PARTE III: MINISTERIOS DE LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA

Cap�tulo 9
Ministrando Al Se�or: Adoraci�n

A. TODO CREYENTE UN SACERDOTE
Todo creyente es un sacerdote seg�n el plan del Nuevo Testamento.

"Vosotros Sois un pueblo escogido, un sacerdocio real, una naci�n santa. Sois un pueblo especial que pertenece a Dios. Hab�is sido elegidos para declarar Sus alabanzas – porque �l os ha llamado sac�ndoos de la oscuridad y llev�ndoos a Su luz maravillosa" (1 P 2:9).

Este es un hermoso cuadro verbal de la Iglesia de Jesucristo. Somos un pueblo elegido, llamado para ser sacerdotes reales en la Iglesia. "Y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre…" (Ap 1:6).

Como "sacerdocio real" tenemos un ministerio sacerdotal que es amplio y maravilloso en su operaci�n. Las funciones de este ministerio son de naturaleza triple:

1. Ministrando al Se�or

2. Ministr�ndonos los unos a los otros y

3. Ministrando al mundo

S�lo hay una manera de cumplir una tarea tan grande como lo es la de ministrar al mundo, por medio de que cada miembro de la Iglesia se convierta en uno que ministre. Cada miembro debe desempe�ar un papel de servicio en la Iglesia. "Cristo nos ha convertido en un reino de sacerdotes para servir a Su Dios y Padre… y gobernaremos y reinaremos en la tierra" (Ap 5:10).

B. NUESTRO MINISTERIO EN ADORACI�N
Todo ministerio cristiano deber�a comenzar ministrando al Se�or. "La Adoraci�n a Dios" debe ser el manantial del que brote nuestra "obra para Dios".

Nuestro ministerio sacerdotal a Dios envuelve 4 funciones principales:

1. Oraci�n

2. Alabanza

3. Acci�n de gracias

4. Adoraci�n

Todas estas funciones tienen un prop�sito espec�fico. Sin embargo, en este art�culo las reuniremos bajo el encabezar general de "adoraci�n".

Dios es nuestro amado Padre celestial. Por sobre todas las cosas, �l desea nuestro amor y nuestra adoraci�n. La adoraci�n habla de "dignidad". Dios es "digno" de nuestro amor porque �l nos am� primero, y Su amor fue muy grande (1 Jn 4:19).

Los fariseos una vez intentaron enga�ar y atrapar a Jes�s mediante una pregunta astuta y dif�cil. Le preguntaron: "�Cu�l es la ley o el mandato de Dios m�s importante?" Jes�s inmediatamente los avergonz� con una respuesta muy sencilla, pero poderosa: "Amar�s al Se�or tu Dios con todo tu coraz�n, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mandamiento primero y m�s grande" (Mt 22:37, 38).

Amamos lo que adoramos y adoramos lo que amamos. Nuestra adoraci�n a Dios brota de nuestra comuni�n con �l.
Como Padre, Dios desea que tengamos comuni�n con Su familia. Desea y espera que respondamos a Su santo amor con nuestra oraci�n, alabanza y adoraci�n. Cuando nos acercamos a �l, �l se acerca a nosotros (Lea Stg 4:8).

De hecho, el Salmista David dijo: "Dios vive y mora en las alabanzas de Su pueblo" (Sal 22:3).

La adoraci�n a Dios y la comuni�n con �l, est�n divinamente ligadas entre s�. No se puede tener una sin la otra.

C. ADORADORES LUEGO OBREROS
Muchos sienten que el mayor deseo de Dios es el de tener "obreros". Esto no es verdad. Jes�s dijo claramente a Sus disc�pulos que el Padre estaba buscando gente que Lo adorara en Esp�ritu y en verdad (Lea Juan 4:23).

