SECCI�N D4
HAY PODER EN LO QUE USTED DICE
Por Ralph Mahoney

Cap�tulo 1
Usando El Poder De La Confesi�n De La Fe

Introducci�n

Tres milenios atr�s (3,000 a�os), cuando la flor de Israel hubo florecido hasta ser la m�s hermosa de las flores, el sabio Salom�n escribi�: "Te has enlazado con las palabras de tu boca..." (Pr 6:2). �l comprendi� el poder que hab�a en lo que usted dec�a. Pues es verdad que en su boca hay poder para atrapar, poder para librar, poder para curar, poder para matar. En lo que usted dice hay poder que sobrepasa lo que cualquiera pueda imaginar.

A. DIOS LO DIJO PRIMERO
Uno "m�s grande que Salom�n" (Jes�s) exalt� el misterio del poder de la confesi�n (lo que usted dice) cuando proclam� sin temor:

"Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Qu�tate y �chate en el mar, y no dudare en su coraz�n, sino creyere que ser� hecho lo que dice, lo que diga le ser� hecho" (Mr 11:23).

Oh, s� que nos hemos equivocado en este respecto; hemos dudado, y hasta sido incr�dulos. Sin embargo, la palabra de Dios es verdad.

Esta declaraci�n ver�dica no necesita ponerse en duda, no necesita explicaci�n de parte de nosotros los modernos; no necesita avenencia para calificar.

La Palabra de Dios necesita ser cre�da simplemente, "...sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso..." (Ro 3:4).

B. NUESTRA CONFESI�N
"Oh, hermano Mahoney", usted dice: "Esto no puede ser literalmente cierto". �Pero lo es! Hay poder en lo que usted habla. "Recibir� cualquier cosa que diga", si lo dice creyendo.

1. Trae Resultados Negativos
Tr�gicamente, esta poderosa verdad encuentra cumplimiento aun en nuestra incredulidad. Por ejemplo, su peque�a hijita de siete a�os, Susana, entra estornudando. Inmediatamente usted dice: "�Ven ac�, mi amor! Creo que te va a dar la gripe". Usted no tiene prueba de que tiene la gripe, pero al confesar que su hijita Susana la tiene, est� abriendo las puertas para que el germen de la gripe entre en ella por el hecho de que lo dijo. Puede estar seguro de que Susana va a tener la gripe. Cuando usted lo dijo, no lo dud� y recibi� lo que habl�.

2. Trae Resultados Positivos
Si esto resulta en lo negativo, y puede que obre, �por qu� nosotros los cristianos no podemos ser absolutamente positivos en nuestra confesi�n (en lo que decimos) de la Palabra de Dios, y ver las provisiones de esa Palabra en nuestras vidas diarias y en el hogar? �Usted puede, amigo m�o!

Invirtiendo en el ejemplo de arriba, pong�moslo de la siguiente manera: "La ni�ita Susana entra estornudando. Inmediatamente usted dice: "...El mismo [Jes�s] tom� nuestras enfermedades... por cuya [Su] herida fuisteis [tiempo pasado] sanados" (Mt 8:17; 1 P 2:24). Tan pronto como usted lo diga, la enfermedad o germen se debilita en el poder que ten�a sobre Susana, y usted tiene la victoria por lo que dijo.

El Hermano T. L. Osborn me dijo un secreto de sanidad muchos a�os atr�s que ilustra esta verdad. Nunca lo he podido olvidar. �l dijo: "Hay tres cosas que deben ser consideradas en la enfermedad: PRIMERA, lo que dicen los s�ntomas. SEGUNDA, lo que la Palabra de Dios dice, TERCERA, lo que usted dice. Si usted dice lo que Dios ha dicho, la enfermedad tiene que salir. Si usted dice lo que los s�ntomas dicen, recibir� lo que dice". He descubierto que esto es cierto.

C. LA RESPUESTA ESTA EN SU BOCA
Paul Henry, el abogado lleno del Esp�ritu, que es miembro de la Junta Directiva de World MAP, me cont� la siguiente historia hace poco tiempo, la cual, me ha ayudado much�simo:

"Una vez un ni�o sali� a recoger huevos de caramelo durante el Domingo de Pascuas (una costumbre en los E.U. celebrada el Domingo de Resurrecci�n). Su madre los hab�a escondido y le prometi� que los encontrar�a en alg�n lugar del cuarto, pero que era su trabajo encontrarlos.

