SECCI�N D7
EVITE PRESUNCI�N DE SANIDAD
Por Larry Parker

Cap�tulo 1
Fe Contra Presunci�n

Nota del Editor: A menudo la fe y la presunci�n son consideradas como una misma cosa, pero no lo son.

El simplemente tomar un vers�culo de la Escritura y decir: "Creo esto", y luego dar un salto presuntuoso desde el pin�culo del templo, podr�a traerle una tragedia a usted y a los dem�s. (Lea Mateo 4:5-7).

El diablo le dio a Jes�s un vers�culo b�blico (Sal 91:11,12) y, luego, le pidi� que ejecutara un acto presuntuoso. Si el coraz�n de Jes�s hubiera estado lleno de orgullo (como algunos de nuestros corazones lo est�n), �l hubiera sido tentado. Pero Jes�s conoc�a la diferencia entre la fe y la presunci�n. Este testimonio es dado para ense�arle a usted la diferencia.

Introducci�n

Estoy escribiendo este testimonio con la esperanza y oraci�n de que pueda compartir con usted una lecci�n que aprend� a un gran precio. Fue �nicamente por la gracia de Dios y el amor de Jesucristo que nunca falla y que todo lo encierra, que mi esposa y yo pudimos pasar esta prueba.

A. NUESTRO ERROR
Llevamos a nuestro hijo Wesley, quien era diab�tico, al altar en la iglesia para que oraran por �l seg�n el pasaje de Santiago 5:14: "�Est� alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por �l, ungi�ndole con aceite en el nombre del Se�or".

Nosotros cre�mos que la fe por su sanidad no requer�a que le volvi�ramos a dar m�s medicamentos. Decidimos afianzarnos en la Escritura de Isa�as 53:5 y 1 Pedro 2:24: "y por sus llagas [las de Jes�s] fuimos nosotros curados".

Despu�s de tres d�as de oraci�n, ayuno y gran sufrimiento f�sico de parte de nuestro hijo y agon�a mental de nuestra parte, Wesley muri�.

Pensamos que no hab�amos hecho nada malo. En nuestras mentes pensamos que la �nica raz�n para la muerte de Wesley se debi� a que �sta dar�a paso a un milagro mayor; como en el caso de L�zaro (Jn 11), el Se�or tard� Su sanidad a fin de levantar a Wesley de los muertos.

Cuando eso no sucedi�, nos quedamos asombrados y no sab�amos qu� pensar. Sab�amos en nuestras mentes que Jes�s nunca falla, pero a pesar de todo, nuestro hijo estaba muerto. �C�mo pod�a ocurrir tal cosa? �A qui�n nos volver�amos ahora?

Entonces, Juan 6:68 vino a nuestras mentes: "Se�or, �a qui�n iremos? T� tienes palabras de vida eterna". Aunque est�bamos grandemente confundidos, est�bamos concientes del deber de poner nuestra fe en Jesucristo nuestro Se�or.

Despu�s de unos cuantos meses, mi esposa pudo aceptar el hecho de que Wesley ya se quedar�a con Jes�s, pero a m� me tom� tres a�os.

B. LA REPRENSI�N DE DIOS
En los siguientes meses, el Se�or trat� con nosotros de la manera m�s ben�vola, amorosa y afable posible. Su reprensi�n estuvo saturada de compasi�n a medida que nos revelaba nuestro tr�gico error.
En mi reuni�n con un profeta, cerca de un mes despu�s de la muerte de Wesley, el Se�or nos habl�. Este profeta no sab�a nada acerca de qui�nes �ramos o la tragedia por la cual hab�amos pasado. �l nos pidi� que nos pusi�ramos de pie. A trav�s de �l, el Se�or habl� las siguientes palabras: "No todo lo que hiciste estuvo correcto".

�Oh, cu�n dulces y agradables son las sendas del Se�or! �l nos ha ense�ado primeramente, que hemos hecho lo malo delante de Sus ojos y, en segundo lugar, qu� cosa mala hab�amos cometido.