Nuestro llamado mayor y m�s alto es el de adorar a Dios antes que cualquier otra cosa. Si lo hacemos, Dios no sufrir� por falta de obreros. Los adoradores verdaderos siempre se convierten en obreros verdaderos. El amor verdadero siempre busca complacer y hacer la voluntad del ser amado.

Esta verdad se ve claramente en la historia familiar de Mar�a y Marta (Lea Lucas 10:38-42). Marta estaba en la cocina trabajando y preocup�ndose. Mar�a estaba a los pies de Jes�s adorando y aprendiendo a escuchar. Jes�s dijo que la parte de Mar�a era la m�s importante y que no le ser�a quitada.

Los cristianos no han sido en primer lugar "salvados para servir", sino "llamados para adorar". El Se�or desea esto antes que todo, antes que cualquier otra cosa. Si no entramos en un ministerio para con el Se�or, nunca tendremos un ministerio efectivo entre unos y otros, ni con el mundo.

1. La Iglesia En Antioqu�a
La Iglesia en Antioqu�a demuestra que la adoraci�n debe ser lo primero en importancia aun antes que el servicio. Era una iglesia "obrera", pero antes que su trabajo estaba su adoraci�n.

�Qu� estaba haciendo la iglesia antes de que Pablo y Bernab� fueran escogidos por el Esp�ritu y enviados como "obreros" al campo misionero? Estaban adorando a Dios.

"Mientras estaban adorando al Se�or, y ayunando, el Esp�ritu Santo dijo: Apartadme a Bernab� y a Saulo para la obra a la que los he llamado" (Hch 13:2).

Es interesante notar que Hechos 13:1 nos dice que hab�a profetas y maestros en la Iglesia. Est� claro que su prioridad de ministerio no era profetizar, ni ense�ar, sino adorar. Todos estaban adorando (realizando un ministerio para con el Se�or). Del ministerio de adoraci�n flu�a la palabra prof�tica de Dios referente a la obra.

Los pasos o etapas estaban ordenados claramente de esta manera:

a. Adoraci�n. Primero, hab�a "adoraci�n" para el Se�or.

b. Palabra. Segundo, hab�a una "palabra" del Se�or.

c. Obra. Tercero, estaba la "obra" del Se�or.

�El ministerio al mundo comienza como un ministerio al Se�or!

2. �No Adoraci�n, No Lluvia!
La prioridad divina de adoraci�n se ve en esta palabra prof�tica procedente de los labios de Zacar�as:

"Vendr� a pasar que cualquiera… que no suba a Jerusal�n a adorar al Rey, al Se�or de los ej�rcitos, no recibir� lluvia" (Zac 14:17).

El principio resulta claro: No hay adoraci�n, no hay lluvia. La actividad sin adoraci�n producir� muy poca cosecha, no importa lo duro que trabajemos. �Por qu�? Se necesita la lluvia del Esp�ritu de Dios para producir la cosecha. Sin nuestra propia adoraci�n, no tendremos lluvia. Si no tenemos tiempo para adorar, nuestro tiempo de trabajo producir� muy poco fruto.

El orden divino de Dios es primero adorar y despu�s trabajar. El ministrar al Se�or trae las bendiciones de Su Esp�ritu sobre nuestros esfuerzos. El Se�or est� mucho m�s interesado en nuestras relaciones con �l, que en nuestra obra por �l.

D. ADORANDO AL PADRE EN ESP�RITU Y EN VERDAD
Durante siete siglos, los jud�os y los samaritanos hab�an estado discutiendo acerca del lugar m�s apropiado para la adoraci�n.

Mientras atravesaba Samaria, Jes�s se encontr� con una mujer en un pozo. Para gran sorpresa de ella, empez� a hablarle acerca del deseo profundo que sent�a en el coraz�n para con Dios.

En su conversaci�n, la mujer sac� a la luz la antigua pregunta acerca de cu�l era el lugar correcto para adorar. Escuchemos la pl�tica que tuvieron entre ellos: "Se�or, puedo ver que eres profeta. Nuestros Padres adoraron en esta monta�a, pero los jud�os pretenden que el lugar en el que tenemos que adorar est� en Jerusal�n. �Qui�n tiene raz�n?

