Cap�tulo 2
�Por Qu� Debemos Evangelizar?

A. SIETE RAZONES POR LAS CUALES DEBEMOS GANAR LAS ALMAS
1. Por qu� Jes�s Fue Un Ganador De Almas

"Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jes�s vino al mundo para salvar a los pecadores..." (1 Ti 1:15).

"Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se hab�a perdido" (Lc 19:10).

a. Jes�s Vino Para Salvar A Los Perdidos. Esa fue la misi�n principal de Cristo, rescatar a los perdidos. El primer grupo de personas que Jes�s escogi� para que le siguieran, recibi� ese mismo reto: "Venid en pos de m�, y os har� pescadores de hombres" (Mt 4:19).

El �ltimo grupo que le sigui� hasta el monte donde tom� lugar Su ascensi�n al cielo, recibi� este mandamiento: "Por tanto, id, y haced disc�pulos a todas las naciones, bautiz�ndolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Esp�ritu Santo; ense��ndoles que guarden todas las cosas que os he mandado..." (Mt 28:19, 20).

"Pero recibir�is poder, cuando haya venido sobre vosotros el Esp�ritu Santo, y me ser�is testigos en Jerusal�n, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo �ltimo de la tierra" (Hch 1:8).

El t�rmino cristiano significa ser como Cristo, quien vino para salvar a los perdidos, para buscar los descarriados y necesitados; por ello, si vamos a ser como Jes�s, entonces, tendremos el deseo de ser ganadores de almas.

b. El Iba A Donde Estaba La Gente. Jes�s llev� Su mensaje a la gente. �l iba a todos los lugares donde hab�a personas: en los mercados, en las calles, en las colinas, en las playas, en los hogares, etc.

�l fue criticado por los l�deres religiosos por el hecho de identificarse con las personas en el lugar donde estaban. “Este a los pecadores recibe, y con ellos come” (Lc 15:2).

El nos anima a "...Ir por los caminos y por los vallados, y fu�rzalos a entrar, para que se llene mi casa" (Lc 14:23).

El nunca dijo: “Ve a un edificio de iglesia y ora para que Dios traiga a los pecadores”. Por el contrario, �l dijo: “Id por los caminos y por los vallados, y fu�rzalos a entrar, para que se llene mi casa”.

Despu�s de Su ascensi�n, los seguidores de Jes�s actuaron exactamente como �l. Se mantuvieron muy ocupados, testificando en los mercados, en las calles, en los hogares, alrededor de las fuentes p�blicas; hablando, razonando, testificando, persuadiendo, predicando, ganando almas, amonestando a los pecadores a creer en el evangelio; exactamente como lo hizo Jes�s.

La Biblia dice: “Y todos los d�as, en el templo y por las casas, no cesaban de ense�ar y predicar a Jesucristo” (Hch 5:42).

Tome un momento para hacer un c�rculo alrededor de la frase todos los d�as en su Nuevo Testamento. Mientras que las iglesias s�lo conducen dos o tres cultos a la semana, los casinos de juego, los teatros, los establecimientos donde se venden licores, los parques de recreaciones y lugares de bailes, abren sus puertas para conducir negocios todos los d�as.

Los cristianos del Nuevo Testamento iban diariamente al templo y por las casas, ense�ando y predicando a Jesucristo.

c. El Dijo: “Vayan Y Fu�rcenlos A Entrar.” Nosotros oramos por las personas para que sean salvas. Jes�s dijo: “Vayan y fu�rcenlos a entrar”. Se perder�n si todo lo que hacemos es orar.

"Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcili� consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliaci�n. Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tom�ndoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encarg� a nosotros la palabra de la reconciliaci�n" (2 Co 5:18, 19).

Dios nos ha otorgado tanto el ministerio como la palabra de la reconciliaci�n para restaurar a los hombres con Dios. �l ha hecho todo lo que ha podido. "El dio a Su Hijo unig�nito... para que todo el que haga un pacto o compromiso con �l, no perezca, mas tenga vida eterna" (Jn 3:16 traducci�n literal).

Cristo ha hecho todo lo que ha podido tambi�n. "Y por medio de �l reconciliar consigo todas las cosas, as� las que est�n en la tierra como las que est�n en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Col 1:20).

Ahora �l nos comisiona a contar estas buenas nuevas a todas las personas de todos los lugares del mundo. "Porque todo aquel que invocare el nombre del Se�or, ser� salvo. �C�mo, pues, invocar�n a aquel en el cual no han cre�do? �Y c�mo creer�n en aquel de quien no han o�do? �Y c�mo oir�n sin saber qui�n les predique?" (Ro 10:13, 14).

Nuestra parte es contar a los perdidos, dej�ndoles saber las buenas nuevas que nuestro Padre celestial y Su Hijo han hecho para salvarnos. Todos nosotros debemos ser ganadores de almas porque Jes�s lo fue.

2. Porque La Cosecha Es Tan Grande
"Entonces dijo a sus disc�pulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos" (Mt 9:37).

"Y al ver las multitudes, tuvo compasi�n de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor" (Mt 9:36).

a. Jes�s Envi� Obreros A Los Campos. Cuando Jes�s contempl� aquellas multitudes dispersas como ovejas sin pastor, �qu� hizo �l? �l llam� a doce disc�pulos, les dio poder para echar fuera demonios y para sanar a los enfermos, luego, les dio la gran comisi�n para que fueran a ayudar a recoger la gran Cosecha.

Debido a que la Cosecha era muy grande, escogi� a otros setenta obreros, a quienes les dijo: "He aqu� os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os da�ar�" (Lc 10:19).

