Cap�tulo 5
Evangelismo Y Sanidad En El Nuevo Testamento

Introducci�n

Hemos visto claramente en los cap�tulos anteriores que:

Dios es un Dios sanador: "…porque yo soy Jehov� tu sanador" (Ex 15:26).

Cristo es un Cristo Sanador: "…por cuya herida fuisteis sanados" (1 P 2:24).

La Palabra es una Palabra Sanadora: "Envi� su palabra, y los san�" (Sal 107:20).

La Iglesia del Nuevo Testamento Era Una Comunidad Sanadora: "Y por la mano de los ap�stoles se hac�an muchas se�ales y prodigios en el pueblo" (Hch 5:12).

Dios quiere que su iglesia sea un instrumento de sanidad hoy.

A. EL EVANGELIO DEL NUEVO TESTAMENTO INCLU�A LA SANIDAD
Cuando hablamos del Evangelismo del Nuevo Testamento, queremos decir aqu�l que es inspirado, ungido y lleno del poder del Esp�ritu Santo. Va acompa�ado de las mismas se�ales, maravillas y milagros que segu�an al ministerio de la Iglesia primitiva.

Desdichadamente muchos ministros hoy dependen del talento, entrenamiento, personalidad, habilidad administrativa, publicidad, etc., y muy poco del Esp�ritu Santo. Es por tal raz�n que sus ministerios no son acompa�ados de las se�ales milagrosas correspondientes.

La Iglesia primitiva ten�a muy pocas cosas de aqu�llas en las que nosotros ponemos nuestra fe hoy. No disfrutaban de prestigio o posiciones en la comunidad, no ten�an edificios, colegios, ni universidades. Pose�an poco refinamiento social que procede de la educaci�n, la cultura y la posici�n social. Por el contrario, eran considerados como parias de su sociedad.

Las se�ales, maravillas, milagros y sanidades, eran factores esenciales en el crecimiento de la Iglesia primitiva. Los Hechos de los Ap�stoles est�n llenos de poderosos milagros que Cristo realiz� a trav�s de aquellos primeros creyentes.

Este libro no s�lo es un relato hist�rico de aquel per�odo, sino tambi�n la copia o modelo divino para la iglesia de todos los tiempos. Dios nunca tuvo la intenci�n de que los milagros desaparecieran con la muerte de los ap�stoles. �stos no fueron exclusivamente para la �poca apost�lica, sino tambi�n para la nuestra.

Examinemos ahora el efecto din�mico de los milagros en el programa de la Iglesia primitiva.

B. EL EFECTO DIN�MICO DE LOS MILAGROS
1. Los Milagros Atraen Grandes Multitudes
Esto fue una realidad en el ministerio de Jes�s.

"…Muchos creyeron en su nombre, viendo las se�ales que hac�a en los enfermos" (Jn 2:23).

"Y le segu�a gran multitud, porque ve�an las se�ales que hac�a en los enfermos" (Jn 6:2).

Tambi�n fue cierto en el ministerio de los ap�stoles. El milagro obrado frente a la puerta del templo la Hermosa (Hch 3:1-16), provoc� que 5,000 personas se volvieran a Cristo (Hch 4:4).

"Y por la mano de los ap�stoles se hac�an muchas se�ales y prodigios en el pueblo; y estaban todos un�nimes en el p�rtico de Salom�n.

Y los que cre�an en el Se�or aumentaban m�s, gran n�mero as� de hombres como de mujeres" (Hch 5:12-14).
"Y aun de las ciudades vecinas muchos ven�an a Jerusal�n, trayendo enfermos y atormentados de esp�ritus inmundos; y todos eran sanados" (Hch 5:16).

2. Los Milagros Confirmaban El Mensaje
Jes�s predijo que las se�ales sobrenaturales acompa�ar�an la predicaci�n del Evangelio verdadero. "Y estas se�ales seguir�n a los que creen" (Mr 16:17,18). Una de esas cinco se�ales era: "…sobre los enfermos pondr�n sus manos, y sanar�n" (Mr 16:18).

"Y la gente, un�nime, escuchaba atentamente las cosas que dec�a Felipe, oyendo y viendo las se�ales que hac�a" (Hch 8:6).

La deducci�n es clara, las multitudes estaban impresionadas ante la autoridad de Felipe cuando ve�an los milagros que acompa�aban a su ministerio. Por consiguiente, prestaban atenci�n extrema a lo que dec�a. Tan grande era la reacci�n de la audiencia, que hab�a gran gozo en aquella ciudad (Hch 8:8).