Cr�eme mujer, contest� Jes�s, viene una �poca en que no se adorar� al Padre ni sobre esta monta�a ni en Jerusal�n… Viene una �poca - y ya ha llegado - en que los adoradores verdaderos adorar�n al Padre en esp�ritu y verdad. Esa es la clase de adoradores que el Padre busca" (Jn 4:19-23).

1. Dos Partes Necesarias
De estas palabras de Jes�s, la adoraci�n puede dividirse claramente en dos partes:

a. ESP�RITU... que es la parte de Dios.

b. VERDAD... que es la parte del hombre.

En otras palabras, tanto Dios como el hombre tienen una parte que realizar para que la adoraci�n sea completa.

2. La Parte De Dios En La Adoraci�n
La parte de Dios en la adoraci�n, envuelve tanto a Su Hijo como a Su Esp�ritu. El autor de Hebreos habla del papel que Jes�s tiene en nuestra adoraci�n. Cita un salmo de David en el que el salmista habla con referencia a Cristo:

"Padre, presentar� tu nombre a Mis hermanos. En medio de la Iglesia, cantar� alabanzas a Ti" (He 2:12).

Este vers�culo plantea una interesante pregunta para que lo consideremos. �C�mo cantar� alabanzas Jes�s al Padre en medio de la iglesia?

a. La Canci�n De Adoraci�n De Jes�s. Yo creo que lo hace a trav�s de nuestros labios, utilizando nuestras voces como Sus r�os de adoraci�n al Padre que fluyen desde nuestro interior.

La "persona" de Jesucristo est� ahora a la diestra del Padre. La "presencia" del Se�or, sin embargo, est� en nosotros a trav�s de Su Esp�ritu.

As� que, cuando el Esp�ritu nos unge para adorar, la oraci�n de alabanza de Jes�s puede llenar nuestras bocas y corazones. Cuando nos sometemos a la acci�n de Su Esp�ritu sobre nosotros, estamos adorando al Padre en Esp�ritu.

Esta es la verdadera "canci�n del Se�or", porque cuando el Esp�ritu est� llenando nuestro esp�ritu con la adoraci�n de Jes�s, nosotros a la vez la expresamos al Padre con nuestras voces.

Esto sucedi� en el Antiguo Testamento. Durante el reinado de Ezequ�as se desat� un gran avivamiento como resultado de la limpieza y restauraci�n del templo. A continuaci�n se encuentra la historia: "Puso tambi�n Levitas en la casa de Jehov� con c�mbalos, y salterios, y arpas, conforme al mandamiento de David, y de Gad vidente del rey, y de Nat�n profeta: porque aquel mandamiento fue mano de Jehov�, por mano de sus profetas. Y los levitas estaban con los instrumentos de David, y los sacerdotes con trompetas.

Entonces mand� Ezequ�as sacrificar el holocausto en el altar; y al tiempo que comenz� el holocausto, tambi�n el c�ntico de Jehov�, con las trompetas y los instrumentos de David rey de Israel.

Y toda la multitud adoraba, y los cantores cantaban, y los trompeteros sonaban las trompetas; todo hasta acabarse el holocausto.

Y cuando acabaron de ofrecer, inclin�se el rey, y todos los que con el estaban y adoraron.

Entonces el rey Ezequ�as y los pr�ncipes dijeron a los Levitas que alabasen a Jehov� con las palabras de David y de Asaf vidente: y ellos alabaron con grande alegr�a, e inclin�ndose adoraron" (2 Cr 29:25-30).

b. Llenos Del Esp�ritu. Desgraciadamente, es posible tener una "forma" de adoraci�n sin que en ella est�n involucrados Jes�s o el Esp�ritu Santo.