Jes�s hizo algo con relaci�n a Su cosecha madura. �l no se sent� a contemplarla y a orar por obreros �nicamente. �l sali� a buscar obreros en esos mismos campos de la Cosecha.

Tambi�n podemos ser movidos a compasi�n por los que todav�a no han sido alcanzados por el evangelio. Si nosotros somos “como Cristo”, nos envolveremos en la tarea de hacer algo en pro de compartir el evangelio con ellos.

b. Es Vital Que Salgamos. El ganar almas es realizado all� fuera, donde la gente vive, trabaja y juega. Es urgente que enfaticemos este principio b�sico en la tarea de ganar almas.

No salimos a pescar a nuestros ba�os. Si esperamos atrapar los peces, tendremos que lanzar nuestra red en las partes m�s profundas del mar, lago u oc�ano. Colocamos la carnada en el anzuelo que atrae a los peces, y lo tiramos al r�o o lago: all� afuera, donde se supone que hay peces.

Cosechamos nuestras plantaciones o sembrados all� en los campos, all� afuera donde sembramos las semillas, y donde los tallos, con las espigas llenas de granos de trigo, se levantan ya maduros para ser cosechados. Muy raras veces ganamos almas dentro de las cuatro paredes de nuestras iglesias locales.

A fin de cosechar a los no convertidos, es vital que salgamos a llevar nuestro testimonio fuera de nuestros santuarios, hacia los mercados, hacia las calles, a las c�rceles, hospitales, hogares, all� afuera entre ellas. A esto llamamos evangelismo.

Los hind�es no van a la iglesia. Los musulmanes no entran a un templo cristiano. Los budistas y otros religiosos no entran a un servicio de adoraci�n cristiana. Las personas sin afiliaci�n religiosa no concurren a la iglesia.

Es necesario que salgamos fuera: “...por los caminos y por los vallados, y fu�rzalos a entrar...” (Lc 14:23).
Hay un elemento de urgencia cuando llega el tiempo de la cosecha. Si los frutos no son recogidos r�pidamente, toda la cosecha podr�a perderse en el campo.

Las tormentas pueden venir y causar da�o al trigo o al ma�z. Si no se cosecha r�pidamente, el fruto puede madurarse demasiado y pudrirse.

Pablo pas� su propio sentido de urgencia sobre los dem�s cuando dijo: “Pero esto digo, hermanos; que el tiempo es corto...” (1 Co 7:29).

Si realmente queremos cosechar la siembra madura de nuestra generaci�n, el secreto est� en volver a descubrir la urgencia, pasi�n y celo de la Iglesia primitiva. Aquellos cristianos salieron por todas las ciudades y aldeas en constante b�squeda de las almas perdidas, aun al riesgo de sus propias vidas. A eso es lo que catalogamos como ser igual que Cristo, esto es cristianismo genuino.

c. Moviliz�ndonos Para Evangelizar. Como l�der de la Iglesia, es su deber comenzar el proceso de orar, movilizar y planificar, c�mo ganar las almas perdidas. El orden en el ministerio de Jes�s fue el siguiente:

1) Ver. Jes�s vio la Cosecha (las multitudes de almas) y fue movido a compasi�n.

2) Orar. Luego or�, como el medio de resolver el problema de obreros para la Cosecha. “En aquellos d�as �l fue al monte a orar, y pas� la noche orando a Dios” (Lc 6:12).

3) Escoger. Despu�s de orar, �l escogi� a los obreros, primero doce, y despu�s setenta, a los cuales, entren� y envi� al campo a recoger la Cosecha.

�l vio. Ahora �l quiere que nosotros veamos. "...He aqu� os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya est�n blancos para la siega" (Jn 4:35).

�l or�. Ahora quiere que nosotros oremos. "...Rogad al Se�or de la mies que env�e obreros a su mies" (Lc 10:2).

�l escogi�. Ahora quiere que nosotros escojamos. "Buscad... hermanos... varones de buen testimonio, llenos del Esp�ritu Santo y de sabidur�a, a quienes encarguemos de este trabajo" (Hch 6:3).

Este plan de acci�n es sencillo: Ver, Orar, Escoger, comenzar� el proceso del recogimiento (cosecha de almas).

Nuestro Lema: �Cada Cristiano Es Un Testigo!

Nuestra Misi�n: �Hacia Afuera, A Donde Est� La Gente!

Esta es la segunda raz�n por la cual somos ganadores de almas: �La Cosecha es realmente grande!

3. Por qu� Los Obreros Son Pocos
"Despu�s o� la voz del Se�or, que dec�a: �A qui�n enviar�, y qui�n ir� por nosotros? Entonces respond� yo: Heme aqu�, env�ame a m�" (Is 6:8).

a. Billones Necesitan Escuchar. El n�mero de las personas que viven en el mundo, aumenta a una proporci�n de m�s de 70 millones por a�o. Menos de tres millones (un 4%) de ellas, han sido alcanzadas con el evangelio.

Aproximadamente un 40% de los habitantes del mundo (2 billones de personas), no han sido alcanzados con el evangelio. Estas almas est�n fuera del alcance de una iglesia auto-reproductora que pueda compartir el evangelio con ellas.

b. Ellas Estar�n Perdidas Sin Cristo. Esas almas sin evangelizar jam�s escuchar�n el evangelio a menos que usted entre en acci�n para salir a satisfacer esa “hambre... de o�r la palabra de Dios” (Am 8:11). La movilizaci�n y entrenamiento de los ganadores de almas para que salgan fuera donde est�n los pecadores, es la �nica soluci�n a este dilema.