As� que, comenz� a buscarlos; primero, debajo de la silla que estaba en una esquina; luego, detr�s de la mesa, debajo de la alfombra y detr�s de las almohadillas de los asientos. Su madre le dijo en esos momentos: "�Tomasito, est�s cada vez m�s cerca de donde est�n! �Ahora est�s m�s lejos!", etc.

Tomasito continu� buscando por mucho tiempo, acerc�ndose al lugar donde estaban los huevos de caramelo algunas veces y alej�ndose en otras; no pod�a encontrarlos.

Finalmente, se detuvo, coloc� sus manos sobre sus caderas y mir� a su mam� desilusionado. Ella exclam�: "Tomasito, est�s realmente cerca". Sorprendido, mir� hacia abajo, s�lo para ver que sus manos estaban realmente cerca del bolsillo de su abrigo. Meti� sus manos en los bolsillos, y all� estaban los huevos de caramelo, exactamente en los bolsillos de su abrigo".

Esto ilustra la manera en que muchos de nosotros oramos. Estamos buscando a Dios y la respuesta a nuestra necesidad, "llegando al cielo" o "descendiendo hasta las profundidades" para encontrarlo.

Buscamos, oramos, ayunamos, inquirimos (todo lo cual es b�blico); no obstante, �qu� dicen las Escrituras? Las cosas que buscas por todas partes est�n: "...cerca de ti, en tu boca y en tu coraz�n... la palabra de fe..." (Ro 10:8).

D. HABLE EN FE
Dios est� esperando que usted comience a hablar en fe a fin de que reciba lo que dice (confiese, articule). "Que si confesares con tu boca... ser�s salvo" (Ro 10:9).

Esta palabra "salvo", viene de la ra�z griega "sozo". La Concordancia de Strong y el Diccionario Griego, dan esta definici�n: "salvar, librar o proteger, sanar, preservar, hacer bien, perfeccionar".

Es un t�rmino que lo incluye todo, el cual, el Esp�ritu Santo escogi� para mostrarle el poder de lo que usted habla o dice. Esto est� en armon�a con lo que dice Marcos 11:23: "...lo que diga le ser� hecho". "�Lo que diga!", "Ser� salvo". Ambos, cuando son comprendidos, dicen lo mismo.

Aquello por lo que est� orando, buscando e inquiriendo est� (como los huevos de caramelo en el bolsillo del abrigo del ni�o) en el poder de su boca. D�galo ahora mismo, a toda voz. �Confi�selo a todo pulm�n! (Sal 47:1). �Cu�ntelo a sus vecinos! �Preg�nelo con su propio testimonio! �Tr�telo!

Esta verdad poderosa obrar� a su favor. "Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte" (Ap 12:11).

E. JES�S: EL SUMO SACERDOTE DE NUESTRA CONFESI�N
Nosotros, por supuesto, debemos reconocer: "…no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (Ro 9:16). Suceden cosas milagrosas debido a que Dios est� envuelto en nuestro testimonio y en nuestra profesi�n, en nuestra confesi�n y en lo que decimos.

El Se�or me dio un entendimiento de Hebreos 3:1, no hace mucho tiempo, que fue como una poderosa revelaci�n. Lea cuidadosamente: "… considerad al ap�stol y sumo sacerdote de nuestra profesi�n [confesi�n, testimonio], Cristo Jes�s".

Como una r�faga de luz divina, vino el amanecer sobre m� por primera vez de que Jes�s es Sumo Sacerdote de lo que decimos.
Ya hab�a reconocido con presteza Su ministerio de Sumo Sacerdote. Estaba consciente de que: "…teniendo un gran sumo sacerdote que traspas� los cielos, Jes�s el Hijo de Dios…" (He 4:14).

Sab�a que: "… Cristo est� sentado a la diestra de Dios… viviendo siempre para interceder… por nosotros" (Col 3:1; He 7:25).

Lo que ese ministerio de Sumo Sacerdote envolv�a, era algo que no comprend�a totalmente. No obstante, de repente lo vi: Jesucristo es "…Sumo sacerdote de nuestra profesi�n [confesi�n: lo que decimos o hablamos]…" (He 3:1).

F. EN JUICIO
Contemple la escena en el Cielo. Nuestro Padre celestial est� sentado sobre el trono. Jes�s est� sentado a la diestra del Padre.

1. Nuestro Acusador
Pero hay alguien m�s ante el trono de Dios. �Qui�n es? Las Escrituras dan la respuesta: "Un d�a vinieron a presentarse delante de Jehov� los hijos de Dios, entre los cuales vino tambi�n Satan�s" (Job 1:6).