Quer�amos ver a nuestro hijo sano, pero quer�amos que ocurriera de la manera equivocada. Por cuanto cometimos iniquidad, impedimos la libre operaci�n del Esp�ritu Santo en nuestras vidas (Mt 18:18), y obstaculizamos que el milagro de la sanidad de Wesley se verificara.

Hemos aprendido que cualquier acci�n que sea contraria a la Escritura, atar� al Esp�ritu de Dios para que no obre en esa �rea de la vida de la persona. Pero Dios tambi�n ha visto los buenos intentos de nuestros corazones para hacer el bien; para confiar en �l para la sanidad de Wesley. Por consiguiente, nos consol�, y cuando Wesley muri�, Jes�s nos llev� al Salmo 23 para consolar nuestro quebrantamiento (tristeza).

C. EL CONSUELO DE DIOS
Durante cierto per�odo de tiempo, el Se�or le revel� a mi esposa que aunque nuestro amor por Wesley no era menor que el amor que todos los padres sienten por sus hijos, �ste carec�a del amor divino que nunca falla (1 Co 13:8).

Este dolor de perder a un ser amado envuelve gran dolor y angustia mental, emocional y espiritual. Los doctores tienen que anestesiar a los pacientes a fin de poder mitigar su dolor. El Esp�ritu Santo tambi�n nos anestesia en tales momentos de quebrantamiento.

Es tal anestesia la que nos permite preservar nuestra cordura. Aun ese adormecimiento emocional ten�a que ser reconocido por lo que era. No pod�amos entender la paz que sent�amos en medio de una prueba tan severa.

Encontramos la respuesta en Filipenses 4:7: "Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardar� vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jes�s".

Una noche, mientras mi esposa estaba orando, el Se�or le mostr� cu�nto estaba protegi�ndonos.

Ella le pregunt� al Se�or: "�Qu� sucede conmigo? �Por qu� no puedo expresar el dolor que siento por mi hijo?". En respuesta, �l le quit� Su paz por un momento. El siguiente tormento mental, emocional y espiritual que sinti�, era tan insoportable que no pod�a exonerarlo con todas las l�grimas que derramaba.

El dolor, con la comprensi�n de que ella era responsable de su propia infelicidad, fue una presi�n f�sica tan grande que explot� dentro de su pecho. �sta le habr�a vuelto loca si no le hubiera pedido al Se�or que se la quitara. Aprendi� que ten�a que echar todas sus cargas sobre �l (1 P 5:7). "Ciertamente llev� �l nuestras enfermedades, y sufri� nuestros dolores" (Is 53:4).

D. LA REVELACI�N DE DIOS
Otro golpe terrible que vino sobre nosotros fue que la ley del hombre, nos acus� de homicidio involuntario y de maltrato de ni�os. Pod�amos ir a prisi�n por muchos a�os. Est�bamos hechos pedazos.

Fue durante nuestro juicio en la corte por los cargos o acusaciones mencionadas anteriormente, que mi esposa sinti� decirme lo que el Se�or le hab�a mostrado. Me dijo que nuestro amor, siendo que era uno carente de lo divino, le fall� a Wesley, pero que Su Palabra dice: "La caridad nunca deja de ser" (1 Co 13:8).

Cuando me dijo eso por primera vez, lo rechac� completamente. Am�bamos demasiado a Wesley. �Cu�n dif�cil era aceptar que nuestro amor por �l no era uno perfecto o completo!

Unos d�as m�s tarde, estaba leyendo un libro cristiano que se titulaba: "Ordenes De Partida Para La Batalla Final", en el cual, me encontr� con la siguiente declaraci�n: "Cuando el diablo no puede detenernos, trata de empujarnos con tanta rapidez que exageramos. Entonces, estamos en el peligro de olvidarnos de amar".

1. Ponemos La Fe Por Sobre El Amor
Supe, entonces, que permitimos que la fe nos hiciera olvidar la caridad o amor. A medida que or�bamos por Wesley y le vimos en su dolor, nuestro amor por �l quiso darle la insulina que sab�amos que detendr�a sus sufrimientos.