Miles de pueblos y aldeas en China, India etc., todav�a est�n esperando que alguien vaya a contarles acerca del Salvador Jesucristo. Tales personas viven y mueren sin conocer a Jes�s, no porque hayan rechazado el mensaje, sino porque los pasados 2 mil a�os ning�n cristiano ha ido a compartir el evangelio de amor con ellos.

Menos de uno de cada quinientos l�deres de la Iglesia, dedican sus vidas para alcanzar a los que todav�a no han sido alcanzados. Necesitamos una nueva dedicaci�n a los principios abrazados por el Ap�stol Pablo: "Y de esta manera me esforc� a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno" (Ro 15:20).

Pablo siempre estuvo disponible para “anunciar el evangelio en los lugares m�s all�...” (2 Co 10:16): en las regiones donde nadie hubiera escuchado a�n acerca de Cristo. Pedro tambi�n entendi� que: "El Se�or no retarda su promesa, seg�n algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 P 3:9). NO ES LA VOLUNTAD DE DIOS que los hombres perezcan. Ellos perecen porque nosotros no les hemos llevado el evangelio.

No es de asombrarse el porqu� Pablo era tan apasionado respecto a este asunto. “Velad debidamente, y no pequ�is; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo” (1 Co 15:34).

Hay tres puntos importantes:

1) La Iglesia Duerme. Las almas est�n perdidas porque la Iglesia est� durmiendo. El llamado es: “Velad debidamente...” “...el que duerme en el tiempo de la siega es un hijo que avergüenza” (Pr 10:5).

2) Es Un Pecado. Es un PECADO que la gente no conozca acerca de Dios. Somos amonestados: “...no pequ�is; porque algunos no tienen conocimiento de Dios...”.

Este es un pecado de omisi�n. “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Stg 4:17).

3) Es Una Vergüenza. Este hecho es una causa para la vergüenza (p�rdida del pudor). “...Hablo esto para vergüenza vuestra...” “El que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza” (Pr 10:5).

El lamento doloroso de los perdidos, se levanta hasta el Cielo: “Pas� la siega, termin� el verano, y nosotros no hemos sido salvos” (Jer 8:20). Esta condici�n peligrosa existe porque los obreros son muy pocos. “Rogad, pues, al Se�or de la mies, que env�e obreros a su mies” (Mt 9:38). Somos ganadores de almas porque los obreros son muy pocos.

4. Debido A La Gran Comisi�n
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Mr 16:15). Cada creyente es comisionado y llamado. “Quien nos salv� y llam� con llamamiento santo... seg�n el prop�sito suyo y la gracia...” (2 Ti 1:9).

a. Cada Creyente Tiene Una Responsabilidad. La “Gran Comisi�n” es para ir, y el “Santo Llamamiento” para testificar y servir, es la autoridad dada a cada creyente para dispensar su ministerio. Cada creyente tiene tres ministerios sacerdotales:

1) Ministrar Al Se�or en oraci�n, alabanza y adoraci�n.

2) Ministrar Los Unos A Los Otros en unas relaciones cristianas amorosas, en el sost�n financiero y respaldo espiritual;

3) Y Ministrar Al Mundo (a los incr�dulos) por medio de la sanidad de las enfermedades f�sicas y emocionales, echando fuera demonios y cont�ndoles las buenas nuevas: “...que Cristo muri� por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Co 15:3, 4).

Cuando los creyentes son ense�ados a c�mo cumplir estos tres ministerios, muchos asumir�n sus privilegios y responsabilidades otorgadas por Dios, y dir�n: “...heme aqu� Se�or, env�ame a m�” (Is 6:8).

b. Un Gran Privilegio. Cristo no nos dej� un privilegio mayor que el de anunciar el evangelio a cada criatura.

Esto es lo que los cristianos primitivos hicieron d�a y noche. Ellos sanaron a los enfermos, echaron fuera demonios, predicaron el evangelio de casa en casa, en los mercados, en las fuentes de las aldeas, en las encrucijadas, en las calles, en los cultos, en las c�rceles y por todas partes que iban.

Ellos no pose�an catedrales o edificios de iglesias elaboradas, para inhibir su incontrolable gozo de ministrar y compartir las nuevas con los que estaban ansiosos de recibir a Cristo. Ellos iban afuera, hacia donde estaban los pecadores para anunciar el evangelio.

Debemos respirar y vivir con un prop�sito: para compartir el evangelio con todas las personas que nos sea posible y utilizando todos los medios.

Usted no tiene que ser un “ministro ordenado” para predicar el evangelio. Este es el privilegio de todo creyente. Los cristianos no necesitan un llamamiento especial, para aceptar el honor que se les ha otorgado de ser embajadores de Cristo.

c. Todo Creyente Ha Sido Comisionado. Siendo que cada cristiano ha sido comisionado y llamado, no se necesita un “llamado especial” para ser un ganador de almas. Las instrucciones de Jes�s son claras:

“As� alumbre vuestra luz delante de los hombres... Ve por los caminos y por los vallados, y fu�rzalos a entrar, para que se llene mi casa” (Mt 5:16; Lc 14:23). Jes�s dijo: “...predicad el evangelio a toda criatura”.

Si una naci�n es 95% cristiana, mientras otra es 95% no cristiana, nuestra alternativa debe ser alcanzar la naci�n no cristiana.

Si un campo peque�o de granos maduros tuviera cien segadores trabajando en �l, mientras uno m�s grande s�lo tiene un obrero, �qu� campo escoger�a usted para laborar y salvar los granos? Deber� escoger el campo donde la necesidad es mayor y donde los obreros son menos, para suministrar la necesidad.

