Cap�tulo 8
Ministerios En La Iglesia Del Nuevo Testamento

Introducci�n

La iglesia cristiana, siendo un organismo ordenado divinamente, m�s bien que una instituci�n establecida por el hombre, debe tener un liderazgo conferido y dotado divinamente. Desgraciadamente, la mayor�a del liderazgo en el ministerio cristiano, est� basado sobre logros acad�micos, llamamiento y nombramientos humanos.

No obstante, el patr�n del Nuevo Testamento provee para un ministerio escogido sobrenaturalmente y equipado divinamente para la iglesia.

Hay ciertos oficios que funcionan dentro de cada iglesia del hogar. Los ancianos y los di�conos sirven dentro de la iglesia del hogar y deben poseer ciertas calificaciones personales seg�n las Escrituras. Estaremos considerando las mismas m�s tarde en nuestro estudio. Pero el liderato dotado, el cual Cristo ha provisto para Su Iglesia, est� basado sobre cinco dones ministeriales.

Estos dones ministeriales son impartidos de manera sobrenatural por Cristo Mismo a ciertos l�deres. Tales l�deres contin�an llevando adelante el ministerio del Se�or Jes�s en Su Iglesia sobre la tierra. Ellos hacen lo que Él hizo.

A. CINCO DONES MINISTERIALES CONFERIDOS A LA IGLESIA
“Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.

Por lo cual dice (el salmista): Subiendo a lo alto (al cielo), llev� cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.

Y eso de que subi�, ¿qu� es, sino que tambi�n hab�a descendido primero a las partes m�s bajas de la tierra?

El que descendi�, es el mismo que tambi�n subi� por encima de todos los cielos para llenarlo todo” (Ef 4:7-10).

"Y �l mismo dio unos ciertamente ap�stoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros pastores y doctores” (Ef 4:11).

Estas escrituras hacen muy claro que, despu�s de Su ascensi�n al Cielo para regresar a la diestra del Padre, Cristo otorg� cinco dones ministeriales a los creyentes dentro de Su Iglesia.

Estos dones ministeriales son expresiones parciales de Su propio ministerio perfecto. Ning�n l�der de la iglesia podr�a contener el ministerio completo de Jes�s; una variedad de “l�deres sirvientes” en la iglesia, son los que reciben estos dones con el fin de que el ministerio perfecto o completo de Cristo, emerja nuevamente entre Su pueblo.

1. Otorgado Solamente Por Cristo
Estos cinco ministerios son los dones de Cristo, y son adjudicados exclusivamente por Él. Ellos no dependen de los nombramientos humanos. Cristo se levant� y equip� a hombres (y mujeres) para su ministerio particular en la iglesia.

2. Funcionan Bajo La Direcci�n Y El Poder Del Esp�ritu Santo
Est� bien que otorguemos el debido reconocimiento a estos ministerios a medida que aparecen entre nosotros. Sin embargo, a pesar de si los reconocemos o no, ellos operan bajo la direcci�n y por el poder del Cristo viviente.

3. Asociados Con Hombres Y Mujeres
Es interesante notar que los dones ministeriales de Cristo, siempre est�n asociados con los hombres y las mujeres.

En contraste, los Dones del Esp�ritu Santo (1 Co 12), est�n asociados m�s con el dador que con el recipiente. Les llamamos a �stos, Dones DEL ESPÍRITU (el dador). No obstante, no podemos desligar los cinco dones ministeriales de las personas a quienes son dados y quienes los ejecutan.

No leemos respecto a hombres recibiendo “el don de apostolado”, o “el don de pastor”; por el contrario, leemos: “Y �l mismo constituy� a unos, ap�stoles; a otros evangelistas; a otros pastores y maestros”, etc. La capacitaci�n o dotaci�n es su identidad, qui�nes son y qu� son en la iglesia.

Los hombres son el don de Cristo para Su Iglesia, hombres llenos del Esp�ritu, equipados sobrenaturalmente, todos llevando una parte del glorioso ministerio perfecto de la Cabeza de la Iglesia, Cristo.

B. DESCRIPCIÓN DE LOS DONES MINISTERIALES
Consideremos ahora a cada uno de esos cinco dones ministeriales.

1. Ap�stoles
El t�rmino “ap�stol”, viene de la ra�z griega “ap�stolos”, que significa “enviado” o “aqu�l que es enviado (como un embajador)”. El Se�or Jesucristo es El ap�stol (He 3:1), Aqu�l que fue “enviado por Dios”. Él tir� el fundamento para la iglesia. Ahora est� edificando la iglesia.

a. Los Doce Ap�stoles. Durante Su ministerio terrenal, Cristo nombr� doce ap�stoles, a quienes equip� a plenitud para su ministerio, y a quienes “envi�” (Mt 10:16).

