DIO SU MENSAJE" (Jn 20:18).



.::2do Trimestre - .::SECCI�N C