Si diez personas estuvieran levantando un tronco, nueve en el extremo menos pesado, y uno en el extremo m�s pesado, no ser�a dif�cil escoger en qu� extremo colocar ayuda adicional.

d. Dios Guiar�. A medida que usted motiva a sus miembros para orar e ir a los lugares que necesitan el evangelio, el Esp�ritu de Dios comenzar� a dar direcci�n a medida que van. Usted no puede dirigir un barco que est� detenido en las aguas. Necesitamos que est� en movimiento para que el tim�n pueda dirigir el barco. De la misma manera sucede con la direcci�n de Dios.

Pablo iba de viaje para Asia en cierta ocasi�n, pero le fue “...prohibido por el Esp�ritu Santo... y cuando intentaron ir a Bitinia... el Esp�ritu Santo no se lo permiti�... Y se le mostr� a Pablo una visi�n de noche: un var�n macedonio estaba en pie, rog�ndole y diciendo: Pasa a Macedonia y ay�danos” (Hch 16:6-9).

Esta es la clase de direcci�n que usted puede recibir, si es que permanece en una actitud sensible y alerta en su esp�ritu. Pablo ya era un ap�stol-evangelista que iba a trav�s de todo su mundo, predicando el evangelio. A medida que iba penetrando a “otras regiones m�s all�”, recibi� la orden de pasar hasta Macedonia.
Cuando considere alg�n lugar donde desee ir a sembrar la Palabra, haga esta oraci�n: Se�or, si hay alg�n campo, �rea o naci�n donde T� quieras que vayamos, mu�stranoslo e iremos. Pero si no quieres, entonces, escogeremos la mejor oportunidad para segar la cosecha m�s fruct�fera, y estaremos all� cosechando hasta que nos dirijas a otros lugares.

�l ha prometido: “Y he aqu� yo estoy con vosotros todos los d�as” (Mt 28:20). Sus �rdenes son bien claras: “POR TANTO, ID... a todas las naciones. Predicad a TODA criatura”. Tenemos que obedecer las palabras de Cristo, no analizarlas, discutirlas o teorizarlas, mas ponerlas en pr�ctica.

Somos ganadores de almas debido a la Gran Comisi�n que Jesucristo nos dio.

5. Debido A Las Profec�as No Cumplidas Concernientes Al Retorno De Jes�s
El retorno de Cristo a la tierra, es la esperanza bienaventurada de millones en la Iglesia perseguida. Nosotros abrazamos tal esperanza con gozo.

“Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los m�s dignos de conmiseraci�n de todos los hombres” (1 Co 15:19). Esperamos con ansia Su retorno.

a. El Evangelio Tiene Que Ser Predicado En Todo El Mundo. Pero la mayor�a de los que ense�an esto, no est�n haciendo nada para hacer posible que �l regrese. Muchos hasta ense�an que no hay profec�as sin cumplir que prevengan Su retorno.

Jes�s hizo esto muy claro: habr�a ciertas condiciones previas antes de que �l pudiera regresar por segunda vez a este mundo. Las m�s importantes de �stas se encuentran en Mateo 24:14: "Y ser� predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendr� el fin".

"De cierto os digo... que se predique este evangelio, en todo el mundo..." (Mt 26:13). "...que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perd�n de pecados en todas las naciones..." (Lc 24:47). "...y me ser�is testigos en Jerusal�n, en toda Judea, en Samaria y hasta lo �ltimo de la tierra" (Hch 1:8).

En el idioma griego, el t�rmino naciones significa ETHNOS, que se refiere a grupos “�tnicos”. En espec�fico, un grupo �tnico es uno gentil o no jud�o que tiene una identidad lingü�stica y cultural com�n, que los hace diferentes de cualquier otro grupo de personas en el mundo.

La India tiene m�s de 2 mil grupos �tnicos en su territorio. Estos var�an entre personas primitivas viviendo en �rboles, en las selvas de las monta�as del noreste del pa�s, hasta grupos de personas de la clase alta de la sociedad muy sofisticados, los bracm�nicos (nombre que se le da a los fil�sofos y sacerdotes de la India) quienes viven en el interior del pa�s.

La mayor�a de estos grupos de personas, nunca han escuchado el evangelio. La mayor�a no tienen un solo vers�culo de la Biblia traducido en su idioma.

b. Santos De Todas Las Naciones. El Ap�stol Juan recibi� percepci�n prof�tica del futuro.

�l vio una gloriosa escena celestial: "Despu�s de esto mir�, y he aqu� una gran multitud, la cual nadie pod�a contar, de todas las naciones [grupos �tnicos] y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos...

Estos son los que han salido de la gran tribulaci�n, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero" (Ap 7:9, 14).

Este es el resultado final de la era de la Iglesia. Los millones de redimidos que formar�n la Iglesia (en griego = ecclesia, que significa “los llamados o escogidos”), estar�n envueltos en la adoraci�n a Dios delante de Su trono por toda la eternidad.

Note que ellos est�n all� porque fueron raptados de todos los grupos �tnicos (naciones) del mundo. Vinieron de todas las tribus y grupos lingü�sticos.

Si Jes�s viniera hoy, la era de la Iglesia concluir�a, y nosotros los que le servimos ser�amos “...arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Se�or en el aire, as� estaremos siempre con el Se�or” (1 Ts 4:17).

Pero siendo que hay miles de almas en esos grupos �tnicos que todav�a no han sido alcanzadas con el evangelio, Jes�s no podr�a venir hoy.