3. Los Milagros Satisfac�an Las Necesidades De Las Comunidades
Siempre hab�a una gran multitud alrededor de los ap�stoles debido a que muchos enfermos quer�an ser sanos. Muchos acud�an interesados en la sanidad, pero se marchaban con mucho m�s, recib�an el Reino de Dios en sus vidas.

Las sanidades y milagros siempre atraen grandes multitudes. Esto es tan cierto hoy como lo fue en los tiempos b�blicos. A menudo es dif�cil para las personas admitir que son pecadoras y que necesitan de un Salvador; no obstante, no es dif�cil convencer a un enfermo de que lo est� y que necesita ser sano. Est� muy consciente de esa necesidad.

El verdadero evangelismo, al estilo del Nuevo Testamento, se esfuerza en satisfacer las necesidades f�sicas y espirituales del hombre.

4. Los Milagros Comprobaron Que Cristo Resucit� De Los Muertos
Muchos disputaron el hecho de la resurrecci�n de Cristo. Los milagros sucesivos que Dios comenz� a ejecutar en el Nombre de Jes�s convencieron a las multitudes de la realidad de la Resurrecci�n. Si Cristo estuviera a�n muerto, Su nombre no tendr�a ning�n poder.

Cuando Pedro inform� a los sacerdotes jud�os respecto a la sanidad del cojo que se sentaba frente a la entrada del tempo la Hermosa, les dijo: "Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y A QUIEN DIOS RESUCIT� DE LOS MUERTOS, por �l este hombre est� en vuestra presencia sano" (Hch 4:10).

Pedro estaba refiri�ndose al milagro para probarles que Cristo hab�a resucitado de los muertos.

5. Los Milagros Daban Gloria A Dios
Lucas 18:35-43 nos relata lo siguiente acerca del ciego que fue sanado: "Y luego vio, y le segu�a, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios".

En otra ocasi�n, Jes�s san� a un hombre de par�lisis. "Entonces �l se levant� en seguida, y tomando su lecho, sali� delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa" (Mr 2:12).

Leemos lo siguiente acerca de la sanidad del cojo de la Hermosa: "…porque todos glorificaban a Dios por lo que se hab�a hecho" (Hch 4:21).

6. Los Milagros Establec�an A Los Conversos En El Poder De Dios
Pablo les dijo a los Corintios que no hab�a ido a ellos: "…con palabras persuasivas de humana sabidur�a, sino con demostraci�n del Esp�ritu y de poder, para que vuestra fe no est� fundada en la sabidur�a de los hombres, sino en el poder de Dios" (1 Co 2:4, 5).

Cuando el Evangelio viene acompa�ado del poder sobrenatural de Dios, los que se convierten son edificados en y por ese poder. La sabidur�a de los hombres (filosof�a, l�gica, razonamiento, etc.) nunca puede establecerlos en la fe cristiana.

C. PRINCIPIOS Y PR�CTICAS DE LA IGLESIA PRIMITIVA QUE PRODUC�AN SANIDADES
1. Predicaban La Palabra De Dios

El serm�n de Pedro el D�a de Pentecost�s (Hch 2:14-36) y el discurso de Esteban (Hch 7), son ejemplos excelentes del contenido de la predicaci�n b�blica de la Iglesia primitiva.

La predicaci�n de la Palabra de Dios conlleva un peso de autoridad divina. Dios siempre respalda Su palabra. "…porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra" (Jer 1:12). Su predicaci�n tambi�n producir� fe, como ninguna otra cosa, en los que la escuchan. "As� que la fe es por el o�r, y el o�r, por la palabra de Dios" (Ro 10:17).

La predicaci�n exalta el nombre de Jesucristo. �l fue, es y ser� el tema central del mensaje de la Biblia. Los ap�stoles citaron todas las profec�as relacionadas con �l. Demostraron c�mo la Palabra de Dios hab�a predicho Su venida y la manera en que cumpli� todas �stas. Demostraron claramente que Jes�s era verdaderamente el Hijo de Dios.

Su predicaci�n anunci� con precisi�n el Se�or�o y autoridad que el Padre hab�a depositado en Su Hijo.

El t�tulo: "Se�or Jesucristo", se destac� firmemente en todas sus ense�anzas y predicaciones. Ense�aban que Dios hab�a hecho a Jes�s la autoridad suprema sobre todas las cosas. "Jesucristo es Se�or" era el tema subyacente en todas sus ense�anzas.