Sin embargo, sentimos que ser�a una falta de fe, y que le costar�a su sanidad. Aprendimos que nuestras acciones eran contrarias a lo que dice la Biblia. La Palabra de Dios dice que el amor o caridad es mayor que la fe (1 Co 13:13). No s�lo fuimos firmes en colocar nuestra fe por sobre el amor, sino que la fe que est�bamos intentando ejercer, era la clase de fe equivocada. Si hubiera sido la clase de fe correcta, Wesley habr�a sido sanado (Mt 17:20).

El problema resid�a en el hecho de que confundimos la fe y la creencia. Pensamos que si cre�amos con las fuerzas suficientes, la sanidad se verificar�a. Conectamos la sanidad con alguna habilidad de nuestra parte para creer firmemente: en otras palabras, tener suficiente fe.

Escuch� a un hermano decir algo que descubrimos que es muy cierto: "Dios no env�a sanidad; ya est� en nuestras medios. �l la revela, y a medida que buscamos al Sanador, la sanidad viene".

2. Hay Una Fe Que Sana
Existen muchas clases de fe: fe en Jes�s para salvaci�n, fe para la soluci�n de los problemas financieros, fe para los problemas emocionales, fe para la sanidad y fe sanadora.

La mayor�a de las clases de fe est�n vinculadas a la creencia, como la fe para la sanidad. Pero la fe que realmente sana no lo est�. Podemos tener fe y creer que Dios sanar�, pero esa no es fe sanadora. Cuando Jes�s aplica fe sanadora a nuestras vidas, somos sanados.

Hasta que Dios no nos revele la sanidad, �l espera que nosotros hagamos todo lo que podamos para aliviar el dolor y el sufrimiento. El rechazar el uso de la medicina, especialmente la medicina que da vida, es un acto presuntuoso de nuestra parte, el cual, impide al Esp�ritu de Dios de hacer Su obra.

En Mateo 8:5-13, el centuri�n ten�a fe en Jes�s y crey� que su siervo ser�a sano cuando �l habl� la palabra. Jes�s se maravill� de la gran fe del centuri�n.

As� como lo declara Hebreos 11:1, �l ten�a la evidencia de que su siervo ser�a sanado, pero en ese momento hab�a recibido una sanidad sin manifestar.

�Y qu� hizo el centuri�n con la fe que ten�a? �Declar� �l a su siervo sano a pesar de lo que vio, y dej� de hacer lo que pod�a para aliviar sus sufrimientos? �No! �l llev� su fe a Jes�s. La sanidad no tom� lugar con la clase de fe que el centuri�n ten�a. Fue Jes�s quien le dio al centuri�n la fe sanadora cuando le dijo: "As� te sea hecho". Cuando la fe sanadora le fue otorgada al centuri�n de parte de Jes�s, la sanidad tom� lugar "en aquella misma hora".

3. Es Vital Que Tengamos Compasi�n
El Se�or le dijo a los fariseos: "Los sanos no tienen necesidad de m�dico, sino los enfermos" (Mt 9:12). Nosotros descuidamos este importante principio e ignoramos lo que los m�dicos hab�an prescrito para preservar a nuestro hijo vivo.

Luego, Jes�s cuestion� a los fariseos respecto a lo que quiso decir cuando dijo: "Misericordia [compasi�n] quiero, y no sacrificio" (Mt 9:13). �l repite la misma pregunta en Mateo 12:7 cuando le recuerda a los fariseos: "Y si supieseis qu� significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenar�ais a los inocentes".

�Puede verlo ahora? Al dejar de darle la medicina a Wesley, despu�s de haberse orado por �l, mi esposa y yo est�bamos ofreciendo un sacrificio (uno muy dif�cil) de fe. Pero al as� hacerlo, "condenamos al inocente" (a nuestro propio hijo) a una muerte prematura antes de su tiempo.

Hicimos lo mismo que los fariseos estaban haciendo. Jes�s conden� esa actitud y comportamiento.

Est�bamos aplicando la Escritura sin el ingrediente tan importante del amor. Ofrecimos sacrificio sin misericordia: lo opuesto a lo que el Se�or quer�a. Lo que �l aprueba es: "...la fe que obra por el amor" (Ga 5:6).