Si Jes�s viniera antes de que todos los grupos “�tnicos” escucharan el evangelio, la visi�n que Juan vio no podr�a ser una verdadera. Tales personas no podr�an estar en el cielo, siendo que no han escuchado el evangelio de salvaci�n.

"Porque todo aquel que invocare el nombre de Se�or, ser� salvo. �C�mo, pues, invocar�n a aquel en el cual no han cre�do? �Y c�mo creer�n en aquel de quien no han o�do? �Y c�mo oir�n sin haber quien les predique? �Y c�mo predicar�n si no fueren enviados? Como est� escrito: �Cu�n hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!" (Ro 10:13-15).

Esas preguntas sobrias deben penetrar profundamente en nuestros corazones. Debemos entender que hay algo que debemos hacer para lograr que el Rey Jes�s venga por segunda vez al mundo.

�Acaso est� Jes�s formulando la siguiente pregunta a los l�deres de la Iglesia?... "Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois. �Por qu�, pues, ser�is vosotros los postreros en hacer volver al rey?" (2 S 19:12).

c. Predicad El Evangelio A Toda Criatura. La Iglesia est� envuelta en hacer muchas cosas buenas. Pero hemos descuidado la m�s importante de todas las instrucciones dadas por Jes�s, Su �ltimo mandamiento: “Id, predicad el evangelio a TODA criatura”. Este es el mandato que no hemos CUMPLIDO.

“...Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mt 23:23). �l nos llamar� a cuentas para ver si hicimos TODO lo que �l nos dijo que hici�ramos.

Millones de almas todav�a mueren sin HABER ESCUCHADO el mensaje. Otros, aun esperan que los l�deres de la iglesia den prioridad a la tarea de llevarles el mensaje de Jes�s, antes que al tiempo, a las personas y al dinero.

La Iglesia argumenta acerca de la segunda venida de Cristo, cuando miles de tribus y grupos �tnicos no han escuchado de Su primera venida.

Nosotros insistimos en segundas bendiciones, mientras esas pobres almas olvidadas nunca han experimentado la primera bendici�n. Argumentamos acerca de una segunda porci�n, mientras que hay multitudes que nunca han experimentado la primera porci�n del Esp�ritu de Dios.

�Es eso justo? �Deber�n los que est�n al frente de la fila recibir un segundo servicio, antes de que los que est�n hambrientos en las filas de atr�s, hayan recibido el primer servicio de alimentos?

1) Los Cristianos Primitivos Fueron Motivados. Tenemos que arrepentirnos de esta desobediencia y comprometer nuestro tiempo, nuestro pueblo y dinero, a la tarea de llevar el evangelio a TODA criatura en TODO el mundo.

Este concepto de ganar almas a fin de lograr que nuestro Rey regrese por Su pueblo, motiv� de tal manera a los cristianos primitivos, que salieron a llevar el evangelio por testimonio, a trav�s de todo el mundo que ellos conoc�an.

El mensaje fue llevado a lo largo del Mar Mediterr�neo hasta llegar al Norte de �frica, cuyos lugares fueron saturados de lugares de adoraci�n cristiana. A pesar de las tempestades furiosas, de los peligros del mar, de los riesgos de los viajes antiguos y todo impedimento concebible, ellos esparcieron el mensaje con hero�smo sin igual.

2) Advenimiento De Las Tinieblas Espirituales. Pero algo sucedi� despu�s de los primeros cien a�os. En lugar de dirigir caravanas de camellos por el sur del desierto de Sahara hacia las tierras altas y selvas del Continente de �frica, o de avanzar hacia el �ste m�s all� de las barreras monta�osas del continente, o hacia el Norte hacia las tribus paganas de Europa, se interesaron m�s en conservar lo que ten�an. Fueron negligentes en seguir avanzando hacia las partes m�s lejanas de la tierra.

Las disputas doctrinales superaron el evangelismo (testimonio) personal. Las convenciones comenzaron a reemplazar el evangelismo de las masas. Las disputas denominacionales y el poder pol�tico vinieron a ser m�s importantes que el seguir al Cordero.

Ellos crearon organizaciones religiosas y las llamaron “La Iglesia”. Tinieblas espirituales comenzaron a caer. Los mil a�os temibles y tenebrosos del Oscurantismo (Edad Oscura) cubrieron a todo el mundo.

Jes�s am� tanto al mundo que muri� por �l. La iglesia tibia abandon� este mundo ante la conquista de Mahoma, a la destrucci�n del poderoso mongol: Gengis Kan y a la espada asesina de Napole�n.

3) Los Moravos Oran Y Act�an. Vamos a necesitar una cadena de oraci�n durante las 24 horas del d�a durante m�s de cien a�os a fin de quebrantar ese abrazo mortal de la apat�a de la iglesia. Ese ministerio de oraci�n asaltador del Infierno, comenz� aproximadamente 250 a�os atr�s, a trav�s de la influencia de un pr�ncipe B�varo, no muy conocido, ni de gran estima llamado Conde Van Zinzendorf.

La iglesia morava, cuyo establecimiento se le acredita a �l, despleg� los primeros misioneros evang�licos de los tiempos modernos.

Los Moravos oraron con pasi�n por las almas perdidas de los hombres. Pero ellos no s�lo oraron, sino que tomaron acci�n para llevarles el evangelio a los perdidos. Ellos dieron sus mejores j�venes para que fueran soldados en el ej�rcito del Se�or.