�l es Se�or sobre todas las cosas.

Se�or de la Creaci�n.

Se�or de la Redenci�n.

�l es Se�or sobre Satan�s, despu�s de haber despojado a principados y poderes a trav�s de Su muerte en la cruz.

�l es Se�or sobre el temor, la enfermedad, la aflicci�n y los demonios.

Las personas eran ayudadas a ver que cuando el Se�or�o de Cristo era establecido en sus vidas, tambi�n lo era sobre sus circunstancias.

2. Ejerc�an Autoridad Espiritual
Aquellos l�deres de la Iglesia primitiva, ten�an una conciencia muy profunda de la autoridad que Dios hab�a puesto sobre ellos a trav�s de Jes�s. �l les hab�a dicho claramente: "…todo cuanto pidiereis al Padre EN MI NOMBRE, os lo dar�" (Jn 16:23). Cristo les hab�a otorgado un "poder notarial", un derecho legalmente constituido para actuar en Su Nombre, para operar en Su lugar.

Ellos tuvieron su primera oportunidad para usar su autoridad reci�n conferida, cuando se enfrentaron con un paral�tico, cojo de nacimiento. Leamos lo que dice Hechos 3:6 al respecto: "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, lev�ntate y anda".

Despu�s, Pedro aclar� a la multitud asombrada que aquel milagro hab�a sido a trav�s de la autoridad del Nombre de Jes�s y por la fe en tal Nombre el que aquel paral�tico estuviera totalmente sano ante ellos en esos momentos (Hch 3:16; 4:10).

Jes�s les hab�a ordenado que fueran a todo el mundo a predicar Su Nombre, us�ndolo como fuente de autoridad (Mr 16:17, 18; Jn 14:12-15; 15:16). Esa misma autoridad todav�a est� investida sobre la Iglesia.

Los primeros disc�pulos sab�an quienes eran y cual era su autoridad. No ten�an confianza en sus habilidades naturales o recursos. Ten�an suprema confianza en la autoridad que descansaba en el Nombre de Jes�s. Estaban conscientes de que el poder del Trono de Dios respaldaba aquel Nombre. Dios ha puesto todo Su poder y autoridad a la disposici�n de la humanidad en el Nombre de Jes�s.

Hay integridad y sanidad en Su Nombre. Cuando hablamos en tal Nombre, los demonios tienen que obedecer. Las enfermedades son desintegradas ante el poder y autoridad que conlleva �ste.
Jes�s nos ha legado tal autoridad. �l quiere que vayamos y la ejerzamos, que hablemos en Su Nombre y sanemos a los enfermos de igual manera.

3. Animaban A Las Personas A Recibir Sanidad
Pedro extendi� su mano al paral�tico y le ayud� a levantarse. En ese preciso momento, a medida que el hombre comenz� a erguirse por fe, el poder de Dios descendi� sobre su cuerpo y le san� completamente (Hch 3:7).

Sin el est�mulo activo de Pedro, quiz�s aquel milagro nunca hubiera sucedido. La sanidad y su procedimiento envuelven mucho m�s que la mera instrucci�n del paciente o darle �nimo verbal.

Despu�s de hablarle con la autoridad espiritual en el Nombre de Jes�s, Pedro le ayud� a realizar lo que nunca antes pudo hacer.

Tal fe puesta en acci�n, fue lo que descarg� el poder de Dios a trav�s de todos los miembros paralizados del cojo. Sus pies y tobillos recibieron fortaleza instant�nea. "y saltando, se puso en pie y anduvo; y entr� con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios" (Hch 3:8).

4. Hablaban Inspirados Del Poder Del Esp�ritu Santo
Los disc�pulos hab�an sido investidos del Esp�ritu Santo en el aposento alto. Esta experiencia les transform� de por vida. Fueron hombres diferentes cuando salieron de aquel lugar.

Uno de los cambios m�s extraordinarios ocurridos, fue la nueva intrepidez que manifestaron. Pedro fue el primer ejemplo.

Antes de Pentecost�s, hab�a estado atemorizado y actuando cobardemente, asustado de confesar a�n que conoc�a a Jes�s, temeroso de admitir delante de una joven sirvienta que era Su seguidor.

Pero ahora sali� lleno de confianza y audacia santa. Al momento comenz� a descargar tal intrepidez ante la multitud a medida que predicaba a Cristo.