Esos ap�stoles no fueron nombrados humanamente, sino que Cristo Mismo los comision� y capacit� (con Su poder y autoridad).

Ellos son referidos como los “Ap�stoles del Cordero”. “Y el muro de la ciudad ten�a doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce ap�stoles del Cordero” (Ap 21:14).

Ellos ten�an un ministerio singular y una relaci�n simb�lica �nica con Israel y el pueblo jud�o. “A estos doce envi� Jes�s, y les dio instrucciones, diciendo: por camino de gentiles no vay�is, y en ciudad de samaritanos no entr�is, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 10:5, 6).

Su remuneraci�n ser� sentarse sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Lc 22:28-30).

b. Otros Ap�stoles. Un estudio del Nuevo Testamento, muestra que hab�a otros ap�stoles adem�s de los doce que Jes�s escogi� para trabajar con Él mientras estuvo sobre la tierra.

Uno de los primeros doce, Judas el traidor, fue reemplazado por Mat�as justamente antes del D�a de Pentecost�s (Hch 1:26; 2:14), restaurando de esa manera el n�mero requerido de los “doce ap�stoles del Cordero”.

No obstante, aparte de Mat�as, muchos otros ap�stoles fueron escogidos por Jesucristo, y enviados por Él despu�s del D�a de Pentecost�s. Puede que sea apropiado referirse a �stos como los “ap�stoles de la ascensi�n”, siendo que fueron llamados despu�s que Cristo ascendi� al Cielo.

Los “ap�stoles de la ascensi�n”, usualmente tienen una relaci�n especial con la Iglesia gentil. Aqu�llos com�nmente mencionados en el Nuevo Testamento son Pablo y Bernab� (Hch 14:14), Andr�nico y Junia (Ro 16:7), Santiago (Ga 1:19), Silas y Timoteo (1 Ts 1:1; 2:6), etc. (1 Co 9:5; 2 Co 8:23).

Pablo y Bernab� (Hch 14:14) son ejemplos sobresalientes de ap�stoles escogidos por Cristo despu�s de Pentecost�s y agregados a la iglesia.

Adem�s, el hecho de que la iglesia primitiva ten�a que ser continuamente amonestada contra la aceptaci�n de “falsos ap�stoles” (2 Co 11:13; Ap 2:2) indica que hubo otros ap�stoles.

La Escritura m�s clara que afirma el continuo ministerio apost�lico, es la que ya citamos anteriormente, que declara que Cristo “dio unos ap�stoles” DESPUÉS DE SU ASCENSIÓN. (NOTA: Para m�s detalles sobre los dones ministeriales, lea la Secci�n C5).

c. Ministerio Apost�lico. Un ap�stol, o un “enviado” por Cristo, es un pionero, uno que tira fundamentos, que establece iglesias siguiendo el orden b�blico, que supervisa y cuida de tales iglesias por medio de confirmarlas en la Palabra.

El tal, ejercita una parte o fragmento del ministerio de nuestro gran Ap�stol Jesucristo. El tal, es llamado y levantado por Cristo, otorg�ndosele una visi�n de la obra que deber� realizar (Hch 26:15-18).

La prueba de su ministerio es el fruto de su labor, la obra que deja tras s�. Como Pablo escribi� a los Corintios, “¿No soy ap�stol?... porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Se�or (1 Co 9:1, 2).

Pablo se�al� hacia el establecimiento de la iglesia de Corinto como una evidencia de su ministerio apost�lico. Él tambi�n reclam� que su ministerio provino directamente del Se�or, y no de los hombres.

“Pablo, ap�stol, no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucit� de los muertos” (Ga 1:1).

El ministerio apost�lico de encontrar nuevas iglesias, es visto en las palabras de Pablo: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento” (1 Co 3:10).

Este ministerio pionero todav�a funciona hoy. La iglesia es un organismo viviente, no una organizaci�n muerta. Nuevas iglesias en los hogares contin�an siendo establecidas, nuevos campos est�n siendo penetrados a medida que la iglesia avanza, se extiende y crece hacia todas partes.