A trav�s de nuestras experiencias hemos aprendido que la medicina que preserva la vida es buena. Dios est� interesado en preservar la vida. Jos� dijo: "…porque para preservaci�n de vida me envi� Dios delante de vosotros" (Gn 45:5).

El negarse a hacer el bien o retener el bien para s�, es pecado (malo). "No te niegues a hacer el bien a quien es debido, Cuando tuvieres poder para hacerlo" (Pr 3:27). Romanos 12:9 se lee como sigue: "Aborreced lo malo, seguid lo bueno".

4. No Todos Son Sanados
Realmente no sabemos c�mo explicar la fe o por qu� algunas personas son sanadas y otras no. No s� por qu� un hombre de tanta fe como lo fue Eliseo, muri� de una enfermedad: "Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que muri�" (2 R 13:14).

Su vida fue una saturada de milagros (dos veces m�s que la de El�as).

No puedo explicar el porqu� el Ap�stol Pablo pudo sanar a muchos, pero le escribi� a Timoteo: "…a Tr�fimo dej� en Mileto enfermo" (2 Ti 4:20).

El Ap�stol Pablo describi� el tratamiento de Timoteo: "Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu est�mago y de tus frecuentes enfermedades" (1 Ti 5:23).

Quiz�s Pablo aprendi� acerca del tratamiento de enfermedades del doctor Lucas, el m�dico que viaj� con �l por todas partes (2 Timoteo 4:11; Colosenses 4:14). No obstante, los comentarios previos dan la apariencia de que Dios utiliza, tanto la oraci�n para la sanidad como los remedios para ayudar a los enfermos. Debemos recordar esto. Estoy consciente de que Jes�s obra milagros de sanidad, que �l nos ama, que muri� por nosotros y que se levant� de los muertos para que nosotros recibi�semos vida eterna.

5. El Amor Es La Medida Para La Acci�n
S� que alg�n d�a ver� a mi hijo de nuevo en el cielo. Debido a mi tr�gico error, he aprendido que en todas las �reas de la vida, la medida para la acci�n es la del amor, y que todos los mandamientos se sostienen del amor.

"Jes�s le dijo: Amar�s al Se�or tu Dios con todo tu coraz�n, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amar�s a tu pr�jimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas" (Mt 23:37-40).

6. No Seas Presuntuoso
Mi esposa y yo sabemos lo que es creer que el uso de la medicina (despu�s que hemos orado y cre�do en la sanidad) produce duda e incredulidad. No creemos en eso ya.

Pero a medida que nos esforzamos en ser hacedores de la Palabra, es importante recordar que si la manera en que aplicamos una Escritura a nuestras vidas es contraria a cualquier otra Escritura, entonces, esa aplicaci�n est� equivocada, y Dios no puede honrarla.

Por consiguiente, no sea culpable de actos presuntuosos como nosotros lo fuimos. Si lo hace, algunas personas morir�n sin necesidad alguna.

E. NO RECHACE LA MEDICINA
Conf�e en Dios para la sanidad. Ore por los enfermos. Pero hasta que la evidencia de la sanidad no sea confirmada por los doctores, NO RECHACE LA MEDICINA, ni impida su uso de parte de los que la necesitan. Cuando Jes�s sanaba a alguien, a menudo los enviaba a ser examinados por los m�dicos para la confirmaci�n de sus sanidades.
"Yendo Jes�s a Jerusal�n, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: �Jes�s, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando �l los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteci� que mientras iban, fueron limpiados" (Lc 17:11-14).

Si usted lee Lev�tico 13, encontrar� que Dios nombr� a los sacerdotes como los examinadores en Israel. Ellos le dec�an a la persona a qu� eran semejantes los s�ntomas de la enfermedad y c�mo se ver�a el cuerpo de la persona curada.

Jes�s envi� a los leprosos a aquellos incr�dulos examinadores para que ellos confirmaran la sanidad. Si un doctor confirma que usted est� sano, entonces, puede dejar de tomar la medicina que le hab�a prescrito. De otra manera, tendr� que seguir tom�ndola.


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