Aquellos hombres hab�an sido los mismos que pidieron a las autoridades romanas que fuera crucificado, y de quienes hab�a estado tan atemorizado. Pero ahora proclamaba ante ellos el Se�or�o de Cristo con gran autoridad y osad�a.

Hechos 4:8 es un ejemplo de un mensaje intr�pido inspirado del Esp�ritu Santo: "Entonces Pedro, lleno del Esp�ritu Santo, les dijo...".

Muchas de las predicaciones modernas carecen de tal osad�a; por el contrario, son defensivas y pusil�nimes. Una de las razones es que los predicadores a menudo presentan sus propias ideas y opiniones, en lugar de proclamar fielmente la Palabra y todo el consejo de Dios.

Otra es que dependen m�s del poder de su oratoria que de la unci�n del poder de Dios. Pablo rehus� predicar de tal manera, a pesar de tener la habilidad y educaci�n para hacerlo. Su preparaci�n acad�mica y religiosa le confer�a la capacidad para hablar con sabidur�a humana, pero prefiri� depender de la inspiraci�n y unci�n del Esp�ritu.

5. Ellos Tambi�n Actuaron Con Intrepidez
El pueblo se maravillaba ante la osad�a de Pedro y Juan, reconociendo que tal caracter�stica hab�a venido como resultado de haber estado con Jes�s (Hch 4:13). Estas mismas cualidades hab�an sido mostradas por Jes�s en Su ministerio terrenal.

No era la temeridad de la confianza propia, sino m�s bien la autoridad apacible de los que conocen que Dios est� con ellos para confirmar y certificar Su Palabra en sus predicaciones y acciones.

Cuando las autoridades locales le prohibieron estrictamente hablar o ense�ar en el Nombre de Jes�s, su respuesta fue buscar a Dios en oraci�n ardientemente para que les diera una medida a�n mayor de intrepidez (Hch 4:29).
La acci�n osada nace en el coraz�n de un creyente que conoce la fuente de su autoridad y act�a dentro de las �reas prescritas por ella. En el ministerio de sanidad, tal acci�n es el resultado de:

a. Saber que Dios ha hecho un pacto para proveer sanidad.

b. Tener un conocimiento cabal de la Palabra de Dios concerniente a la sanidad.

c. Conocer la voluntad de Dios respecto a la sanidad.

d. Poseer la seguridad de que la fe en Dios sanar� al enfermo.

e. Creer que Dios confirmar� Su Palabra con las se�ales correspondientes.

6. Ejecutaron Muchas Se�ales Y Milagros Entre El Pueblo
La Iglesia primitiva tuvo una poderosa influencia en las comunidades a trav�s del excelso ministerio de los milagros que Dios obraba entre ellos (Hch 5:12).

Los milagros dramatizaban la presentaci�n del Evangelio.

Los milagros confirmaban la verdad del mensaje.

Los milagros atra�an las multitudes (Hch 5:14).

Los milagros convenc�an a los pecadores de que aquella obra era realmente de Dios.

Este �nfasis sobre los milagros, se�ales y maravillas, era una de las llaves vitales, con la cual, la Iglesia abr�a las puertas hacia el mundo pagano.

El Evangelio se extendi� con gran rapidez durante aquellos a�os debido a la autoridad evidente de un ministerio confirmado por los milagros.

�stos, son todav�a parte esencial del Evangelio. El argumento de algunos de que los milagros ya no atraen o convencen por la sencilla raz�n de que las personas son demasiado sofisticadas, no es uno comprobado.

Las secciones de la Iglesia que hoy est�n experimentando y teniendo el mayor impacto sobre el r�pido crecimiento, son principalmente los grupos que ejercen o practican el ministerio de los milagros.

7. Ense�aban Consistente Y Diariamente Acerca De Jesucristo
El mensaje de la Iglesia primitiva era relativamente sencillo; ellos predicaban y ense�aban a Jes�s (Hch 5:42).

Su mensaje no estaba complicado con el �nfasis denominacional. No estaba diluido, ni comprometido por las doctrinas modernas. Su ense�anza no estaba compuesta de teor�as teol�gicas.

No ense�aban una doctrina, sino mas bien la introducci�n de una persona (a Jesucristo). No ense�aban la "letra de la ley" que mata. Ministraban el Esp�ritu de la Palabra que da vida (2 Co 3:6).

Sus ense�anzas no estaban restringidas al �rea del templo exclusivamente. Ellos ense�aban tambi�n por los hogares diariamente. Jes�s era presentado en la realidad pr�ctica de su vida diaria. No estaba limitado a un cuarto religioso peque�o con el letrero que dijera: "abierto los domingos solamente".