�V�alo, hijo de Dios! Satan�s est� "delante de Jehov�", entre los hijos.

Las Escrituras indican adem�s que "…ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba… d�a y noche" (Ap 12:10). Por lo tanto, vemos a Sat�n all� ante el trono celestial acusando a los hermanos.

2. Nuestro Abogado
�Pero gracias a Dios! "…abogado tenemos para con el Padre…" (1 Jn 2:1), a Jes�s, quien intercede por nuestra causa contra las acusaciones de Satan�s.

3. Nuestro Testimonio
�Con qu� est� abogando nuestra causa? �De qu� es El Sumo Sacerdote? Amigo m�o, reciba esta poderosa verdad. �l aboga con aquello de lo cual ha dicho que es Sumo Sacerdote. Jes�s est� all� abogando o intercediendo por lo que usted dice o confiesa. Utiliza su confesi�n contra las acusaciones del diablo. �l es Sumo Sacerdote de nuestra confesi�n (de lo que decimos).

�Oh! �Puede comprender ahora la importancia de lo que usted dice? �Est� d�ndole a Jes�s una buena confesi�n que �l pueda usar para defenderle contra las acusaciones de Satan�s?

a. Produce Derrota. Imag�nese esta escena conmigo en su mente. Ralph Mahoney est� pasando una prueba terrible en su fe, un verdadero per�odo de prueba.

El diablo est� vigilando cada detalle a fin de poder descubrir alg�n detalle del cual pueda acusarme delante del Padre. Jes�s se inclina para escuchar lo que Ralph est� diciendo.

Si Ralph est� quej�ndose y acusando a Dios neciamente por permitirle aquella prueba, Jes�s no tendr� nada con lo cual pueda contrarrestar "al acusador de los hermanos".

En lugar de ello, Ralph ha cargado el ca��n de Satan�s con suficiente munici�n para sacar en cara ante Dios la mala conducta de su hijo. El resultado: La prueba y tentaci�n contin�an su curso debido a que Ralph acept� la derrota y dio autoridad al diablo ante Dios para mantenerle tirado en tierra.

b. Produce Victoria. Pero ahora invirtamos la situaci�n. Ralph Mahoney est� pasando una verdadera prueba de la fe. Jes�s se inclina para escuchar la victoria de su testimonio. Le escucha confesar: "Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jes�s… nuestro Dios a quien servimos puede librarnos… si no, sepas… que no serviremos a tus dioses… aunque �l me matare, en �l esperar�…" (2 Co 2:14; Dan 3:17, 18; Job 13:15).

Jes�s recoge esas promesas junto a nuestra confesi�n, y comienza a presentarlas delante del Padre. �Cu�l es el efecto en el Cielo? El acusador de los hermanos es lanzado fuera. Recibimos la victoria y la mantenemos.
La experiencia de Job puede ser nuestra, pues "…En todo esto no pec� Job con sus labios" (Job 2:10). La parte final de la cuesti�n es m�s bendecida que la del principio. La doble porci�n es derramada para restaurar todo aquello que se perdi� en la prueba. "Y bendijo Jehov� el postrer estado de Job m�s que el primero…"(Job 42:12).

G. CONCLUSI�N
�Oh, Aleluya! Amigo m�o, he aqu� su camino hacia la victoria. �Confiese, proclame, hable o d� un testimonio de fe ahora mismo!

Quiz�s usted est� pensando: "Nadie est� presente para escuchar". �Por supuesto que s� hay alguien presente para escucharle! Jes�s est� esperando escucharle a fin de que pueda ser el Sumo Sacerdote de su confesi�n. El diablo lo escuchar� y temblar�. Dios lo escuchar� y traer� victoria sobre el diablo, le llevar� directamente a la victoria de Jes�s. Por lo tanto, procl�mela para que todos los ej�rcitos del cielo la escuchen.

"Porque muy cerca de ti est� la palabra… en tu boca…" (Dt 30:14). La palabra de su victoria. La palabra de su sanidad. La palabra de su liberaci�n. H�blela, y ser� establecida en su coraz�n. Procl�mela a todo pulm�n, y ser� bendecido. Decl�rela por todos lugares que vaya, y obrar� a su favor, pues nuestro Dios respaldar� Su Palabra para ponerla por obra. "…mientras a�n hablan, yo habr� o�do" (Is 65:24).

La victoria del Calvario le pertenece. Entre ahora y sea salvo (sozo) (Ro 10:9).


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