Dos de tales j�venes, tuvieron noticias de una isla en el mar del Caribe donde 40 mil africanos estaban siendo esclavizados. A nadie le era permitido entrar a la isla a menos que fuera como esclavo.

Dos j�venes moravos fueron movidos a compasi�n por esos esclavos, ellos sab�an que los esclavos perecer�an en sus pecados si no iban a llevarles el evangelio.

As� que, los moravos se vendieron a la esclavitud a fin de alcanzar a los esclavos africanos. A medida que navegaban desde el Puerto de Hamburgo, Alemania, sus �ltimas palabras resonaban a trav�s de las olas del oc�ano: “Vamos a ganar para el cordero la recompensa de Su sacrificio”.

Ellos creyeron que pod�an ayudar a hacer que el Rey volviera por segunda vez al mundo. Ellos cre�an que Jes�s no podr�a regresar hasta “... que este evangelio del reino fuera predicado en todo el mundo por testimonio a todas las naciones”.

4) Aprendiendo De Los Revolucionarios Pol�ticos. �Ha estudiado alguna vez c�mo los revolucionarios pol�ticos han obtenido el control de las naciones?

Ellos infiltran sus l�deres en las monta�as, las selvas, los pantanos, etc... y desde esos lugares, comienzan a ejercer sus influencias sobre las tribus locales. Les prometen escuelas, trabajos, ayuda para la prosperidad, etc... (Aunque casi nunca cumplen lo que prometen).

Una vez que se fortalecen entre esas personas olvidadas, donde las enfermedades y la pobreza son desenfrenadas, organizan las bandas de guerrillas y comienzan su hostigamiento. Primero inician su obra en las aldeas, luego en los pueblos, despu�s las ciudades y finalmente se apoderan de la naci�n o pa�s.

Estos l�deres o mercenarios pol�ticos van a las personas que la misma Iglesia ha olvidado. Ellos pagan cualquier precio y hacen cualquier sacrificio para vivir en las �reas m�s dif�ciles.

El mensajero del evangelio usualmente no est� equipado o animado para alcanzar esta clase de personas. En general, creen que apenas podr�an sobrevivir en esas �reas; as� que, las tribus son abandonadas sin Cristo.
Por el contrario, los revolucionarios pol�ticos env�an a sus maestros a vivir completamente pobres y hacen el m�ximo sacrificio, a menudo dan sus propias vidas para organizar tales tribus en guerrillas militares para sus propios prop�sitos. Lo que la Iglesia no ha hecho, los revolucionarios s� lo han hecho. La misma gente que ha sido descuidada por la Iglesia, ha venido a ser suelo f�rtil para la semilla de la revoluci�n y el derramamiento de sangre. Y por esos medios, toman naciones completas bajo su control.

Sin embargo, muchos l�deres cristianos ense�an que: “...todas las se�ales de la venida de Cristo han sido cumplidas. �Ven pronto, Se�or Jes�s!” Pero las palabras del mismo Jes�s refutan esto con claridad.

“Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones [etnos]” (Mr 13:10).

Estas Escrituras nos ense�an lo que tenemos que hacer, y lo que tiene que suceder antes que Jes�s pueda volver otra vez.

"As� que, arrepent�os y convert�os, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Se�or tiempos de refrigerio, y �l env�e a Jesucristo, que os fue antes anunciado. A quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauraci�n de todas las cosas del pecado..." (Hch 3:19-22).

Cuando completemos el trabajo que �l nos dio, Jes�s volver� para raptar a Su Iglesia. Esa es la raz�n por la cual somos ganadores de almas, para hacer que nuestro Rey retorne al mundo.

6. Porque Dios Nos Llamar� A Rendir Cuentas
Dios amonesta espec�ficamente a Sus siervos a que lleven el mensaje que les ha dado para los pueblos a quienes han sido enviados, sabiendo que ser�n llamados a rendirle cuentas de su �xito o fracaso en tal responsabilidad.

"Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a las casa de Israel; oir�s, pues, t� la palabra de mi boca, y los amonestar�s de mi parte. Cuando yo dijere al imp�o: De cierto morir�s; y t� no le amonestares ni le hablares, para que el imp�o sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el imp�o morir� por su maldad, pero su sangre demandar� de tu mano" (Ez 3:17, 18).

"Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de �l a alguno, �ste fue tomado por causa de su pecado, pero demandar� su sangre de mano del atalaya. A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oir�s la palabra de mi boca, y los amonestar�s de mi parte. Cuando yo dijere al imp�o: Imp�o, de cierto morir�s; si t� no hablares para que se guarde el imp�o de su camino, el imp�o morir� por su pecado, pero su sangre yo la demandar� de tu mano" (Ez 33:6-8).

Algunos maestros de la Biblia dir�n que esta amonestaci�n no se aplica a los cristianos. Insisten en la cuesti�n de que no hay riesgo alguno para los creyentes. Aun si pasamos por alto obedecer los mandatos de Cristo, concernientes a la predicaci�n del evangelio a TODA criatura en TODO el mundo, tales maestros no ven castigo o consecuencias negativas como resultado de ello.

a. Pablo Reconoci� Su Obligaci�n. El Ap�stol Pablo no crey� tal cosa. �l declar�: “Por tanto, yo os protesto en el d�a de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos” (Hch 20:26).

�Por qu� estaba Pablo tan seguro de que sus manos estaban limpias o sin “mancha alguna de la sangre” de los hombres? Su inocencia fue basada en su obediencia a la Gran Comisi�n.