Cuando ense�aban a Jesucristo, le exaltaban como Se�or Supremo (Hch 2:36).

Le introduc�an como el �nico salvador (Hch 2:38; 4:12). Le representaron como Poderoso Sanador (Hch 3:6-8, 16).

Le presentaron como Bautizador con el Esp�ritu Santo (Hch 2:38). Le exaltaban constante y consistentemente en sus predicaciones y ense�anzas.

Su ministerio era tanto inspirador como instructivo. Esto incrementaba la fe de los oyentes. La Biblia dice: "As� que la fe viene por el o�r, y el o�r, por la palabra de Dios" (Ro 10:17). Desgraciadamente, la fe "escasea" mucho en la predicaci�n moderna.

Muchos predicadores hoy tienen la tendencia de socavar y destruir la fe en lugar de fortificarla y acrecentarla.

El �nfasis consistente sobre los milagros en el ministerio de la Iglesia primitiva, anim� el resurgimiento del liderazgo carism�tico.

Tanto Esteban como Felipe, fueron nombrados di�conos originalmente para ayudar en la administraci�n (Hch 6:1-7).

La siguiente ocasi�n en que tenemos noticias de Esteban, lo encontramos predicando un tremendo serm�n ante una inmensa multitud de personas (Hch 7).

La siguiente referencia a Felipe es para describir su ministerio de milagros en Samaria: "Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo" (Hch 8:5).

La esfera de su mensaje y la indicaci�n de los asuntos que mencionaba en su predicaci�n sobre Cristo, son revelados en las cosas que comenzaron a suceder entre la audiencia.

Lucas dice que Felipe predicaba "las cosas que concern�an al Reino de Dios y el Nombre de Jes�s", (y todo lo que la autoridad de aquel Nombre pudiera significar para ellos). �Qu� temas gloriosos ser�an aquellos! Imaginemos la esfera de alcance que tendr�a en la predicaci�n de un mensaje tan excelso, saturado del Esp�ritu, proclamando las inescrutables riquezas del Evangelio de Cristo.

En la atm�sfera de fe creada por el Esp�ritu Santo y la Palabra de Dios, grandes milagros comenzaron a tomar lugar. Hechos 8:7, 8 nos relata lo siguiente: "Porque de muchos que ten�an esp�ritus inmundos, sal�an �stos dando grandes voces; y muchos paral�ticos y cojos eran sanados; as� que hab�a gran gozo en aquella ciudad".

Felipe es la �nica persona en el Nuevo Testamento que es espec�ficamente designado como "Evangelista". Su misi�n a Samaria debe ser reconocida como un ejemplo del ministerio de un evangelista.

�sta, inclu�a predicar a Cristo, ministrar la sanidad divina y echar fuera demonios (el exorcismo). El impacto hecho en Samaria jam�s podr�a haber sido tan fruct�fero sin los elementos milagrosos de su ministerio.

El prop�sito y deseo de Dios para la Iglesia de nuestra �poca, es que tambi�n tenga un tremendo impacto sobre el mundo pagano. Esto podr� suceder �nicamente cuando creamos en Dios para una gran restauraci�n de Su poder milagroso sobre la Iglesia.

El Esp�ritu Santo est� obrando por toda la tierra para lograrlo. Ojal� que nuestros corazones y mentes sean recipientes al Esp�ritu a fin de que �l realice Su prop�sito en nosotros.

D. EL RETO ANTE NOSOTROS
A pesar del progreso veloz y extraordinario de la ciencia m�dica en los �ltimos a�os, la cantidad de enfermedades que azotan al mundo hoy es extremadamente alta.

Mientras se descubren tratamientos y curas efectivas para un tipo de enfermedad, otra variedad rara aparece en escena. Existe todav�a una necesidad tremenda de practicar la sanidad divina. Sin duda alguna, la situaci�n de una humanidad enferma y sufrida presenta un gran reto a la Iglesia cristiana.

El desaf�o ha sido contestado hasta cierto grado por la dedicaci�n de h�biles doctores y enfermeras cristianas, quienes se dan incansablemente a la tarea de aliviar los sufrimientos de la humanidad.
Los ministros tambi�n deben afrontar este reto. Cristo ha comisionado a Sus sirvientes para que vayan a predicar el Evangelio y a sanar a los enfermos. �l nos orden� a ir y suministrar alivio a una humanidad sufrida y sin salvaci�n. �C�mo podemos cumplir este reto tan solemne?