Hay evidencia que indica que los dones del ministerio apost�lico incluyen elementos de los otros cuatro dones ministeriales. En su esfuerzo de penetraci�n, de echar el fundamento, de supervisar la operaci�n de la obra, este don ministerial requiere alg�n elemento de los ministerios prof�ticos, evangel�sticos, pastorales y de ense�anza. Con todo, el don ministerial apost�lico permanece diferente y aparte de los dem�s.

2. Profetas
La palabra griega es “prophetes”. Viene de dos voces griegas: Pro, que significa “antes” o al frente de; Phemi, que significa “mostrar o dar a conocer los pensamientos de uno”, en otras palabras, decir o hablar: afirmar, expresar. Al combinar las dos palabras, obtenemos el significado de uno que puede contar (o predecir) los pensamientos (mente) de Dios, o en ocasiones, lo que otras personas piensan.

Por ejemplo, Pedro estaba operando bajo una unci�n prof�tica cuando le dijo a Anan�as: “...¿por qu� llen� Satan�s tu coraz�n para que mintieses al Esp�ritu Santo...?” (Hch 5:3). Pedro conoc�a los pensamientos de Anan�as y revel� la decepci�n e hipocres�a.

La frase puede significar tambi�n “un orador inspirado”. Pero el registro del Nuevo Testamento muestra que el ministerio de un profeta es algo m�s que una mera predicaci�n.

Esto es indicado adem�s por el hecho del otorgamiento de otros dones, tales como: evangelistas, pastores y maestros, los cuales envuelven oratoria o el arte de hablar.

Un profeta es uno que habla bajo la inspiraci�n del Esp�ritu Santo sin ninguna premeditaci�n o preparaci�n. Su ministerio muchas veces envuelve el ejercicio del Don de Profec�a (1 Co 12:10), pero tambi�n incluye los Dones de Revelaci�n, tales como Palabra de Conocimiento y Palabra de Ciencia (1 Co 12:28).

El Don de Profec�a funciona dentro de la iglesia de la ciudad o de la iglesia del hogar (1 Co 14), pero el don del ministerio del profeta es para el beneficio de todo el Cuerpo de Cristo.

Un profeta comunica revelaci�n de las cosas espirituales y de los eventos presentes y futuros o de las circunstancias de las cuales no tiene conocimiento humano. No ejerce control o gobierno sobre los l�deres, seguidores o iglesias. Tampoco controla la direcci�n. Por el contrario, confirma lo que ya Dios le ha hablado al individuo. Como hemos visto en nuestros estudios anteriores, existe una diferencia fundamental entre el sacerdocio del Antiguo Testamento y el del Nuevo.
Hoy cada creyente representa un sacerdote ante Dios, con un acceso directo al “Lugar Sant�simo”.

Cada creyente tiene el derecho de conocer la mente de Cristo y la voluntad de Dios; no deber� sentirse limitado por la direcci�n de un profeta.

Sin embargo, el profeta del Nuevo Testamento confiere iluminaci�n con relaci�n a los eventos presentes o futuros, y cada creyente es libre para actuar a la luz de tal revelaci�n. Vemos este ministerio prof�tico del Nuevo Testamento operando en las siguientes Escrituras:

Hechos 11:27-30: Aqu� el profeta Ágabo expuso una revelaci�n concerniente a un hambre por venir. Los disc�pulos tomaron acci�n pr�ctica a la luz de esa profec�a y enviaron una ofrenda para ayudar a los hermanos en Jerusal�n.

Hechos 20:22-24: En este pasaje vemos que Pablo decide ir a Jerusal�n, a pesar de las amonestaciones del Esp�ritu Santo (probablemente por medio del ministerio prof�tico) de que prisiones y tribulaciones le esperaban all�.

Hechos 21:10-14: El Profeta Ágabo expuso profec�as ilustradas y predijo los sufrimientos que esperaban a Pablo en Jerusal�n. Sin embargo, el ap�stol estaba determinado a continuar su viaje, diciendo: “Sea hecha la voluntad de Dios”.

Otros profetas del Nuevo Testamento fueron Judas y Silas (Hch 15:32).

As� que, se nos da alguna percepci�n hacia la funci�n del don prof�tico ministerial seg�n el patr�n del Nuevo Testamento. Ojal� que Dios levante tal ministerio de una manera mayor en los d�as por venir, y que nos d� sabidur�a para reconocer su operaci�n.