S�lo El Esp�ritu de Cristo puede producir una adoraci�n verdadera aceptable al Padre. Sin que Su Esp�ritu est� involucrado, nuestra adoraci�n es �nicamente un ritual vac�o. Esto es lo que Jes�s quer�a dar a entender cuando hablaba sobre los dirigentes religiosos de Su d�a:

"Estas gentes dicen que Me honran y respetan, pero en sus corazones no tienen en absoluto un lugar para M�. Su adoraci�n hacia M� no vale nada" (Mt 15:8, 9).

Por otro lado, cuando nuestros corazones se encuentren ligados al Esp�ritu viviente de Cristo, la adoraci�n no ser� una forma vac�a, ser� un fresco fluir de amor y alabanza. Pablo expresa esta verdad con estas hermosas palabras: "Estad siempre llenos y fluyendo del Esp�ritu Santo. Cantad los unos a los otros salmos, himnos y canciones espirituales y ofreced alabanza al Se�or. Cantad y haced m�sica para �l dentro de vuestros corazones. Sed siempre agradecidos a Dios vuestro Padre en nombre del Se�or Jesucristo" (Ef 5:18-20).

Si estamos siendo llenados con el Esp�ritu Santo, podemos ofrecer alabanzas al Se�or, cantar y hacer m�sica para �l.

La iglesia moderna a menudo tiene m�sica para la gente o por la gente. En la Biblia, la m�sica era dirigida y cantada por y para nuestro Se�or.

Necesitamos la acci�n del Esp�ritu Santo sobre nosotros para ser verdaderos adoradores. Dios nos ha dado Su Esp�ritu para que podamos ofrecerle verdadera alabanza y adoraci�n procedente de nuestros corazones.

3. La Parte Del Hombre En La Adoraci�n
"�Qui�n puede subir al monte del Se�or? �Qui�n puede estar en Su santo lugar? El que tiene manos limpias y un coraz�n puro. El que es honesto en todos sus caminos. El recibir� la bendici�n del Se�or" (Sal 24:3-5).

La parte del hombre en la adoraci�n, es allegarse a Dios en "verdad". Esto significa que el coraz�n del hombre ante el Se�or debe ser limpio, puro, honesto y sincero.

a. Reglas Del Tabern�culo. Vemos un cuadro claro de esta verdad en el ministerio de los sacerdotes en el tabern�culo de Mois�s. En la estructura y en el servicio del tabern�culo hay muchas cosas que hablan de la persona y de la obra de Jes�s.

Todos los sacrificios, lavados, unciones y vestiduras, eran ilustraciones muy importantes de los principios espirituales que en un futuro ser�an observados por Jes�s y la Iglesia. Antes de que los sacerdotes pudieran servir o adorar al Se�or en el Lugar Santo, ten�an que estar:

1) limpiados del pecado por un sacrificio de sangre (Lv 4:3).

2) lavados
con agua.

3) ungidos para adoraci�n y

4) vestidos en vestiduras sacerdotales limpias (Ex 30:17-33).

Estaban en peligro de muerte si no trataban con su pecado, se limpiaban de cualquier corrupci�n, recib�an la unci�n y vest�an vestiduras sacerdotales limpias. Solamente entonces, pod�an entrar en la presencia de Dios. Ten�an que estar preparados para adorar.

b. Nuestra Preparaci�n Es En Cristo Jes�s. Nosotros tambi�n debemos:

1) Aceptar El Sacrificio De La Sangre de Jes�s en la cruz (Ap 1:5).

2) "Lavarnos" Correctamente con el bautismo en agua (Hch 22:16; He 10:22).

3) "Ungidos" Para El Servicio por medio del bautismo en el Esp�ritu (Lc 4:18).

4) "Vestidos" Con Poder antes de poder ministrar apropiadamente al Se�or (Lc 24:49).

c. Las Escrituras Declaran. Alabado sea Dios, todas nuestras necesidades fueron satisfechas en Cristo Jes�s. Las Escrituras declaran que hemos sido:

1) Limpiados Por La Sangre. "Si confesamos nuestros pecados, el es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados y nos limpie de toda maldad" (1 Jn 1:9).