�l dijo: "...Vosotros sab�is c�mo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer d�a que entr� en Asia, sirviendo al Se�or con toda humildad, y con muchas l�grimas... Y c�mo nada que fuese �til he rehuido de anunciaros y ense�aros, p�blicamente y por las casas, testificando a jud�os y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Se�or Jesucristo" (Hch 20:18-21).

Pablo se hab�a exonerado a s� mismo. �l afirm�: “... no fui rebelde a la visi�n celestial” (Hch 26:19).

Pablo no estuvo presente cuando Cristo ascendi� al cielo. Pasaron varios a�os antes de que �l tuviera un encuentro con el Cristo resucitado. Cuando se convirti�, Pablo recibi� las instrucciones que recibieron los dem�s ap�stoles en la ascensi�n de Cristo.

“�l [Pablo], temblando y temeroso, dijo: Se�or, �qu� quieres que yo haga? y el Se�or le dijo: Lev�ntate y entra en la ciudad, y se te dir� lo que debes hacer”.

El Se�or le dijo a Anan�as que le dijera a Pablo: "...Ve, porque instrumento escogido me es �ste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel... En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que �ste era el Hijo de Dios" (Hch 9:6, 15, 20).

Pablo no ten�a duda alguna respecto a lo que deber�a hacer. �l reconoci� su deuda: su obligaci�n de predicar el Evangelio, o sus manos se manchar�an con la sangre de los que se perder�an si el no obedec�a.

"A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. As� que, en cuanto a m�, pronto estoy a anunciaros el evangelio tambi�n a vosotros que est�is en Roma" (Ro 1:14, 15).

Pablo conoc�a muy bien la Escritura que dice: “... su sangre demandar� de tu mano”. �l se asegur� de pagar su deuda, de cumplir con su obligaci�n de predicar el evangelio, a los que todav�a no hab�an sido alcanzados.

�l pudo escribir: "...os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada... para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de se�ales y prodigios, en el poder del Esp�ritu de Dios; de manera que desde Jerusal�n, y por los alrededores hasta Il�rico, todo he llenado del evangelio de Cristo. Y de esta manera me esforc� a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno" (Ro 15:15, 18-20).

Pablo fue a los perdidos, a los destituidos y a los ignorados de todas partes. �l no quer�a que la sangre de los inconversos fuera demandada de sus manos.

b. Captando La Visi�n. Un gran ganador de almas escribi�: No podemos ganar a todo el mundo solos, pero estamos envueltos en el evangelismo como si el plan de Dios dependiera de nosotros solamente.

“Si no podemos ganar a cada persona, de seguro ganaremos algunas y ministraremos como si la siega de almas dependiera completamente de nosotros”. “No queremos que la sangre de los inconversos sea demandada de nuestras manos jam�s. �Es as� de simple!”

Muchos est�n captando la visi�n del evangelismo mundial. Cristianos de Filipinas est�n saliendo para China. Los cristianos de Am�rica del Sur que han emigrado hacia Alaska est�n ganando almas all�. Los cristianos de Indonesia est�n ganando los perdidos en Europa. Los asi�ticos est�n yendo a las islas del Caribe. Somos cristianos con compasi�n por los habitantes del mundo.

No permita que el temor, la incredulidad, los malos entendidos o la cr�tica, le detengan. Recuerde: “...no es el critico quien hace la diferencia; ni el que se�ala c�mo el fuerte tropieza o d�nde el hacedor de haza�as pudo haber ejecutado una mejor”

“El cr�dito pertenece a aquel que est� en el campo de combate, en acci�n, cuyo rostro se ensucia de polvo, que est� lleno de sudor, quien yerra el blanco una y otra vez, quien se dedica a una causa digna, quien conoce el triunfo de los altos logros de quien muere tratando de alcanzar lo m�ximo”.

Cuando usted haya dedicado a su ser, su tiempo, sus recursos financieros, sus j�venes, a esta elevada prioridad de llevar el evangelio, entonces "...si t� amonestares al imp�o, y �l no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, el morir� por su maldad, pero t� habr�s librado tu alma" (Ez 3:19).

Somos ganadores de almas porque no queremos que la sangre de los pecadores sea demandada de nuestras manos.

7. Debido A Lo Que Hemos Experimentado
"�C�mo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvaci�n tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Se�or, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con se�ales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Esp�ritu Santo seg�n su voluntad" (He 2:3, 4).

a. El Evangelio Del Reino. Jes�s llam� a Su evangelio el evangelio del Reino. "Y recorri� Jes�s toda Galilea, ense�ando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo" (Mt 4:23).

"Recorr�a Jes�s todas las ciudades y aldeas, ense�ando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo" (Mt 9:35).

El evangelio del Reino, es el evangelio del dominio del Rey. El Rey Jes�s siempre demostr� dominio por medio de sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios.

A fin de entender este evangelio, demos una mirada retrospectiva por un momento. Este dominio fue primero dado a Ad�n y a Eva en el jard�n de Ed�n.

"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y se�oree... var�n y hembra los cre�. Y... les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y se�oread... sobre la tierra" (Gn 1:26-28).

Satan�s frustr� el plan de Dios muy pronto. Quer�a usurpar el dominio que Dios le hab�a dado a Ad�n y Eva a fin de obtenerlo, �l sab�a que ten�a que hacerlos caer en pecado. Si lograba tal cosa, la corona del dominio caer�a de sus cabezas y el cetro caer�a de sus manos. Satan�s estar�a ah� cerca para recogerlos y usurpar el reinado que le pertenec�a legalmente a la humanidad.