(NOTA: Para obtener m�s informaci�n sobre el ministerio prof�tico, lea la secci�n C5.)

3. Evangelistas
La palabra significa “un predicador de buenas nuevas”. Quiz�s el don ministerial de un evangelista es el mejor comprendido de todos. Su lugar y funci�n en la iglesia raras veces ha sido un tema de controversia. El evangelista no hace la obra de un ap�stol, fundar y establecer iglesias, ni el trabajo de un pastor.

Vemos un ejemplo sobresaliente del ministerio del evangelista en Felipe (Hch 8:5-40). Felipe descendi� a Samaria y predic� a Cristo. Muchos creyeron a medida que las se�ales y milagros confirmaban su ministerio. Felipe los bautiz� en agua, pero entreg� los (resultados) conversos de su evangelismo al cuidado de los ap�stoles, Pedro y Juan; Felipe luego fue al desierto a llevar las buenas nuevas al eunuco et�ope, en obediencia al Esp�ritu.

El desastre a menudo sigue a la obra de algunos evangelistas hoy. Esto sucede porque a menudo olvidan reconocer la verdadera naturaleza de este don ministerial.

Debido a que Dios ha bendecido a los evangelistas en sus ministerios, ellos deciden quedarse permanentemente en un lugar. Esto impide que otros que no son salvos, se beneficien de este ministerio evangel�stico. Tambi�n evita que sus conversos reciban el beneficio de otros dones, tales como los ministerios apost�licos, pastorales y de ense�anza.

Recuerde, la iglesia no es edificada sobre el fundamento de los evangelistas, sino m�s bien “...sobre el fundamento de los ap�stoles y profetas...” (Ef 2:20). A menos que el ministerio apost�lico y prof�tico vayan a consolidar y confirmar a los convertidos bajo la obra del evangelista, la iglesia que podr�a haber sido establecida como resultado, es muy raro que venga a la existencia. Si lo hace, llegar� el momento en el cual fracasar� por la falta de un buen fundamento.

El evangelista es el “brazo” de Cristo que se extiende hacia el mundo. Los resultados de su ministerio deben ser reunidos en las iglesias hogares y suministrados con los otros ministerios que Cristo ha puesto en Su iglesia.

En cada ejemplo del Libro de los Hechos, a menos que los conversos fueran el resultado del ministerio apost�lico, los ap�stoles y profetas se presentaron poco despu�s para tirar el fundamento. Esto transformaba a los creyentes nuevos en una iglesia firme.

Lea Hechos 11:19-27. Muchos cre�an. Luego, el Ap�stol Bernab� aparece en escena. Él sale a buscar a Pablo para que se una a �l en Antioqu�a. Poco despu�s, los profetas llegaron para asistir (v 27). Ignoramos este patr�n a nuestro propio riesgo y al riesgo de los creyentes nuevos.

4. Pastores
Aqu� la palabra griega es “poimen”, que significa “un pastor”. El pastor es aquel que cuida y alimenta el reba�o de Dios. Su ministerio es muy similar al de un anciano. Debe poseer una personalidad y ministerio compasivo, amoroso, sacrificado y con arte de educar.

La diferencia b�sica del anciano, es que �l casi siempre es una persona m�s anciana (paternal), nombrada debido a ciertas cualidades (1 Ti 3:1-7; Tito 1:5-9, etc.). El trabajo de un anciano es tambi�n el de “alimentar la iglesia de Dios” (Hch 20:28).

No obstante, el oficio de anciano o di�cono es un oficio local, mientras que el de “pastor” es dado para todo el Cuerpo de Cristo. El pastor puede viajar de una iglesia a otra, mientras que el anciano usualmente es asociado con una iglesia del hogar. Se sugiere que Timoteo y Tito ten�an el don pastoral. Esos j�venes sirvieron bajo la supervisi�n general del Ap�stol Pablo. Ellos tambi�n fueron comisionados por Pablo para ordenar ancianos (Tit 1:5).

Los pastores regularmente se calificaban como ancianos tambi�n, as� como el Ap�stol Pedro reclamaba ser un anciano (1 P 5:1).

El oficio de anciano es confinado a una iglesia local o del hogar, mientras que el don ministerial de pastor, es dado para el beneficio de todo el Cuerpo de Cristo, mientras opera en y a trav�s de las iglesias locales o de los hogares.