1. Nuestra Responsabilidad
El Evangelio representa las Buenas Nuevas de salvaci�n, liberaci�n y sanidad divina en el Nombre de Jes�s. �stas son para el hombre en su aspecto total. Todo ministro y cada iglesia deben mantener esto en mente como su meta principal.

Es nuestra obligaci�n buscar a Jes�s con fe a fin de ver las sanidades f�sicas tomando lugar en nuestra comunidad. Nuestra ense�anza debe motivar la b�squeda de la sanidad para las mentes y esp�ritus de las almas sufridas.

Podemos medir el fruto de este ministerio por medio del crecimiento del amor y la fe en nuestras iglesias locales. Luego, �stas deber�n ministrar la sanidad a los necesitados y solitarios.

No todo ministro podr� recibir un ministerio de la sanidad que atraiga a millares. No obstante, todo ministro debe estar capacitado para ver evidencias definidas de sanidad seg�n el entendimiento b�blico de la misma para el hombre en su aspecto total.

Los ministros son sirvientes de Jesucristo. Es nuestro deber hacer por los dem�s lo que �l har�a si estuviera personalmente sobre la tierra. Cuando �l estuvo en este mundo, eso mismo fue lo que hizo, y continuar�a sanando los cuerpos, almas y esp�ritus enfermos si estuviera aqu� en persona hoy. �Qu� puede hacer el l�der de la Iglesia para producir esta clase de sanidad en la comunidad?

2. Como Traer Sanidad
a. Predicar la Palabra. Pablo le dijo a Timoteo: "Te encarezco… que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina" (2 Ti 4:2).

La Palabra de Dios tiene cualidades terap�uticas y sanadoras. "Envi� su palabra, y los san�, Y los libr� de su ruina" (Sal 107:20).

Es nuestro deber predicar "la plenitud del Evangelio de Cristo" como lo hizo Pablo (Ro 15:17-21).

"As� que la fe es por el o�r, y el o�r, por la palabra de Dios" (Ro 10:17).

b. Ense�ar A La Gente. Nuestro ministerio de predicaci�n debe dar �nfasis especial a la sanidad divina. Ense�e sobre aquellos temas que motiven con ah�nco la sanidad, ense�e sobre el perd�n, las actitudes correctas, las buenas relaciones.

Conceda lecciones especiales sobre la armon�a dom�stica y la estructura b�blica de la familia cristiana. Eduque a las personas sobre la manera correcta de pensar y creer. Instr�yalas en el fruto de su Esp�ritu.

Estos atributos son anab�licos, edifican la vida emocional y el car�cter (en contraste con las obras de la carne, que son catab�licas, y destruyen o hacen pedazos las almas de los hombres).

Deje que su ense�anza enfatice las cosas positivas y edificantes. No se especialice en asuntos menores, ni en los conceptos negativos.

c. La Santa Comuni�n, Un Servicio De Sanidad. Entrene a su congregaci�n sobre la manera correcta de participar en la Santa Cena. La participaci�n digna de la misma, ser� de bendici�n y fortaleza para los creyentes.

Este servicio particular, sobre todos los dem�s, puede ser de sanidad divina. Conc�dale prioridad, pues su congregaci�n se beneficiar� espiritual, psicol�gica y f�sicamente.

d. El Ministerio De Los Ancianos. Incluya el ministerio de los ancianos seg�n lo describe Santiago como parte del programa de su iglesia. Anime a su congregaci�n a llamar a los ancianos cuando haya alguien enfermo.
Este ministerio puede funcionar en su servicio de adoraci�n. Cuando los enfermos pasen al frente, �njalos con aceite en el Nombre de Jes�s.

Imponga sus manos sobre ellos y ore la oraci�n de fe en su favor. Espere ver la mano de Dios obrar poderosos milagros de sanidad en sus medios.

E. CONCLUSI�N
El programa de la Iglesia seg�n Santiago es:

Traer liberaci�n a los cautivos.

Recuperaci�n de la vista a los ciegos (adem�s de la recuperaci�n de la mentalidad, sobriedad, dignidad, etc.)

Liberaci�n a los oprimidos (Lc 4:18).

Permita que esta clase de ministerio opere en su congregaci�n para la gloria de Dios; que �l le conceda diversos milagros, se�ales y maravillas en su trabajo cristiano es nuestra oraci�n al cielo (Hch 2:3, 4; Mr 16:20).


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