2) Lavados Por Bautismo En Agua Y Su Palabra. "…Cristo am� a la iglesia y se entreg� a s� mismo por ella. Para santificarla limpi�ndola en agua por la palabra" (Ef 5:25, 26).

3) Ungidos Por Su Esp�ritu. "Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungi�, es Dios. �l cual tambi�n nos ha sellado, y dado la prenda del Esp�ritu en nuestros corazones" (2 Co 1:21, 22).

4) Vestidos en Su Justicia. "…sean, oh Jehov� Dios, vestidos de salvaci�n sus sacerdotes… porque me visti� de vestidos de salvaci�n, me rode� de manto de justicia" (2 Cr 6:41; Is 61:10).

d. Cristo Jes�s: Nuestro Gran Sumo Sacerdote. El autor de Hebreos resume el privilegio del hombre lavado en sangre con estas maravillosas palabras:

"Queridos hermanos, ahora somos libres para entrar caminando en el Lugar Sant�simo – donde est� Dios. Podemos hacerlo sin miedo a causa de la sangre que Jes�s derram� por nuestros pecados. Podemos pasar por el camino nuevo y vivo que Jes�s abri� para nosotros a trav�s de Su cuerpo en la cruz. �l es nuestro gran Sumo Sacerdote, y gobierna sobre toda la casa de Dios. As� que acerqu�monos a Dios con un coraz�n sincero y lleno de fe.

Nuestros corazones han sido limpiados, y hemos sido liberados de sentimientos de culpabilidad. Nuestros cuerpos han sido lavados con las aguas puras del bautismo. Por lo tanto, aferr�monos firmemente a la esperanza que hemos confesado. Podemos confiar en que Dios har� lo que ha prometido" (He 10:19-23).

S�, Dios nos ha dado el Esp�ritu de Su Hijo para que le adoremos en Esp�ritu y en verdad.

Mediante Su Esp�ritu, Jes�s todav�a busca adorar al Padre aqu� en la tierra. Desea hacerlo a trav�s de los miembros que forman Su Cuerpo: La Iglesia. A trav�s de nosotros y mediante Su Esp�ritu, el Hijo desea adorar al Padre en medio nuestro. Por lo tanto, unamos nuestros corazones con el Suyo en sinceridad y cantemos gozosamente: "Oh Venid, Ador�mosle".

E. RESUMEN
Hemos visto que:

1. La Parte De Dios
La parte de Dios en la adoraci�n envuelve tanto a Su Hijo como a Su Esp�ritu.

2. Nuestra Parte
Tenemos tambi�n una parte que cumplir. Tenemos que ir ante el Se�or con manos limpias y un coraz�n puro. Esto significa confesar nuestro pecado, faltas y fracasos r�pidamente al Se�or. Significa ser limpiado y vestido por Su gracia. Significa mantener nuestros pensamientos, palabras y obras justas y santas ante los ojos de Dios, de manera que podamos vivir siempre "…para la alabanza de Su gloria" (Ef 1:12).

Entonces, ciertamente seremos para �l "un pueblo escogido, un sacerdocio real y una naci�n santa" (1 P 2:9). Felizmente compartiremos Su amor y gracia para todo el mundo con todos nuestros corazones. Y todo empieza con la adoraci�n.

Esto es lo que deseamos dar a entender cuando decimos que todo creyente debe aprender a "ministrar al Se�or".

�Por qu� no entrega sus labios y su voz al Se�or ahora mismo y empieza a adorarle? D�gale:

"Se�or, te amo,
y elevo mi voz
para adorarte,
Oh, mi alma se regocija;
Al�grate mi Rey,
en lo que oyes;
Que sea una dulce,
dulce canci�n a tu o�do."


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