5. Maestros
La palabra griega “didaskalos”, que significa “un instructor”, y traducida en la Biblia en espa�ol, como doctor o maestro. Existe una relaci�n muy �ntima entre los dones ministeriales de pastor y maestro. Esto es sugerido en la misma construcci�n del texto (Ef 4:11): “ Y �l mismo constituy� a unos... pastores y maestros...”. Moffatt traduce el vers�culo como sigue: “Él otorg� a unos evangelistas, a otros para pastorear y ense�ar “.

No estar�a correcto considerar “pastor” y “maestro” como t�rminos sin�nimos. Estos ministerios no deben ser considerados como id�nticos.

Sin embargo, existe una conexi�n muy �ntima entre los dos. El maestro trabaja con los pastores y ancianos en la tarea de apacentar y ense�ar a la iglesia local o del hogar, cuidando de su bienestar espiritual e instruy�ndoles en la Palabra de Dios.

En el ministerio de la ense�anza, a menudo se complementa otra labor. El ministerio de ense�anza es con frecuencia parte de otro ministerio.

Por ejemplo, el Ap�stol Bernab� (Hch 14:14) es referido como un maestro tambi�n: “Hab�a entonces en la iglesia que estaba en Antioqu�a... maestros: Bernab�...” (Hch 13:1).

Pablo, de igual modo, ilustra c�mo un creyente puede recibir dones ministeriales m�ltiples. Pablo escribe al respecto:

“Para esto yo fui constituido predicador, y ap�stol...y maestro de los gentiles” (1Ti 2:7; 2 Ti 1:11).

C. PROPÓSITO DE LOS DONES MINISTERIALES
Sabemos que todos los miembros del Cuerpo de Cristo tienen que desempe�ar una parte en la edificaci�n de la iglesia y en la glorificaci�n de Cristo.

No obstante, el Cristo ascendido ha otorgado los cinco dones ministeriales para un prop�sito espec�fico que Efesios 4:12 nos describe como sigue: “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificaci�n del cuerpo de Cristo”.

El t�rmino “perfeccionar” en este vers�culo, es traducido de la palabra griega katartismos que significa “hacer completo”. Viene de la ra�z katartizo, que significa “reparar o ajustar; hacer que sirva, reparar, perfeccionar, preparar, restaurar”.

Esto describe el porqu� han sido dados los cinco dones ministeriales. Otra traducci�n hace el significado claro:

“Para preparar el pueblo de Dios para las obras del servicio, a fin de que el cuerpo de Cristo sea edificado” (Ef 4:12 NIV)

Esto da paso a un pensamiento nuevo y retador, concerniente al prop�sito de los dones ministeriales en la iglesia. Los cinco dones ministeriales NO pueden hacer la obra del ministerio. Estos est�n para reparar las vidas quebrantadas y para preparar a los creyentes a fin de que los miembros hagan la obra del ministerio.

Este pensamiento es confirmado por la versi�n Ampliada del Nuevo Testamento, la cual, traduce a Efesios 4:12 como sigue:

“Su intenci�n fue la de perfeccionar y equipar completamente a los santos (Su pueblo consagrado), para que hagan la obra del ministerio, que es edificar el Cuerpo de Cristo (la Iglesia)”.

Esto nos da una nueva luz maravillosa al prop�sito del ministerio en el Cuerpo de Cristo.

En la formaci�n de un ej�rcito, los oficiales son entrenados primero, con el fin de que ellos entrenen despu�s a las tropas. De esa misma manera, Cristo dot� ciertos disc�pulos en Su Iglesia con el fin de que, a trav�s de sus dones ministeriales, ellos pudieran equipar a los santos para ministrar para el beneficio total de la iglesia.

As� que, el Cuerpo de Cristo y cada iglesia local, debe tener la capacidad para ministrarle y edificar a sus miembros.

Aunque no todos los creyentes poseen los dones ministeriales, todos tienen un ministerio que ejecutar en beneficio de la edificaci�n de la iglesia y del pueblo de Dios. Ojal� que cada uno de nosotros, como miembro del Cuerpo de Cristo, descubra cu�l es su ministerio y que pueda ejecutarlo.

“De manera que, teniendo diferentes dones, seg�n la gracia que nos es dada, si el de profec�a, �sese conforme a la medida de la fe.

O si de servicio, en servir; o el que ense�a, en la ense�anza;

El que exhorta, en la exhortaci�n; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegr�a” (Ro 12:6-8).


.::3er Trimestre - .::SECCIÓN E