Una prueba de que Satan�s usurp� tal dominio, es encontrada en la tentaci�n de Cristo. "Otra vez le llev� el diablo a un monte muy alto, y le mostr� todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te dar�, si postrado me adorares" (Mt 4:8, 9).

Para que �sta pudiera ser una tentaci�n v�lida, el diablo ten�a que hacerle una oferta v�lida. Si Satan�s no hubiera tenido el dominio (los reinos del mundo) para ofrecerlo a Jes�s, no habr�a ocurrido la tentaci�n. Es obvio que Sat�n ten�a el dominio y que fue por tal raz�n que le hizo la oferta a Jes�s.

Jes�s hab�a venido para restaurar el dominio a su justo heredero, la humanidad. �l tendr�a que hacer tal cosa por medio de morir en la cruz. Esto le dar�a entrada libre al reino de la muerte y del Infierno; mientras estuviera en esos lugares, los conquistar�a y libertar�a a sus prisioneros.

David describi� esta lucha �pica de Cristo en el Salmo 116:3. "Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del Seol...".

Isa�as describi� la predicci�n de c�mo Cristo libertar�a a los pecadores de la muerte y del Infierno en Isa�as 28:18. "Y ser� anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el Seol no ser� firme...".

Jes�s vino “...para destruir por medio de la muerte al que ten�a el imperio de la muerte, esto es el diablo” (He 2:14). Jes�s dej� a Satan�s sin poder. �l le quit� el dominio que le hab�a usurpado al hombre.

La gran victoria de Jes�s, aparece registrada en Apocalipsis 1:18. "Y el que vivo, y estuve muerto; mas he aqu� que vivo por los siglos de los siglos, am�n. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades". Siendo que Cristo tiene las llaves, �l puede controlar las puertas del Infierno y de la muerte.

Cuando Jes�s se levant� de los muertos, �l exclam�: "TODA POTESTAD me es dada en el cielo y en la tierra... y he aqu� yo estoy con vosotros todos los d�as, hasta el fin del mundo" (Mt 28:18, 20).

Juan describi� los resultados de ese triunfo en las siguientes palabras: "Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a �l sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Am�n" (Ap 1:6).
Las buenas nuevas respecto al DOMINIO DEL REY son esas. Jes�s es quien posee el DOMINIO ahora. �l est� con nosotros para restaurar tal dominio de vuelta a nosotros. Ahora somos sacerdotes del Rey. "Mas vosotros sois... real sacerdocio" (1 P 2:9). Esto significa Sacerdotes del Rey. Por consiguiente, podemos proclamar las buenas nuevas de que Satan�s ya no tiene dominio.

"Y ser� predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones..." (Mt 24:14).

b. En Palabra Y Potestad. Este evangelio del Reino, fue el que los ap�stoles y disc�pulos primitivos proclamaron con poder y demostraciones del mismo. "Y con gran poder los ap�stoles daban testimonio de la resurrecci�n del Se�or Jes�s, y abundante gracia era sobre todos ellos" (Hch 4:33).

"Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios..." (Hch 8:12).

"Y por la mano de los ap�stoles se hac�an muchas se�ales y prodigios en el pueblo... Y los que cre�an en el Se�or aumentaban m�s, gran n�mero as� de hombres como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los pon�an en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos ven�an a Jerusal�n, trayendo enfermos y atormentados de esp�ritus inmundos; y todos eran sanados" (Hch 5:12-16).

"Y habi�ndole se�alado un d�a, vinieron a �l muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la ma�ana hasta la tarde, persuadi�ndoles acerca de Jes�s..." (Hch 28:23).

"y ni mi palabra ni mi predicaci�n fue con palabras persuasivas de humana sabidur�a, sino con demostraci�n del Esp�ritu y de poder" (1 Co 2:4).

Este evangelio del DOMINIO DEL REY es el secreto hacia el �xito en el evangelismo, el crecimiento de la iglesia, el sostenimiento financiero adecuado, hacia la soluci�n de la mayor�a de los problemas que infectan a la iglesia mundialmente.

Aquellos que solamente tienen un evangelio de palabra, est�n en graves problemas. "Pues nuestro evangelio no lleg� a vosotros en palabras solamente, sino tambi�n en poder, en el Esp�ritu Santo y en plena certidumbre..." (1 Ts 1:5). Debido a la apostas�a (descarr�o), la mayor�a de la Iglesia rechaz� las manifestaciones sobrenaturales del Esp�ritu Santo. (Vea Se�ales Y Maravillas De Hoy en la Gu�a de Entrenamiento para L�deres, para una explicaci�n m�s detallada).

Ellos predicaron otro evangelio. "Estoy maravillado de que tan pronto os hay�is alejado del que os llam� por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo" (Ga 1:6, 7).

Si tomamos todos los puntos de la GRAN COMISI�N y los practicamos, podemos ganar al mundo para Cristo. Si negamos el poder del Esp�ritu Santo y pasamos por alto darle el debido lugar de Se�or�o en nuestro ministerio, tendremos muy pocos frutos.

"Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, ser� salvo; mas el que no creyere, ser� condenado" (Mr 16:15, 16). La Gran Comisi�n no se detiene ah�, sino que contin�a:

"Y estas se�ales seguir�n a los que creen: En mi nombre echar�n fuera demonios; hablar�n nuevas lenguas; tomar�n en las manos serpientes, y si bebieren cosa mort�fera, no les har� da�o; sobre los enfermos pondr�n sus manos, y sanar�n. Y el Se�or, despu�s que les habl�, fue recibido arriba en el cielo, y se sent� a la diestra de Dios [en el lugar de dominio]" (Mr 16:15-20).


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